LOS MANAGERS
› Por Daniel Jimenez
Disco Escultura, el quinto trabajo de Callejeros que se editó bajo Rocanroles Argentinos, el flamante sello de la banda, ganó la calle semanas atrás en un contexto un tanto inusual: sus creadores –los siete integrantes del grupo– se encuentran procesados en la peor tragedia antinatural de la Argentina, junto a su escenógrafo y diseñador (Daniel Cardell) y a su ex manager (Diego Argañaraz). ¿Su situación? “Estrago doloso seguido de muerte y pago de coimas.” No es chiste.
Desde que el rock se convirtió en un negocio rentable en nuestro país, a inicios de la década del ‘90, las diferentes patas que conforman la escena ocuparon su rol y desde allí armaron su propio plan ganancial: compañías discográficas, productores, programadores de radios, bolicheros y hasta un puñado de grupos que hoy sólo se dedican a girar por aquí y allá y que, hay que decirlo, son el núcleo central del organismo. Esta explosión agigantó la figura del manager, quien en otro tiempo simbolizaba una muñeca sagaz para arreglar fechas, conseguir mejores contratos y, básicamente, mantener al músico alejado de las preocupaciones mundanas.
Si bien en este universo globalizado existen –y existieron– piratas y paracaidistas, muchos entendieron que su función va un poco más allá que revisar las cuentas y ascender de estrella en los hoteles. Contienen la presión, controlan, organizan, apuntan y aconsejan, como el caso de un conocido representante de un combo rocker del sur que suele agendarles a sus muchachos algunos shows en auditorios pequeños para “no perder la humildad”. No hay decisión grupal o individual que no sea consensuada con el manager, y éste no se maneja como una entidad autárquica sino que discute colectivamente cuáles son los caminos por tomar.
Diego Argañaraz, a quien Patricio Santos Fontanet defendió ciegamente en todo este proceso (hecho que habría generado cierta rispidez con el resto de sus compañeros), ya no es el manager de Callejeros. No sólo se encuentra imputado por “homicidio simple con dolo eventual” sino que deberá cargar, en mayor o menor medida, con la condena social que cuelga de su cuello y que se renueva día a día en el dolor de los familiares de las víctimas y en la declamación acomodaticia del argentino medio que demoniza al rock. Es decir, la banda se quedó sin su tutor o encargado.
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