No recuerda si fue en 2001 o 2002, pero la primera vez que Fernando Kabusacki pisó Japón fue como integrante de la banda de Juana Molina. Desde entonces, este gran referente de la vanguardia sonora local volvió con su proyecto solista en ocho ocasiones más a la Tierra del Sol Naciente, en las que no sólo cultivó camaraderías con artistas nipones, sino que comenzó a descifrar los secretos de la escena musical de esa nación. “Las principales características de los músicos japoneses es que son sumamente creativos, tienen mucha calidad y son muy libres al momento de hacer lo que creen que está bueno”, enumera el guitarrista rosarino, quien fue recientemente convocado por Frank Ocean para actuar con él en Estados Unidos, y que el 6/10 será, con su Kabusacki Band, el acto local del show de Salif Keita en Niceto Club. “Son muy cultos, y poseen una gama amplísima de influencias: les gusta de la misma forma Miles Davis, Stockhausen, Eduardo Mateo y los ritmos africanos. Eso lo notás también en sus disquerías: hay de todo.”

La actividad musical japonesa es tan vasta que, según el músico que en 2014 lanzó su último álbum, The Champion, las escenas suelen interactuar entre sí. “Hay mucho trance con rock, mezclado con pop. También me di cuenta de que les atraen los beats bailables. A veces tengo la sensación de que es una cofradía gigante, porque la movida dub se entrelaza con la de noise y la experimental. Generalmente, los miembros de un grupo tienen un proyecto paralelo”, describe Kabusacki. “Las veces que fui, me junté a tocar con amigos como OOOIOOO, la banda de Yoshimi P-We, o con los Boredons o Rovo, de los que forma parte Seiichi Yamamoto (N.d.R.: el violero y cantante vino a Buenos Aires en 2005, a partir de una invitación de su par argentino). Otra artista que está muy buena es Salyu, cuyo guitarrista es Cornelius. Cuando Yoko Ono va a Japón, arma la Plastic Ono Band con varios de esos músicos. Los japoneses, aparte de quererla, la consideran la madre del indie.”