Las luces estaban ubicadas en el piso, atrás de los músicos, así que lo que se veía desde la platea eran sus siluetas. El Opera estaba casi lleno de veinteañeros que le habían sacado la naftalina a sus sobretodos negros, como para recordar aquellos oscuros ‘80 en los que Echo & The Bunnymen mezclaba post punk con psicodelia. “La gente en el show fue genial, pero no recuerdo mucho más porque no estuvimos demasiado tiempo en Buenos Aires”, asegura Ian McCulloch. Sin embargo, no tiene que esforzar mucho su memoria para que aparezca algo claro: “¡Allá me comí el mejor bife de mi vida! Y también recuerdo las luces de la ciudad, que eran muy majestuosas, y una atmósfera muy especial”. El show del miércoles en el Gran Rex “será genial”, asegura Mac. “La banda suena bárbaro y estoy cantando cada vez mejor. Hacemos cuatro o cinco canciones de Siberia, pero principalmente tocamos los clásicos. Tratamos de mezclarlos. Y como es un show largo, hay espacio para todas las etapas.” ¿Y será otra vez la puesta en escena como un juego de sombras chinescas? No, al parecer: “Esta vez vamos a tratar de estar un poco mejor iluminados”.