Domingo, 25 de septiembre de 2005 | Hoy
FAN › FAN > UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: FLOPA Y “ORACIóN AL TIEMPO”, DE CAETANO VELOSO
Por Flopa
Hay canciones que llegan para salvarte. Canciones que llegaron al mundo antes que vos y fueron tocando como varita mágica a un montón de gente, hasta que un día te tocó a vos. Y otro día a mí.
La canción en cuestión se llama Oración al tiempo, su autor es Caetano Veloso y pertenece al disco Cinema transcendental, del año 1979. La busqué en discos en vivo y recopilaciones varias (que abundan en su discografía) y no la encontré en ninguno.
Mientras yo escuchaba el disco amarillo de Pipo Pescador, a este hombre se le ocurría esta canción maravillosa que descubro quince años después. En ese entonces cantaba a viva voz “no quiero tomar la sopa y voy a protestar...”. De haber sabido que más tarde me dedicaría a hacer canciones hubiera tomado toda la sopa, todita, como Caetano. Pero la sopa me empezó a gustar de grande. Y él tuvo que exiliarse por protestar antes de que yo naciera.
Confieso que fui adolescente, es un mal que nos acontece a todos, pero más tarde o más temprano pasa. Y había pasado la barrera dark de finales de los ‘80; convertida en pixiemaníaca transitaba la Era Nirvana totalmente anglosajonizada desde que compré mi primer disco de los Smiths en el ‘86. La cuestión es que un día, con la guardia del prejuicio baja, escucho música brasileña que no era carnaval carioca. Me llevé una grata sorpresa. Una amiga me prestó (creo que nunca se lo devolví) un casete grabado que en la etiqueta sólo decía “C. Veloso”, y nada más. Tardé varios años en averiguar qué disco era. Esas cosas pasaban cuando no había Internet. Gracias a eso escuché muchos discos de Caetano hasta dar con Cinema transcendental.
Lo bueno de estos tipos, grandes, talentosos, anteriores y contemporáneos a uno es que hay que empezar hacia atrás. Primero escuchar lo que nos llegue a las manos, y segundo, ir a buscar lo primero. Así descubrí Muito (1978), y lo gasté, y quise más. Ahí comencé mi propio Mercosur cultural, cuando descubrí que en Latinoamérica había un “Bowie” que nada tenía que envidiarle a aquél, y empecé a conocer el resto de la música popular brasileña que es tan vasta como el mismísimo Amazonas.
Si bien Cinema... no encabeza mi lista de favoritos, como Transa (1972) y Caetano Veloso (1971), dos discos hechos en el exilio londinense, contiene esta gema. Cuando escuché esta canción y otras como Terra, London, London y Sozinho, se me abrió un horizonte nuevo, donde veía que el rock era apenas un pequeño sendero ruidoso por donde caminar la música, que hay otras formas de decir y hacerse escuchar sin gritar, que no sólo se hace música y se escribe para exorcizar demonios, y otras verdades nada nuevas y conocidas creo que por todos... pero, a cada chancho le llega su San Martín. Enhorabuena.
Lo primero que llama la atención de la música es el ritmo, la melodía y la armonía, en ese orden. La cuarta instancia es la lírica, y en este caso el idioma no es impedimento para la comprensión. A grandes rasgos se entiende la intención, pero leyendo la letra en portugués –leer es más fácil que escuchar– se descubre que empieza por elogiar y halagar al Tiempo para luego pedirle que le sea propicio, y terminar diciendo esto mismo: te pido, y a cambio te ofrezco mis rimas y elogios. Religioso bien.
Hasta aquí, datos. A partir de aquí, tratar de poner en palabras eso que nos ocurre cuando algo nos gusta tanto que nos subleva. Algo así como una alegría muy en serio, tanto que la sonrisa que despierta es un gesto grave que entrecierra los ojos. Y no es para menos, a través de las palabras en la voz de un joven Caetano es posible hacer un pacto con el Dios Tiempo y ofrendar la rima de un canto dulce y simple como pocos.
Esta es una canción natural, limpia, sin artificios, sin estribillos. No alcanza con escucharla una sola vez. No porque sea difícil de asimilar, por el contrario, es de una simpleza pasmosa, dura tres minutos y medio, y es la dosis perfecta en que debe suministrarse este alimento dulce, que no es golosina, pero para las almas golosas –como la mía– no es suficiente con una escucha. Y así puede quedar rotando toda la tarde en la calesita láser.
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