Domingo, 14 de febrero de 2010 | Hoy
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Wisconsin Death Trip (1973) es una serie de fotografías que retrata un oscuro y agitado viaje psicológico a través de un pequeño pueblo rural de Black River Falls durante la Depresión de 1890. Mediante archivos locales, diarios, extractos y el ojo a lo Diane Arbus del fotógrafo del pueblo Charles van Schaick, la serie captura la vida rural de los pueblos del Oeste americano, mostrando la creciente urbanización que derivó en crímenes, enfermedades mentales y violencia. Una nueva mirada que denuncia la contracara del sueño americano. Michael Lesy, un joven historiador, reunió en 1973 el material con un gran sentido del impacto y la urgencia psicológica. En el año 2000 se hizo una película basada en este libro, cuyo director fue James Marsh. Por su parte, Michael Lesy mantuvo esta línea de denuncia en sus posteriores trabajos de investigación y fotografía, reflexionando acerca de la imagen y sus conexiones con la historia social.
Por Alessandra Sanguinetti
Alrededor de los 9 años empecé a husmear en los libros que mi mamá tenía en la mesa del living. Ahí encontré uno de Dorothea Lange, otro de “Chim” David Seymour, y de Lartigue. Y ahí también encontré Wisconsin Death Trip, de Michael Lesy: un libro que retrata la historia de un pueblo en Wisconsin a principios del siglo XX. Lesy recopiló aquellas imágenes que había sacado un fotógrafo local en ese entonces, con recortes de diarios y anotaciones de asilos mentales de la época. Todos los personajes retratados que de allí emergen, se caracterizan por irradiar expresiones muy intensas y melancólicas, que parece que te quemaran con sus miradas.
Algunas fotografías están intervenidas, transformándose en señales arbitrarias hechas por el autor. Por ejemplo, una foto de una pareja y su hija delante del rancho, en donde la pequeña tiene dibujado un círculo negro a su alrededor, sin ninguna explicación racional. Este tipo de marcas crea la noción de que hay una historia por detrás, algún drama, o una pregunta que no está relatada, que solamente aparece sugerida. Me llamó especialmente la atención la primera oración en la introducción del libro de Lesy: “(...) Las imágenes que está por ver son de gente que alguna vez estuvo viva”. Era un gran cambio del acostumbrado “érase una vez” que nos acompaña desde chicos. Recuerdo que esta oración, junto con la foto de una niña muerta en su cajón, hizo que me diera cuenta por primera vez de que yo también me iba a morir algún día.
En aquel momento, mi primera reacción fue pedirle a mi mamá una cámara, que tiempo después llegó a mis manos: una Kodak chiquita. Me propuse entonces fotografiar todo aquello que más quería, para asegurarme que cien años más adelante se supiera de nosotros. Las primeras fotos de mis amigas, o de mis animales, las saqué (literalmente) en forma de diamante, con la idea de mostrarlos como joyas preciosas. Es difícil explicar por qué ciertas imágenes nos acompañan por tanto tiempo. Quizá de pronto se produce el efecto de impresión, como con los gansos: lo primero que ven lo consideran su mamá, y lo siguen a ciegas. La foto de la nena en el cajón junto con otras imágenes de Wisconsin Death Trip determinaron, de alguna manera, esa forma de relacionarme con la cámara y de describir lo que veía.
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