Hacé la cola de algún Pago Fácil, que siempre tiene buen aire acondicionado, y cuando estás en ventanilla decí que te olvidaste la factura. Repetí la estrategia cuantas veces puedas. Si te empiezan a mirar mal y todavía no son las 15, probá con el banco más cercano.
Invitá a tu pareja ocasional a un hotel alojamiento con aire acondicionado. Hacé lo que tengas que hacer, con mayor esmero que el acostumbrado. Poné el codificado (de fútbol) y dormí –fresquito– como un bebé. Luego fingí despertarte exaltado al grito de “perdí la billetera, perdí la billetera”. Nunca falla.
Si la pileta del amigo no está disponible, vas a las piletas de la costanera y decís que sos un productor de televisión que está buscando locaciones para el nuevo programa de verano de Nico. Si te piden credencial, decís que sos un productor tercerizado, que facturás y que sería una lástima porque justo esta pileta estaba buena para el programa.
Si no tenés ganas de hacer ninguna de estas clásicas recomendaciones o son las 4 de la madrugada y no podés dormir porque la temperatura no baja de los 29, la cama está caliente y las sábanas sudan, probá con el revolucionario método del aire acondicionado para pobres. Agarrá un turbo, un bowl y todas las cubeteras que tengas. Vertís los cubitos en el bowl y lo ponés frente al turbo. Vas a ver –no es joda– que el aire que te da el ventilador está tan caliente como antes, que todo es una farsa, pero con la energía que vas a gastar puteando al atorrante que te recomendó esta pelotudez inevitablemente te cansás tanto que, al final, te dormís.
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Por Yumber Vera Rojas
Los fundamentalistas del aire acondicionado Por Facundo Di Genova