Jueves, 21 de julio de 2016 | Hoy
OBRA Y LEGADO DE ALAN VEGA
Con sus alaridos y riffs de teclado, decretó desde Suicide la muerte del rock y a la vez su resurrección zombie, ruidosa, tecno y lo-fi.
Por Santiago Rial Ungaro
Resulta paradójico que el cantante de Suicide haya pasado al otro mundo durmiendo, pero también reconfortante y poéticamente justo: nacido en Nueva York en 1938 como Boruch Alan Bermowitz, Alan Vega provenía del ambiente del arte. Fue fundador a principios de los ‘70 de la galería multimedia A Project of the Living Artists, donde pasó de las esculturas de luz y las exploraciones multimedia a usarla de plataforma para armar junto a Martin Rev el dúo Suicide: allí la luz se convirtió en fuego urbano, su cuerpo en escultura viviente y la propuesta interactiva incluyó genialidades como Dream Baby Dream, aunque generó violentos rechazos en sus principios por lo radical.
Acompañados por una ridícula caja de ritmos y un teclado Farfisa roto, enfundados en camperas de cuero y anteojos negros, los Suicide estaban tan adelantos a su tiempo como conectados: de ahí que su debut (Suicide, 1977) siga sonando intimidante. Allí, en poco más de media hora, el dúo captaba el pulso tribal de las máquinas y sintetizaba las propuestas de Terry Riley y proto punk rockers como Stooges o Velvet Underground en un algoritmo poético y sonoro tan bello como desesperado: “Todos venían a vernos para entretenerse y todo lo que hacíamos era llevarlos de regreso a la calle, a toda su gloria: por eso nos odiaban”.
Con sus alaridos a lo Elvis y sus hipnóticos riffs de teclados, el dúo declaraba a la vez la muerte del rock y su resurrección, en clave zombie, ruidoso y tan tecno como low fi. Incluso en Suicide: Alan Vega and Martin Rev, su segundo disco (mucho más melódico y suave, producido por Ric Ocasek de The Cars) se percibe que, mientras Alan le canta al amor, de reojo vigila si viene la policía, una pandilla o un camión terrorista, lo que sea.
La música de Suicide es un paradigma cuya influencia se extiende a artistas como Henry Rollins, The Sisters of Mercy, Spacemen 3, The Human League, The Jesus & Mary Chain, Pet Shop Boys, Sigue Sigue Sputnik, Sonic Boom, Autechre, Sky Ferreira, O.M.D y Ministry, por nombrar solo algunos. En el plano local, un referente de su legado tecnorrocker suburbano y experimental fue el dúo conurbano Travesti, integrado por Fernando Floxon (ahora en Ambar) y Alejandro Torres, quien recuerda: “Allá por el ‘98, cuando arrancamos, nos decían del parecido con ellos, imagino porque éramos dos pibes y una caja de ritmos, pero nosotros ni idea: no existía internet, solo el tráfico de casetes piratas. Al tiempo los descubrí y me hice fan: son un híbrido sintetizado del rock and roll. Pude verlos en 2001 en Nueva York y fue uno de los mejores shows que vi: un sonido y actitud única”.
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