INEVITABLES
Maia tiene treinta años. Se reencuentra con Maqui, su primera novia. Hace diez que no se ven. Maqui le regala su nuevo disco. No tiene dedicatoria. “Curioso”, piensa Maia, “Nos separamos, porque yo no estaba en los agradecimientos de su primer disco.” Esta obra está basada en un chat que Maqui y Maia tuvieron hace diez años. Una, ex gordita; la otra, una canchera diez años mayor, que no parecen encontrar la forma de hacerse entender. Algo aparentemente tan banal como la dedicatoria de un disco hace que salte todo por los aires. Con dramaturgia de Maia Muravchik y colaboración autoral de Dennis Smith. Maquimaiu (la dedicatoria) tiene algo de biográfico, poniendo en escena un sin fin de desencuentros, de referencias a temas no resueltos, egos contrapuestos y una pequeña colección de las estupideces que podemos cometer por amor.
Domingos a las 21, en ElKafka Espacio Teatral, Lambaré 866. Entrada: $ 100.
La acción transcurre en La Matanza durante un asado familiar. La misteriosa falta de chorizo en las carnicerías de la zona irrita a Mario y preocupa a la familia. Esta escasez encenderá un verdadero relato argentino. Mientras el carbón se cocina, los personajes juegan al truco y luego se irán a la cancha a sentir los colores de Almirante Brown. Pero algo se está armando. Por un lado He-Man, por el otro Astroboy, referentes de la barra de Almirante Brown. Se disputan una bandera. Dice el mito que los de He-man la defendieron en una batalla desigual contra los archienemigos de Morón y los otros, los de Astroboy, la robaron del buffet del club donde estaba escondida. Ahora esa bandera está en manos de Lisandra, una señora del barrio que tiene un comedor infantil. Escrita y dirigida por Bernardo Cappa.
Sábados a las 22.30, en Teatro Andamio, Paraná 660. Entrada: $ 70.
Cuando se formó, Ararat era apenas un grupo paralelo, con el que Sergio Chotsourian se tomaba un tiempo libre de Natas para darse el gusto de tocar con su hermano Santiago, exorcizando los fantasmas de la opresión de sus ancestros armenios. Cinco años y tres discos más tarde, Natas ya es parte del pasado y Ararat es el grupo principal de Sergio Ch. —así escribe su nombre en los discos—, algo que empieza a demostrar Cabalgata hacia la luz, un disco de renacimiento, que ostenta como título el lema que el grupo comenzó a hacer flamear cuando sumó al experimentado Tito Fargo como miembro estable. Completando el trío con Alfredo Felitte en batería, el ex Redondos y actual Gran Martell —que se encarga también de los teclados— está también a cargo de la producción de un trabajo extenso, ominoso, de varios matices, en el que incluso la voz de Sergio Ch. llega a sonar llamativamente parecida a la del Indio Solari, como sucede en el contundente y oscuro “Los escombros del jardín”. Pero también es el primer disco de Ararat en permitirse incursionar en la canción, como en “La sal y el arroz”, uno de sus puntos altos.
Según confiesa el bandoneonista Néstor Marconi en un texto incluido en el arte del álbum, este trabajo junto a su quinteto es un sueño que tardó diez años en convertirse en realidad. El disco que Marconi “se debía” incluye —entre otros logros— “Tangoleo” y “Gustango”, dedicados a sus hijos Leo y Gustavo, una extraordinaria versión de “El día que me quieras” para lucimiento del violín de Pablo Agri y la frutilla sobre la torta de admirables versiones sólo en bandoneón de “Che Buenos Aires” o “La última curda”.
Girl Most Likely es el título original de esta comedia norteamericana que llega con más de un año de demora y directamente al video. Su protagonista es Kristen Wiig, otra de esas chicas del cantero inagotable de Saturday Night Live que finalmente está consiguiendo hacerse un merecido lugar en la nueva comedia
hollywoodense. Dirigida por Shari Spriner Berman y Robert Pulcini –los del biopic sobre Harvey Pekar y la de la niñera neoyorquina con Scarlett Johansson–, Casi perfecta es pequeña, pero alcanza para que Wiig se luzca como Imogene, la mujer que al borde de los 40 se separa de su prometido y pierde su lujoso estilo de vida urbano, se ve forzada a regresar a la casa de su negligente madre (Annette Benning) y su inmaduro hermano (un muy gracioso Christopher Fitzgerald) y el sospechoso agente de la CIA (¡Matt Dillon!) con quien mamá planea volver a casarse, mientras descubre que su padre, a quien creía muerto, está vivito y coleando en Manhattan. Lo que viene a continuación es un viaje emocional que por momentos se pasa de autoconsciente, pero vale la pena.
El año pasado el ascendente James Wan —productor, guionista e iniciador de la saga de pornotortura de El juego del miedo— estrenó dos exitosas películas de terror. Una fue la más que recomendable El conjuro, sobre una pareja de cazafantasmas de la vida real, que acá en Argentina convocó a más de un millón de espectadores. La otra fue ésta, titulada Insidious 2, y que es la continuación directa —literalmente: arranca donde la anterior terminaba— de un raro film de un par de años atrás que estaba mayormente afanado, pero afanado de los mejores clásicos, como Poltergeist. Nuevamente, un miedo primigenio, a la oscuridad, al otro lado de la puerta y la parte de abajo de la cama, anudan un relato conocido pero efectivo donde papá ha sido colonizado desde el más allá. Con Patrick Wilson y la bella Rose Byrne.
No siempre sale bien, pero nunca es del todo un desperdicio, porque la historia de base, la que publicó por primera vez en 1912 el escritor Edgar Rice Burroughs sobre el rey de los monos, es extraordinaria. Ya se está preparando una superproducción con superestrellas para el año próximo, pero ésta, después de todo, tiene una idea interesante para su aggiornamiento, que tiene que ver con la ciencia ficción pero no vamos a revelar acá. La cosa empieza, como siempre, con una expedición por la remota jungla africana, en la que John Greystoke y su esposa mueren en un accidente de helicóptero, mientras investigan un misterioso meteorito. Sólo los sobrevive su pequeño hijo, que es rescatado y criado por gorilas. Este flamante Tarzán animado del director Reinhardt Klooss crece aprendiendo las leyes de la selva hasta que aparece en su vida la joven y bella Jane y se acuerda de que es un ser humano. El problema, como siempre, es que con ella viaja un cazador inescrupuloso, de esos a los que sólo les interesa la naturaleza para esquilmarla. De ahí en más, 3D y captura de movimiento para una aventura que no pierde vigencia y siempre renueva el interés.
Siguen las funciones de la Fundación Cinemateca Argentina, en su 65º aniversario, en el cine del Obelisco, mientras su sede principal (la Lugones) permanece en refacciones. El ciclo actual acompaña el estreno de El desconocido del lago, de Alain Guiraudie, con siete films en los que se aborda la homosexualidad. Quedan por verse (hoy) Wilde (1997), de Brian Gilbert, con Stephen Fry como el escritor irlandés, Jude Law y Vanessa Redgrave; (el martes 25) Dioses y monstruos (1998), de Bill Condon, biopic de James Whale, el director del Frankenstein de la Universal, con Ian McKellen y Brendan Fraser; y (el miércoles) la alemana Tres, tragicomedia de Tom Tykwer protagonizada por un trío amoroso.
Hasta el miércoles 26 de marzo, en el BAMA Cine Arte, Av. Roque Sáenz Peña 1150.
En la nueva serie del flamante ganador del Oscar a mejor director, el mexicano internacionalizado Alfonso Cuarón, y Bad Robot (la compañía de JJ “Lost” Abrams), un hombre llamado Milton Winter (Delroy Lindo) debe cuidar a una extraordinaria niña de 10 años con poderes mentales todo terreno llamada Bo y mantenerla a salvo de las fuerzas más peligrosas y sobrenaturales. Para esto recluta a un presidiario erróneamente convicto, que debe ayudarlos a estar siempre un paso adelante de sus enemigos. El realizador de Gravedad dirige el episodio piloto, que se dio el lunes pasado pero se repite actualmente en rotación, con tal pulso y fluidez que esta primera hora funciona como perfecta orden de compra para toda una temporada de las fantásticas aventuras, mezcla de El fugitivo, Terminator y otras cosas ya vistas pero todas muy buenas.
Lunes, a las 21, por Warner Channel.
El año pasado fueron Los graduados, por Telefe, este año es The Goldbergs. Y está bien, no es lo mismo, pero ambos son programas que explotan la nostalgia por los ‘80. Los protagonistas son una familia de cinco (más el abuelo, interpretado por el veterano George Segal), pero el punto de vista desde el que está contado todo el asunto es claramente el del hijo menor del clan, Sean Giambrone, con narración en off a cargo del simpático comediante Patton Oswalt. A diferencia de otros productos de espíritu afín, y a pesar de su abundancia de citas pop (GoBots!, Brooke Shields, REO Speedwagon) acá no se curte la añoranza del tipo de “todo tiempo pasado fue mejor”, sino que tenemos una pandilla de gritones que se abren camino en la vida mediante el maltrato y la agresión. Creada por el cada vez más popular Adam Goldberg, el episodio inicial cierra con un video casero de su familia, lo cual sea dudosamente un elogio para los suyos, pero le agrega un morbo interesante a este guión que por momentos se pasa de increíble.
Desde mañana, los lunes a las 21, por Comedy Central.
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