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Domingo, 24 de septiembre de 2006

SALí

Al teatro

 Por Carolina Prieto

Chéjov adaptado

Daniel Veronese y su particular versión de Tío Vania.

Segunda incursión del director y dramaturgo Daniel Veronese en la obra de Antón Chéjov. Espía a una mujer que se mata es una particular versión de Tío Vania sin escenografía ni vestuario decimonónicos, casi sin artificios técnicos. Por el contrario, la acción se desarrolla en un espacio deteriorado que el director utilizó para una obra muy anterior, Mujeres soñaron caballos, y los personajes lucen todos tan contemporáneos y verosímiles en su desazón como cualquier mortal de estos días. Veronese condensó el tiempo, insertó diálogos de Las Criadas de Genet, breves textos de Stanislavsky y algunos propios que se amalgamaban con naturalidad. El pequeño espacio escénico, bien aprovechado en sus recovecos, es el epicentro para los cruces de una familia desvencijada económica y moralmente. Sólo un hombre mayor (el profesor Serebriakov, primer marido de la hermana de Vania) pudo asegurarse un bienestar material a costa del resto de la familia (que no supo ni pudo defenderse) y casarse en segundas nupcias con la joven mujer que todos desean. Los demás, con tío Vania (en un gran trabajo de Osmar Núñez) y su sobrina Sonia (María Figueras) a la cabeza, navegan en la melancolía, el tedio, la confusión y arrebatos de deseos tan intensos como efímeros, como si la felicidad o algo parecido fuera imposible, estuviera en otra parte. La belleza de los diálogos (sobre el sentido del arte, la confianza en la fuerza personal y el valor de los sueños) se despliega como un remanso para el frenesí que sostienen los personajes, desaforados en su afán por conseguir algún tipo de satisfacción y aniquilando todo ritmo bucólico.

La primera entrega de una relectura chejoviana fue Un hombre que se ahoga, espectacular versión de Tres hermanas. Sólo queda unir en una misma frase ese primer título al segundo (Un hombre que se ahoga espía a una mujer que se mata) para vislumbrar una imagen del universo del autor ruso, conmovedora e irritante.

Espía a una mujer que se mata. Viernes y sábados a las 21, domingos a las 20, en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960. Reservas al 4862-0655).

Otro vértigo

Teatro corporal de la compañía Buster Keaton.

Si bien la actividad teatral es incesante en Buenos Aires, los elencos estables son unos pocos y los que se dedican al teatro corporal, menos aún. Más allá de las proezas aéreas de De la Guarda y de la irreverencia de El Descueve, la compañía Buster Keaton, creada en el ’96 por Pablo Bontá y Héctor Segura, cultiva un perfil más bajo y precisas dosis de rigor, poesía y humor, que lo vuelven tan atractivo o más que los otros. A pesar de no desafiar la altura ni de cultivar la provocación, no escapan a una peculiar forma de vértigo: despliegan un gusto casi artesanal por los detalles, por la fuerza expresiva de los gestos más mínimos, por el ritmo y la velocidad de las acciones, por el ridículo y las zonas oscuras.

Retame Zárate es el octavo espectáculo del grupo: cuatro mujeres y dos hombres, alineados y en ropa interior, se visten en penumbra en compañía de una especie de entrenadora, sentada en su mesita con papel y cronómetro. Desde su lugar, ella controla los tiempos del sexteto, que durante cuarenta y cinco minutos, no hará otra cosa que caminar en líneas rectas y diagonales por el espacio provocando encuentros y choques entre los personajes. Allí es cuando el tiempo regular se detiene y da lugar a interacciones inquietantes, cargadas de fuerza dramática, sorpresa y humor corrosivo. Situaciones muy poco modositas entre una señora bien, dos mendigos (excelentes trabajos de Emmanuel Zaldúa y Lara Hernaiz), dos colegialas y un entusiasta joven de traje y misteriosa caja en sus brazos. Violencia, egoísmo, desenfreno, curiosidad y erotismo sin ayuda de palabras y en un marco gris, fantasmal (muy acertados el vestuario y el maquillaje con toques expresionistas), autómata y enloquecedor, muy parecido al de cualquier callecita porteña en hora pico.

Retame Zárate. Viernes a las 23, en el Teatro La Tertulia, Gallo 826. Reservas al 6327-0303.

Regreso a las tablas

Humor grotesco en una parodia de la fauna teatral.

“Te odio actor pero sos el único que me entiende”, reza el programa de Kuala Lumpur, la segunda creación del Grupo Sanguíneo junto al director Gustavo Tarrío, el artífice de algunos de los montajes más singulares del circuito alternativo porteño, como 3ex, Los Ríos o Decidí canción. Este nuevo espectáculo habla precisamente del mundillo de los actores, pero de uno muy especial, poblado de vanidades, excentricidades y excesos, tal vez más cercano al rock o a la televisión, desde un humor grotesco, desenfrenado y con aires trash.

Después de la elogiadísima Afuera (sobre el encuentro en una azotea de una pareja en disolución y de un binomio madre-hijo muy deteriorado), Lorena Vega, Valeria Lois, Martín Piroyansky y Juan Pablo Garaventa encarnan a un grupo teatral que, tras una larga separación y una más lejana fama, se juntan para ensayar la conferencia de prensa en la que anunciarán su regreso a las tablas. Miradas extraviadas, snobismos de toda clase, patines y trajes peludos advierten desde el comienzo el tono disparatado del espectáculo, que avanza a través de sucesivos flashbacks. Así desfila el derrotero de un elenco que no se privó de nada (desde las más variadas tendencias teatrales hasta drogas y sexo de todo tipo), como algunas escenas imperdibles de las obras que marcaron su trayectoria. El encadenamiento de las situaciones es muy fluido: absorbe ritmos musicales, cambios de luces y un increíble juego escenográfico con un único recurso (la banqueta en la que se sientan para hablar a la prensa), como encuadre para una parodia vertiginosa y ácida de la fauna teatral. El despliegue corporal y la entrega del elenco son notables; Vega (con una variedad de matices asombrosa) y Lois (pura intensidad), dos intérpretes arrolladoras para no dejar pasar.

Kuala Lumpur. Jueves a las 21 y viernes a las 23.30, en Espacio Callejón, Humahuaca 3759. Reservas al 4862-1167.

Naúfrago delirante

El nuevo unipersonal de Damián Dreizik.

Los seguidores de Damián Dreizik, ex integrante del dúo Los Melli junto a Carlos Belloso, pueden disfrutarlo sólo en el escenario durante casi una hora. El talentoso actor, capaz de jugar y deformar el lenguaje hasta descubrir nuevos sentidos y anular otros, se animó al unipersonal con dirección de Vanesa Weinberg, su pareja. En La Maña, cuyo guión le pertenece, es un naúfrago varado en una isla desprovista de casi todo y, para colmo, él no cuenta con las más mínimas aptitudes para afrontar las cuestiones prácticas que se le avecinan. Hacer fuego, pescar, improvisar algún tipo de refugio. Desafíos le sobran, pero asegura no tener ninguna capacidad para ellos y lo que es peor: lo cree tan firmemente que ni lo intenta. Sólo le resta entonces lanzarse de lleno a lo único que puede hacer: largos, desconcertantes, delirantes monólogos, donde se pregunta y se responde sobre sus dificultades, enrollándose también en otros temas que le resultan tan escabrosos como, por ejemplo, producir algunas chispas. Se las ingenia para plantear, escapando a toda solemnidad, algunas cuestiones existenciales, y dejar en claro que en una ciudad con más comodidades acaso no le iría mucho mejor.

Es cierto, no hay grandes novedades ni sorpresas. Si, el placer —de a ratos embriagador, otros no tanto— de dejarse llevar por las asociaciones, los juegos de palabras, el absurdo y la adorable torpeza de un intérprete que compromete más que otras veces su cuerpo para enriquecer la creación. El espacio es chico: el café-concert del Centro Cultural de la Cooperación le sienta bien; un pequeño ámbito, apenas habitado por una roca que sufrirá acoso sexual e iluminado en tonos azules, basta para enmarcar al antihéroe.

La maña. Sábados a las 20.30 y a las 22.30, en la Sala Osvaldo Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543. Sin reservas.

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