FAN › UNA ACTRIZ ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA: MARICEL ALVAREZ Y SACRIFICIO, DE ANDREI TARKOVSKI
› Por Maricel Alvarez
Durante algún tiempo, sobre todo en mis épocas de estudiante, confeccioné mentalmente listas de películas, libros, músicas u objetos que, si tuviera que salvar de un siniestro –en mis fantasías, casi siempre un incendio–- serían las que no podrían ser de ninguna manera abandonadas en la huida. Elegir, en cualquiera de los rubros, era siempre tortuoso, me sumía en la mayor de las resignaciones o de las frustraciones... Esas listas iban cambiando según mi estado de ánimo, los nuevos descubrimientos, las influencias de los maestros, los caprichos de alguna moda pasajera, etc.
Pero Sacrificio, de Andrei Tarkovski, era siempre la película que yo elegía salvar. Me bastaba recordar cualquiera de sus fotogramas para estremecerme como sólo lo hacemos ante una obra de arte total, de una inmensa humanidad, de una belleza arrolladora y dolorosa.
Durante la celebración, en su hermosa casa de campo, del cumpleaños de Alexander (un intelectual de gran capacidad espiritual y éxito), se declara la Tercera Guerra Mundial, que amenaza con destruir toda vida en la Tierra. Alexander tiene una revelación y en un arrebato de profunda desesperación se ofrenda a sí mismo en sacrificio –renunciando a todo lo que posee y ama– para cambiar el destino del hombre, para evitar la catástrofe (¿nuclear? Lo presentimos, pero nunca lo sabemos con certeza, pero sí sabemos que constituye una amenaza para la humanidad en general). Cuando descubre que el orden del mundo, aparentemente, ha sido restituido, Alexander acabará incendiando su casa y cumpliendo así con su promesa. Este es, en breves palabras, el argumento de Sacrificio.
Son dos las escenas que me quitan el aliento de esta película, la última de Tarkovski, quien –dato que nunca dejó de conmoverme– logra terminarla con muchas dificultades (exiliado por decisión propia, ya que en la Unión Soviética no podía hacer el cine que quería, peleándose con sus productores por la extensa duración del film, sorteando problemas que lo obligan a filmar dos veces una escena costosísima y de gran complejidad técnica), poco tiempo antes de morir, ya muy enfermo, de un cáncer terminal.
1. La escena de la plegaria:
Un inmenso Erland Josephson (¿Un actor? ¡Una verdadera fuerza de la naturaleza!), arrodillado, con los ojos vidriosos, dice a cámara, con un hilo de voz: “Te daré cuanto poseo. Renunciaré a mi querida familia; destruiré mi casa. Me volveré mudo, no volveré a hablar con nadie. Renunciaré a todo lo que me ata a la vida... si tú haces que las cosas vuelvan a ser como antes. Como esta mañana, o ayer”. Con su cara bañada en lágrimas, se acurruca en un sillón y se sume en el más profundo de los sueños.
2. La quema de la casa:
Plano-secuencia excepcionalmente largo, doloroso y bello en que Alexander, como habitado por la locura, cumpliendo su promesa, prende fuego a la casa. Junto a esa casa, arde toda su vida anterior, pero eso no importa, porque el mundo vuelve a caminar y se ha salvado gracias a un solo hombre, que ha renunciado a todo, incluso a su adorado hijo.
Hace poco vi un documental que Chris Marker le dedica al maestro, llamado Un día en la vida de Andrei Arsenevitch. Allí se lo ve a Tarkovski, ya internado debido a su avanzada enfermedad, en pleno proceso de edición de Sacrificio y resistiendo una terapia de químicos para combatir el cáncer. Recibe en su cama de hospital la visita de su hijo recién llegado de Rusia, a quien no ve desde hace cinco años. Intercambian palabras –pocas–, sonrisas, abrazos. Como lo hacen Alexander y su hijito debajo del árbol en algún pasaje de la película. Ambas imágenes son, para mí, parte de un mismo círculo. La ofrenda de Tarkovski como gesto de esperanza en los hombres y como legado a su hijo –a todos los hijos– es su maravillosa última película.
Maricel Alvarez protagoniza actualmente la obra Hécuba o el gineceo canino, basado en Hécuba, de Eurípides, y adaptado por Emilio García Wehbi en el marco del ProyectoClásico y con funciones en el VIII FIBA. La acompañan en el reparto Horacio Marassi, García Wehbi, y Nicolás Prividera. Los sábados 10, 17 y 24 de septiembre a las 21 (continuando todos los sábados de octubre y los tres primeros de noviembre en el mismo horario y sumándose el sábado 1º de octubre una función a las 18 en el FIBA), en la Sala Batato Barea del Centro Rojas, Av. Corrientes 2038. Entrada: $ 20. Más información: www.rojas.uba.ar
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