Jueves, 7 de julio de 2016 | Hoy
ORNELLA POCETTI DE REGRESO A VENUSBERG
Parte del colectivo Viento Dorado, la artista de 23 años se impone en tapas indie, con cinematográficas y llamativas obras, y hermosos retratos.
Por Santiago Rial Ungaro
“¿Cómo es cuando un árbol se seca y caen sus hojas? ¿Cómo es cuando uno tiene las manos vacías y está desnudo, cuando no tiene nada a qué aferrarse, cuando todo en lo que se podía confiar se desmorona?” Las preguntas se las hizo un discípulo del japonés Yúnmén Wényan, y el maestro zen le respondió: “Todo cuerpo está expuesto al viento dorado”. Apropiándose de la enigmática y metafórica respuesta de Wényan, Ornella Pocetti integra junto a Mili Poy y Celina Baldassarre el colectivo Viento Dorado, que este 19/7 inaugurará Regreso a Venusberg, una instalación en la que se aparta un poco de su faceta de pintora: “Hace dos años que empezamos y nos han criticado el nombre porque era medio grasa, pero somos medio grasas, ¡así que está bien!”, suspira la artista de 23 años.
Pocetti se entusiasma al contar sobre los tres trajes que diseñaron para la performance: “Uno de pelo, para el que compramos 25 pelucas, otro de virulana y el otro de hecho con 4444 origamis. La obra está hecha en conjunto: creo que nos sirve desde lo conceptual para animarnos a hacer cosas que solas quizá no haríamos, y también desde lo práctico”, comenta esta diosita portátil a la que le gusta pintar maniquíes de dorado, hacer esculturas en arcilla y retratar a sus amigos.
Pinta desde que tiene memoria, aunque acusa cierta influencia de Nahuel Vecino, su maestro: “Valoro el oficio, pero últimamente estuve pensando mucho en qué se puede hacer hoy con la pintura: es algo que se viene haciendo hace miles de años, tiene una carga de años de historia y se hizo de miles de formas y hubo miles de vanguardias, pero creo que si pintás desconociendo eso nunca vas a hacer algo nuevo. El desafío es producir algo nuevo que le genere extrañeza al que lo vea”. Eso genera justamente la cinematográfica portada que compuso para Una comedia romántica, de Valentín y los Volcanes: en tapa, un chico dándole un beso a una chica que no existe, y en contratapa lo mismo invirtiendo los roles.
Aunque tenga buena mano, lo que la distingue a Ornella, que estudió cuatro años en el IUNA y fue asistente de Diego Gravinese, es su mirada: “Me gusta pintar paisajes, que es algo también súper clásico, pero me gusta muchísimo hacer retratos. En general pinto personas que conozco: amigos, hermanos, novios, gente de mi entorno. Mi hermana es algo así como mi musa”, dice la joven artista de Núñez, que también hizo las tapas del último disco de Julio y Agosto y del debut de Julieta y los Espíritus.
Entre el pop y un feminismo que no quiere perder la feminidad –también va a participar con una hermosa y llamativa pintura en Proyecto Num, que compila obra de otras mujeres bellas y fuertes con imágenes artísticas que generó el #NiUnaMenos–, esta admiradora de David Hockney, Edward Hopper y Michaël Borremans apuesta a seguir haciendo lo que más le gusta: “Siempre pinté, quizá antes era más lúdico y ahora se convirtió en una especie de trabajo. Para mí con todo el avasallamiento que genera la tecnología, la pintura con su impronta humana es una forma de resistencia: no hay un robot ahí, hay una mano humana”.
* Regreso a Venusberg inaugura el martes 19/7 en Laboratorio Festival, Gorriti 5741.
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