FAN › UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: BOOM BOOM KID Y “METAL MACHINE MUSIC, PART 1” DE LOU REED
› Por Boom Boom Kid
No sé si mi canción favorita es “Metal Machine Music, Part 1”. Pero estoy seguro de que es la que me hace volar más. Más alto y más lejos. La escuché en casa de un amigo mío, en San Francisco, California. Corría el año 1996 y yo estaba de gira por ahí con los Fun People.
Me acuerdo que dormía en el pasillo de una casa toda revuelta. El piso era de alfombra. Y, apilados junto a mí, había una cantidad de compactos y vinilos impresionante. El loco trabajaba en un sello discográfico y se gastaba todo el sueldo en rock. Así de fácil. Salía de la oficina y de ahí iba derecho a la tienda de discos.
En fin, en medio de esa montaña de discos, uno de ellos fue el que más me llamó la atención y despertó mi curiosidad. Era nada menos que Metal Machine Music, de Lou Reed, al que sólo conocía por la Velvet Underground. De ellos es otra de mis canciones favoritas, “Sunday Morning”, a la que escuchaba desde siempre. La supe versionar con Il Carlo. Pero también podría decir que de la Velvet me encanta “Stephanie Says”.
O sea que mi primera impresión cuando puse la parte 1 del “Metal Machine Music” fue: “¿¿¿Queeeé???”. Y, un segundo más tarde: “¡¡¡Bieeennn!!!”. ¡¡¡Aaaarrrggg!!! Me hizo sentir que no tenía ningún disco que realmente valiera la pena en mi casa. ¡Es increíble! Hizo que me olvide de cualquier fuzz que me gustara; de lo único con lo que simpatizaba del grunge; del punk más bastardamente tocado; de la hermosa desprolijidad de bandas como Venom o Television Personalities o Silver Apples; del bardo de Big Black, de Greg Ginn, de lo primero de Sonic Youth, de Napalm Death, de John Zorn, de Carcass o de mis adorados Einstürzende Neubaten. De todos y de cada uno de ellos.
“Metal Machine Music, Part 1” es ideal para ponerlo en un campo abierto, de noche y ponerte a remontar un barrilete... Te hace sentir que estás en el más allá, dirigiendo una nave espacial hacia Ultramina. Con esos sonidos tipo golondrinas que aparecen, ¡me hizo hacerme amigo de todos los teros de la zona! Para mí sólo es comparable con Damiao Experiença y su canción “Planeta Lamma”.
Y ésa es una... ¿influencia? No sé, pero sí le dije al productor Steve Albini que ese álbum me gustaba mucho. Y le pedí que no escatime barullo donde lo hubo en ese disco de Fun People que fue The Art(e) of Romance. Recuerdo que, mientras lo grabábamos, el tipo me sonreía cómplice en algunos momentos... Hahaha.
Aún sigo escuchando a “Metal Machine Music, Part 1”. Y todavía hoy es mi canción perfecta para un día al estilo de “Stop the City”, para ponerlo al palo y desconar a los que te desconaron. Pura avant-garde. Toneladas de todo y más. Lo más pesado, lo más denso. Heavy metal que hace honor a la palabra. ¡Y del mejor!
Recién vuelto de una extensa gira con la que atravesó Estados Unidos de costa a costa (San Francisco, Los Angeles, Chicago, Portland, Columbus, Nueva York, Boston, etc), Boom Boom Kid cierra el año con un recital el domingo 25 de diciembre a las 19 en Groove (Av. Santa Fe 4389).
Cuando Metal Machine Music vio la luz en 1975, las opiniones del público y de la crítica estaban divididas: mientras que algunos sostenían que el disco doble en su edición original era una declaración de principios artísticos, otros decían que se trataba de un gesto exagerado para dar por concluido un contrato discográfico; una provocación de cara al público; una sucesión de ruido electrificado sin fin. A kilómetros de distancia del formato canción o de cualquier estructura musical convencional, sus desafiantes y exploratorios 64 minutos de duración antecedieron al estallido punk y a las vertientes que más adelante serían conocidas como noise o música industrial, respectivamente. Reed registró el álbum en una grabadora de cinta de cuatro canales en su departamento de Nueva York. “Metal Machine Music, Part 1”, la pieza inaugural, ocupaba todo el lado A del primer disco con sus 16 minutos y 11 segundos de guitarras distorsionadas al mango, ruidos, efectos, acoples y delirios sonoros al por mayor. Y así con las tres partes restantes, hasta completar las cuatro caras del doble vinilo. ¿Qué tenía en mente el autor de temazos como “Sunday Morning” o “Walk on the Wilde Side” a la hora de pergeñar semejante obra? Imposible saberlo. Aunque, como él mismo confesaría más tarde en una entrevista: “Bueno, si alguien llega al último tema del disco seguro que va a quedar más estúpido (dumb) que yo”.
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