Domingo, 31 de enero de 2010 | Hoy
FAN › UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: HORACIO BANEGAS Y “CAMINO Y PIEDRA”, DE ATAHUALPA YUPANQUI
Por Horacio Banegas
Al lugar en el que yo he nacido, en Santiago del Estero, llegaba muy poca música cuando era chico; también la televisión llegó tarde. Teníamos un solo diario. Así que los únicos referentes musicales que yo tenía eran las grabaciones que se escuchaban en los bailes familiares, y un poco por la radio. Esa era la única forma de recibir canciones, de escuchar algo. Recuerdo la llegada de Los Beatles: habrá sido por el ‘64, el tercer disco, que para nosotros era una novedad. En ese panorama, el que se convirtió en mi referente más importante fue Atahualpa Yupanqui.
Y si tengo que pensar en una canción de Atahualpa que me haya marcado especialmente, esa canción podría ser “El alazán”, pero más todavía “Piedra y camino”. Ambas han sido obras inspiradoras para toda mi generación. Es maravillosa la descripción que hace Don Atahualpa, en esta última, que consigue que uno sienta que puede mirar, asistir a eso que él describe en su canción. “Del cerro vengo bajando, camino y piedra, traigo enredada en el alma viday... una tristeza”. Es una composición que habla de la soledad que tiene el provinciano, de la tristeza que significa estar en ese paisaje, que a su vez también es impactante. De la inmensidad del cerro y el ser humano en ese acto. La fuerza interior de su destino lo sentencia a aceptar: “De un sueño lejano y bello viday, soy peregrino”. Es tremendo en su relato de la soledad; cuando abre la segunda parte, en su desgarramiento interior, dice: “Por más que la dicha busco, vivo penando, y cuando debo quedarme viday... me voy andando”. Sólo su alma y el silencio son testigos de la felicidad que le produce la tierra, la belleza del paisaje, el sentirse parte del mismo, y la indomable necesidad de partir, siempre fiel al mandato de su destino. “A veces soy como el río, llego cantando. Y sin que nadie lo sepa viday, me voy llorando”. A mí ese texto siempre me ha golpeado, con su mirada tan simple, que es algo que yo he tratado de desarrollar en mis propias composiciones. Creo que nosotros somos paisaje dentro del paisaje, y eso nos genera la cosa más maravillosa que podemos sentir por un lugar.
Pienso en él, en Atahualpa y su “Piedra y camino” a la hora de emprender la descripción del paisaje. Creo que una de las canciones en las que mejor conseguí transmitir ese espíritu con que Atahualpa expresaba su sentir, es “Soy de la tierra”. Una obra que compuse cuando era muy joven, y que está grabada en mi disco Mi origen y mi lugar. Es como un manifiesto de nuestra idiosincracia, la del santiagueño, un tema que tiene mucho que ver con mi vida, que sigue de cerca mi infancia y mi adolescencia, esos tiempos en los que nos llegaba tan poca música. Yo he nacido en el barrio 8 de abril y me he criado en el Tala Pozo, la zona sur de Santiago; y en mis canciones he contado parte de la historia que viví en ese lugar. Hablo de los grandes jumiales donde jugábamos a las escondidas. El jumial es donde crece el jume, una planta que nace en zona salitrosa, y que para nosotros es muy simbólico e importante, porque una vez seca la planta hacíamos las famosas fogatas para jugar ahí. En mis canciones también hablo de los foquitos, porque en la ruta 9 –la que sale a Córdoba y que en ese momento era nomás una calle muy angosta– había apenas una luz cada dos cuadras, que para nosotros era muy importante; era la luz que a veces no teníamos en nuestras casas porque era un barrio humilde.
Hablo también de la geografía de mi infancia, ubicada entre la ciudad y el campo: la ciudad era de la calle Solís –donde jugábamos con los otros chicos– a la mano derecha entrando desde Córdoba. A la izquierda empezaba el campo, y nuestro barrio, con la acequia Belgrano arbolada, cruzando toda la ciudad de sur a norte, construida por los jesuitas. Como me ha enseñado Atahualpa, hablo de lo que conozco, lo que he visto, e intento transmitir mi sentir en esa descripción; hablo de todo eso que ha sido fundamental para mí porque ahí jugábamos todos los días en la infancia y nos juntábamos en la adolescencia por la noche. Toda mi forma de expresarme en las canciones ha nacido de ese lugar. Del lugar donde uno se crió, de lo que conoció, nace el arte de uno. Eso es algo que uno aprende escuchando a Don Atahualpa. Se aprende, como en “Piedra y camino”, a hablar de las necesidades básicas de todo ser humano en paisajes grandes y ciudades pobres, como la ciudad de Santiago del Estero en la que me crié.
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