MI AMIGO INVENCIBLE, UN CORPUS MUSICAL PARA EL FUTURO
Los integrantes del combo mendocino con base porteña gustan de las guitarras de Hilario Cuadros y la trova cuyana, pero se refieren a sintetizar (actualmente con su combineta de indie, electrónica, psicodelia y ruralidad) una música que le hable a la eternidad desde el presente.
› Por Juan Barberis
“Pensá en la pregunta que te hacés todos los días, esa cosa tácita que te está persiguiendo todo el tiempo”, sugiere Mariano Di Cesare, sentado en el fondo del bufet del Hotel Bauen. A pocos metros, en una tarde marcada en rojo dentro del calendario de protestas, la esquina de Corrientes y Callao aturde en un desfile de bombos, pancartas y megáfonos mientras en este viejo emporio de la hotelería puesto en pausa en algún tramo de los años ‘90, el cantante y cerebro de Mi Amigo Invencible se sumerge en el ánimo existencialista de su último disco. “Estamos un poco obsesionados con esa cosa de la ausencia, la nostalgia, la sombra, la duda”, dice. “El pesimismo es una de las ideas que siempre nos persiguen.”
La danza de los principiantes, sexto disco de MAI, es un acopio experimental de ese paquete de obsesiones. Encuadrado como último eslabón de El corpus del pasado (trilogía que arrancaron Relatos de un incendio, de 2011, y La nostalgia soundsystem, de 2013), el último trabajo de la banda mendocina encarna una fantasía de tono literario atravesada por autores como Raymond Carver y Philip K. Dick, en donde una ciudad devastada es terreno de oportunidades para lo nuevo, aunque ese reseteo de la Humanidad no ofrezca justamente algo superador. “En esa ciudad que se rompió no viene la nueva raza, no hay una nueva conciencia”, suma desde la otra punta de la mesa Mariano Castro, cantante y compositor de la banda. “No: no pasa nada de eso. Estamos siempre en el mismo lugar, pero contándolo de otra manera.”
Las once nuevas canciones de MAI son flashes de situaciones en primera persona que transcurren de modo onírico y cinematográfico, en forma latente o simplemente perturbadora. Son como cortos extirpados de la cabeza de Di Cesare, que mezclan dosis iguales de ciencia ficción y suspenso, en los que el tiempo brilla como un elemento sustancial. En manos de este sexteto macerado en la montaña, La danza de los principiantes funciona como una síntesis personal entre el folklore, el indie rock y la electrónica, bajo el control de una banda que refuerza su componente visual con juegos de guitarras inyectadas con delay y cortinas de sintetizadores. De entre todos sus trabajos, claramente, es el más pulido y controlado. “Ahora trabajamos un poco más la canción —dice Di Cesare—. A veces se extraña mucho la frescura inicial, pero ganamos en lo que siempre quisimos, que era tocar bien, que quede todo bien armado. Trabajar más en el detalle.”
A punto de cumplir diez años, y como parte de una generación de mentes creativas y proyectos autogestionados que suma exponentes como El mató a un policía motorizado, Los Espíritus, Los rusos hijos de puta y Bestia Bebé, entre muchos otros, Mi Amigo Invencible emerge como una de las bandas de mayor movimiento y proyección del under nacional. De hecho, este último disco, publicado en agosto, salió posicionado dentro de la encuesta anual del NO como uno de los tres mejores discos locales de 2015, junto al de Los Espíritus y al de Spinetta. “Ahí hay un quiebre medio loco en el cual aparece un eslabón perdido entre lo que está pasando, que para nosotros es muy llamativo, y lo que uno está haciendo, que es más o menos lo mismo de siempre”, dice Castro sobre este trabajo. “Igual, son cosas aleatorias”, relativiza Di Cesare. “Lo titánico para nosotros es que estemos diciendo la verdad, que lo que estamos escribiendo y cantando lo sentimos. Es re heavy eso, porque a veces te gana lo pop o lo que está de moda y empezás a perder peso.”
La génesis de Mi Amigo Invencible, allá por 2007, estuvo propulsada por una crisis en la vida creativa de Di Cesare. Venía de varios años tocando en bandas hardcore y punk-rock melódico, hasta que un día Castro, que producía fechas de bandas y estaba ligado al hardcore mendocino, le mostró Navidad de reserva de El Mató durante un show en la montaña. “Fue un antes y un después”, recuerda Di Cesare, que aquella tarde estaba en medio de un viaje de ácido. “Fue empezar a escuchar la música de otra manera: escuché Charly García de otra manera, escuché Pescado Rabioso de otra manera... Fue muy loco.”
El primer disco de MAI, como producto de aquella epifanía, se llamó La tenaza que rompe el alambre del corral, un modo bastante gráfico de representar la ruptura con su pasado. “Estábamos tocando algo súper genérico como el punk-rock melódico, muy en esa movida, así que fue una cosa de decir ya fue, ya no nos representa”, dice el cantante, que en principio tuvo el plan de grabar sus canciones en plan solista bajo el nombre de Mi Amigo Invitado, hasta que el proyecto tomó otra dimensión.
Durante años, Mi Amigo Invencible fue una banda nómade, diseminada entre Buenos Aires y Mendoza, una fuerza desconcentrada que tenía que calcular muy bien sus movimientos para tocar por el país y reservarse algunas semanas del verano para grabar. Ahora, con sus integrantes instalados en Buenos Aires (completan Arturo Martín, Juan Pablo Quatrini, Leonardo Gudiño y Nicolás Voloschin), la distancia con su tierra natal parece haber disparado un reflejo de nostalgia que define el rumbo estético actual. “Siempre que te alejás de tu casa empezás a ver todo con una lupa. Allá es todo lo contrario: mientras más cerca estás, más lejos de todo”, agrega Di Cesare. “Te das cuenta de que, por algo que pasa en el ambiente o en el clima de Mendoza, el folklore te tira, lo necesitás todo el tiempo. Estando en Buenos Aires, cuando escuchamos folklore es como un alivio, esa cosa de nuestra casa, nuestros padres, de sentir que ese sonido es parte de nuestra familia, el placer de una comida casera”, resuelve. Y suma Castro: “Tenemos la intención de ser una banda de folklore. Nos gustan las guitarras de Hilario Cuadros y de los trovadores de Cuyo, pero queremos hablar de lo que está pasando ahora. Eso es lo que buscábamos”.
Castro: No, nunca. Siempre encaramos las cosas para un lado pero termina yéndose para cualquier otro siempre. Es hermoso y doloroso al mismo tiempo.
Di Cesare: Lo bueno de que el disco no termine siendo lo que uno se planteó en nuestro caso es que termina siendo original, porque muchas veces lo que nos planteamos es: “Che, hagamos algo re Fela Kuti, hagamos algo re Bestia Bebé”, lo que sea... Después nos damos cuenta de que esa idea se fue a la mierda porque somos nosotros. Eso para mí es la experimentación. Total, si ese salto al vacío sale mal, te da el pie para trabajar sobre el error.
Di Cesare: Me cuesta vernos ahí porque seguimos siendo fanáticos de todas esas bandas como El Mató, Los Rusos, Los Espíritus; somos admiradores y público. Ahora mi rock nacional es Prietto. Pero también escuchamos bandas como Los Auténticos Decadentes, que a esa escala son para nosotros los número uno, siempre.
Castro: Como todo hecho artístico, las características de esta generación tienen que ver con una reacción al momento anterior, a favor y en contra. Veo a una generación más despojada de giladas. Al mismo tiempo, hay una cosa generacional que tiene que ver con la exposición de Twitter, de Facebook, donde la sociedad genera estrellas de rock permanentemente... Creo que hoy la contracultura es ir en contra de esa megaexposición o todo eso que excede a la música.
Di Cesare: Hay que dejar de tener esa visión publicitaria de uno. La gente está cansada de ver publicidades en Instagram, en Facebook, en la tele, en la calle. Terminás siendo algo que quiere vender algo: quiero tu oído, quiero algo de vos... Y ya estamos zarpados de eso.
Di Cesare: Sí, pero es lo único que queda. Al fin y al cabo, de todo lo que está sucediendo a nivel sociedad y país, lo único que queda es la música: ella está ahí, tranquilita como siempre, esperándote.
Hoy Mariano Di Cesare dice estar atravesado por la experiencia de El Príncipe Idiota, su proyecto solista, con el que ya sacó dos discos. Aquella incursión por fuera de MAI tuvo lugar en medio de las sesiones de grabación de La danza de los principiantes, cuando las cosas no estaban tomando el rumbo artístico que buscaba. “Era un momento de oscuridad, yo tenía un montón de cosas que no se pudieron lograr, así que quise grabar un disco para sacarme esa leche”, recuerda. La experiencia de grabación de Doméstico, el EP debut, además de un nuevo sonido, más climático y misterioso, le terminó revelando también un nuevo modo de trabajo junto a su banda. “La experiencia con El Príncipe Idiota me marcó muchísimo. Fue haber entendido el laburo sobre lo más cuidado, sobre lo más chiquito”, dice. Ahora, mientras mantiene en pie ese proyecto, Di Cesare reconoce que aquella influencia se hará todavía más palpable en el próximo disco que la banda ya empezó a pre-producir junto a Shaman Herrera. “Estamos flasheando Bob Marley, Fela Kuti, algo de soul”, detalla. “Pero no vamos detrás de un sonido vintage; estamos en 2016 y el sonido moderno es re lindo.”
* Sábado 30/4 en Roseti, Roseti 722 (desde las 21 con Entidad Animada) y sábado 7/5 en M.O.D. Varieté Club, Balcarce 563 (a la medianoche).
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