FAN › UN FOTóGRAFO ELIGE SU FOTO FAVORITA: DANIEL MUCHIUT Y LOS CUERVOS DE MASAHISA FUKASE
› Por Daniel Muchiut
Hace un par de años, buscando autores para proyectar y estudiar en los talleres de fotografía, mi amigo Gabriel Díaz me acercó el libro The Solitude of Ravens (La soledad de los cuervos), del fotógrafo japonés Masahisa Fukase. Me lo dio mientras me decía que “le diera tiempo”, repitiéndome la misma frase que había utilizado una vez en un viaje espiritual que hicimos para acercarnos a la obra del gran Robert Frank en Nueva York, en su muestra retrospectiva Moving Out.
Yo mismo le volvería a repetir muchas veces esas palabras, porque acuñan una gran verdad: hay obras que necesitan de su tiempo, de su espera, para hacer efecto, para despertarnos de nuestra propia comodidad, la de querer ver en un solo golpe de vista todo lo que puede transmitir una gran imagen.
Y éste fue el efecto que me produjo La soledad de los cuervos, el libro quizá más oscuro e iluminado que he visto.
Después de separarse de su mujer, hundido en una gran depresión, Fukase empieza un trabajo fotográfico que llevó adelante durante diez largos años, dando a luz este ensayo triste, trágico y solitario.
Desde el comienzo, el libro se vuelve inquietante y oscuro. Cuervos que nos sobrevuelan presagiando desgracia. Se sospecha que algo puede ocurrir, que nada feliz puede pasar; y al avanzar por sus páginas, lentamente nuestros cuerpos parecen cubrirse de plumas negras, nuestra boca se transforma en pico y nuestras manos en filosas garras. Los seres humanos nos ponemos el manto oscuro de la desolación.
Y en este desconcierto aparece una fotografía que siempre me fascinó.
Se ve el mar, impenetrable. Las aguas calmas emanan un vapor que no hace más que incomodarme. Adelante, unos pájaros oscuros nadan sin rumbo preciso, al igual que un bote se adentra en las profundidades, se interna en la niebla espesa. ¿Hacia dónde van? ¿Se despiden de este mundo? ¿Qué simboliza esta imagen? ¿Es el infierno?
Fukase nos da una lección; que lo importante es el camino y no el resultado, que siempre vale la pena transitarlo, por menos respuestas que conozcamos.
Este artista trabajó durante diez años sin dirección aparente, buscando respuesta a su tristeza, y esto quizá sea lo más hermoso que nos pueda brindar el arte. Nos dice que la vida es un sinsentido, que pequeños gestos como el de Fukase, llenos de amor y entrega, nos dan un pequeño alivio a nuestras penas.
Así como no podemos sostener mucho tiempo una mirada, tampoco podemos sostener mucho tiempo la alegría.
La soledad de los cuervos fue su último trabajo, antes de que cayera en coma, al caerse de la escalera de su casa.
Daniel Muchiut expone El Matador y María los días 16, 17 y 18 de abril, en La Sala de Toma (Chile 1151, tocar timbre). A partir de las 19.
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