Quichicientas bandas, tres espacios con 25 locales de comida y bebida, el abono más caro en la historia de los festivales, indescifrables maniobras para tapar el olor a bosta de caballo del Hipódromo de San Isidro y mucho más ofrece Lollapalooza en su desembarco en la Argentina. Pero hay dos iniciativas curiosas que suman tanto o más que la variedad de gaseosas diet, endulzadas con stevia, con burbujitas de gas más liviano o con color más destilado. Una es el área Kidzapalooza, un espacio abierto con shows de Papando Moscas, Koufequin y Urraka para las familias con niños menores de 10 años que vayan al festival (acompañados por un adulto con ticket, ¡entran gratis!), además de actividades especiales (taller de máscaras, un mural colectivo para los bepis, shows de títeres). Ojo, ir con tu hermanito, sobrinito o hijo no es necesariamente un plomo: cabe la posibilidad de salir del festival para llevar al piberío a casa, ¡y volver! Otra movida piola es la del programa Rock & Recycle en el espacio Espíritu Verde, un programa de reciclaje para reducir el impacto ambiental del propio festival: habrá cestos diferenciados y puntos de acopio de basura, además de charlas y la realización de un mural con los desechos.
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