FAN › UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: FRANCO LUCIANI Y “DON’T GIVE UP” DE PETER GABRIEL
› Por Franco Luciani
Aunque es cierto que mi elección más obvia hubiera pasado por el tango o el folklore, me tiró más esta canción de Peter Gabriel, un artista que, después de todo, siempre tuvo una especial cercanía con las músicas étnicas, los sonidos propios de buena parte del “resto del mundo” con ritmos folklóricos ajenos a su tierra, latinoamericanos y africanos.
Le debo haber empezado a escuchar y apreciar a Gabriel a mi viejo, un melómano fanático de toda la música, y en especial del jazz, pero también del rock en inglés. Fue él quien entre muchas otras cosas me hizo escuchar al autor de “Don’t Give Up” cuando yo era chico. A la hora de enseñarme a querer la música, era riguroso como otros padres lo son para mandar a los chicos a hacer la tarea: en lugar de decirme “andá a ordenar la pieza” o “hacé tu cama”, me decía “vení, ¡escuchá esto!”, y me calzaba los auriculares, conectados a algunos de sus muy preciados discos de vinilo –-y eventualmente también a los CD–. Como diciendo: “Si salís con tus amigos, ¡primero ordená tu habitación!”, pero con la intención de compartir música. Eso fue con todos sus hijos y desde muy pequeños. Por parte de mi madre y de mi padre siempre hubo profesionales músicos en la familia.
Mi viejo, entre muchos estilos, siempre me hablaba –y hoy sigue haciéndolo– de su preferencia por el rock británico en comparación con otros. Aunque es también un fan del jazz norteamericano, a la hora del rock siempre me destacó la musicalidad del rock inglés. Y definitivamente Peter Gabriel es un exponente de la mayor musicalidad del rock británico.
So es un verdadero ejemplo; un disco bien de los ’80, principalmente por el sonido característico de la época, pero que a su vez resulta aún hoy muy moderno. Temas como “Mercy Street” o “In your Eyes” son otras perlas bellísimas. En ese contexto, “Don’t Give Up” en particular es un tema que tiene algo muy ochentoso si uno lo mira desde el esquema del estribillo, y quizá se lo ha criticado por ello, pero a su vez, es innegable que es un estribillo que cumple de verdad con su función de llevarte de un lado a otro de la canción.
La traducción de “Don’t Give Up” es “No te entregues” y realmente es una canción cuyo estribillo genera energía positiva, o al menos es la imagen que a mí me produce: la de un impulso hacia adelante. El tema A es muy bello, pero más oscuro, y te prepara hacia ese estribillo que en su comienzo es como una luz al fondo del camino... de esos que uno espera durante todo el tema y uno quiere siempre volver a escuchar, de una belleza artística única.
Es una canción que era parte de los hits que se escuchaban en las FM por aquellos tiempos. Y de hecho es un tema popular que permite cualquier formato. Un ejemplo de eso es la reversión que el mismo Gabriel hizo en su reciente CD New Blood que grabó con orquesta, versionando muchas de sus obras y con unos arreglos excelentes y para nada convencionales. Por esa misma razón me permitió a mí también reversionarlo con aire de vidala en mi CD Acuarelas de bolsillo: una versión propia que hicimos con Diego Rolón, gran guitarrista y gran amigo, y que incluimos como bonus. Con Diego le dimos un toque andino, agregándole unas cajas, unas armónicas, y sin embargo, no sólo seguimos muy de cerca la versión de Gabriel casi sin modificarla, sino que creo que todo eso que le aportamos ya estaba en la canción de manera latente, y que todos esos ritmos ligeramente ajenos a la cultura de su autor en realidad tienen que ver con él, que ha investigado otros ritmos y ha puesto, por ejemplo, coros africanos en sus canciones. El encanto de “Don’t Give Up” llega hasta ahí también: es única y a la vez es universal, su introducción instrumental es bellísima, ese bajo que viene caminando y va construyendo una emoción que sube y produce como un estallido fascinante. El final, tribal, expresa ese ir y venir entre Occidente y otros mundos que ha marcado la obra de su autor. La letra –que se inspira a partir de la debacle económica en EE.UU. y el Reino Unido en los años ’80, y el enorme desempleo– es de esas letras líricas, hermosas, que además admiten su traducción y se entienden y transmiten a la perfección su mensaje en cualquier idioma, pero sigue siendo el empujón emocional del estribillo lo que motoriza la canción, las imágenes que genera en ese envión de los sentidos, el videoclip que uno podría hacerse con todas esas imágenes.
Se trata de una canción que te atrapa, que se impone primero por su melodía, esa manera en la que crece y se vuelve emocionante, que te apela de manera directa, te habla, te da fuerzas para enfrentar la adversidad. Todo eso –todo ese impulso vital, ese ánimo positivo, ese ir para adelante– está en la letra, pero como me ha pasado con tantas canciones que me fascinaron a lo largo de la vida, originalmente yo ni siquiera sabía qué es lo que decían sus versos, no tenía idea de esa declaración de supervivencia, simplemente lo sentía en su construcción melódica.
Mi fascinación con esta canción debe tener que ver también, acaso, con que llegó a mí en el momento indicado: yo tendría unos diez años, ya estudiaba música y estaba en plena etapa de descubrimiento. Si uno tiene diez años y está empezando a aprender a emocionarse con una canción, la aparición de un disco como So –que tiene una gran cantidad de temas increíbles, uno mejor que el otro– puede tener un efecto verdaderamente tremendo.
En mi casa persiste aún la costumbre de sentarse a escuchar música. En general, cuando voy a tocar a Rosario, pocas veces tengo tiempo para pasar por la casa de mis padres. Pero hoy sigue sucediendo que cuando llego a mi ciudad con algo de margen antes de la prueba de sonido, paso un rato por ahí. Siempre que llego, mi mamá me saluda y me dice “Hijito, voy a preparar unos mates”; mi papá, automáticamente me lleva –si estoy con algún colega músico que me acompaña para tocar, nos lleva– al lugar que se armó con un Blue Ray y me hace sentar a ver y escuchar algún DVD. El se queda paradito escuchando y disfrutando, pero también a modo de “centinela”, controlando que estemos escuchando con atención. Cuando pone el audio por aire y suena fuerte, ni bien empiezan a temblar los vidrios de las ventanas, se escuchan los gritos de mi madre querida pidiendo bajar el volumen y detener el terremoto.
Como cierre de su Gira Argentina 2012, Franco Luciani & Federico Lechner grupo tocarán mañana, lunes 3, a las 21 en Boris Club de Jazz, Gorriti 5568 (CABA). Allí presentarán en vivo su disco Falsos límites y anticiparán temas del próximo, Gardelerías. Los acompañan los músicos Andrés Litwin (batería) y Pablo Motta (contrabajo). Entradas desde $ 50, a la venta a través de www.tuentrada.com o por boletería.
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