Domingo, 15 de agosto de 2010 | Hoy
SALí
Por José Esses
La Popular: parrilla, pastas y decoración democrática
Los escudos de River, Rosario Central, Vélez y varios clubes más adornan la fachada. “Carnes, restó y mucho fútbol” anuncia el cartel que está en la puerta de La Popular, en la esquina de Lavalle y Mario Bravo. Nadie podrá decir que no le avisaron con qué se iba a encontrar al cruzar la puerta. El amplio local está decorado, en cada pared, en cada rincón, con algo relacionado con el fútbol. Del techo cuelgan camisetas de todas partes del mundo, una repisa guardapelotas de distintas épocas. Viejas ediciones de El Gráfico fueron enmarcadas para que sus ídolos no sufran el paso del tiempo y hasta los referís, siempre insultados, tienen su homenaje con fotos de Héctor Baldassi, una chomba de Francisco “Siga Siga” Lamolina y tarjetas amarillas y rojas dedicadas al dueño del lugar. La decoración es democrática y hay lugar para todos. Desde remeras de clubes del ascenso hasta una de la Selección con el 10 en la espalda y la firma del Diego. Los curiosos que quieran descubrir los detalles más escondidos encontrarán imágenes de José Luis Chilavert y César Menotti abrazados al parrillero y también recuerdos del primer mundo futbolín, como Luis Figo, Diego Forlán y Fernando Gago.
El menú se divide en dos grandes opciones. Primero y principal: parrilla. Mollejas, pechito criollo, asado, vacío, bondiola, matambrito tiernizado. Todo recomendable y con ensaladas o provoleta como acompañamiento. Consejo: manejar con cuidado los cuchillos que son afiladísimos y de un talle más grande que el habitual. El otro fuerte de La Popu son las pastas caseras: sorrentinos, ñoquis, canelones, ravioles y spaguettis con las salsas clásicas. A la hora de los postres, se mantiene el buen nivel, sin lugar para las sorpresas o la innovación: flan con dulce, mousse de chocolate, fresco y batata, panqueques y helado. Para contrarrestar tanto espíritu de vestuario masculino, las mesas de mujeres solas los miércoles tienen 25 por ciento de descuento.
La Popular está en Lavalle y Mario Bravo, abre todos los días y recibe pedidos al 4861-9702 y 4861-6378.
El Banderín, café, picadas y ocasional programa de radio
“¿Para qué voy a tener un mozo si la gente quiere que la atienda yo, charlar conmigo?”, pregunta Mario Riesco, dueño de El Banderín, que fue abierto por su padre en 1923. Atiende el pequeño local desde la barra y las mesas están llenas de jóvenes. El los prefiere a la gente grande. “Te hablan dos horas y no toman más que un café.” Por cierto, su café es uno de los mejores de la zona, bien fuerte. De sus paredes cuelgan 420 banderines de todas las épocas, países y colores. “Y tengo un montón guardados. Los traen los clientes.” Además de la cafetería, la especialidad son las picadas, que incluyen quesos duros, longaniza, cantimpalo, aceitunas. La personal sale $ 25 y la grande $ 45. La porción generosa de jamón crudo italiano está a $ 16 y el Fernet no tiene precio fijo. “Cada uno se lo arma a piaccere y le cobro según cuánto se ponga: $ 10 o $ 12.” La cerveza de litro sale $ 20 y $ 12 el café con leche con facturas.
La decoración no se limita a banderines. Hay una camiseta de la Selección autografiada por Claudio Paul Caniggia, fotos con Angel Cappa y posters de El Gráfico. Mario es fanático de River, así que hay varias camisetas autografiadas, posters de Saviola y una foto gigantesca con Daniel Passarella. “Mi hijo llamó a un programa que era parecido a Sorpresa y media y lo trajeron acá. Siempre fue mi ídolo. Nos tomamos una botella de Gancia que tenía más de 60 años.” El tango suena a toda hora, hay cuadros de Gardel, Piazzolla y una artesanía que los presos de Caseros le regalaron a Troilo cuando tocó en la cárcel. Los lunes, el programa La vuelta olímpica, de Radio Belgrano, transmite desde El Banderín y lo tiene a Mario como columnista. “Mando cada bolazo que no se puede creer”, se sincera.
El Banderín abre de lunes a viernes de 8 a 22 en la esquina de Guardia Vieja y Billinghurst.
El Museo de la Pasión Boquense: es un sentimiento
Una estatua de Diego Maradona da la bienvenida al Museo de la Pasión Boquense. Con la mano en el corazón y el ceño fruncido, posa junto a cientos de turistas (mayoría de brasileños) que todos los días desfilan por las dos plantas que fueron inauguradas hace 10 años. El recorrido arranca con un mural en el que están las fotos de todos los jugadores que disputaron al menos un partido profesional para Boca desde 1931. “La pasión: un sentimiento en 360º” es un show audiovisual en el que se intenta revivir, en pantallas gigantes y sonido envolvente, el aliento de La 12 en cada partido. En distintas vitrinas se pueden ver carnets de todas las épocas, medallas y recuerdos de momentos históricos, como un guante utilizado por Oscar Córdoba en una final de Copa Libertadores o una casaca marca Olan que usó Maradona en su regreso en el ‘95. La última atracción de la planta baja son todas las versiones de la famosa azul y oro: la que tenía cordones en el cuello, el primer sponsor “Vinos Maravilla”, la Fate de los ochenta y las de diseño más moderno, con detalles dorados, de la era macrista. En el primer piso se encuentra la piedra fundamental de La Bombonera, un panel dedicado a todos los técnicos y también gigantografías con ídolos actuales, como Palermo y Riquelme, para que los visitantes se saquen fotos. El rincón de “La gloria” guarda una reproducción de una Copa Libertadores, muchísimos trofeos, documentos e indumentaria que vistieron ídolos como Rattín y Marzolini. En varias computadoras se pueden leer todas las estadísticas de Boca y recordar goles históricos.
La visita por el Museo cuesta $ 28, con una recorrida express el precio asciende a $ 35 y por $ 40 se accede al recorrido guiado por La Bombonera, que incluye escalas en los vestuarios, los palcos, las plateas y la popular. La foto en el campo de juego con la Libertadores sale $ 30.
El Museo de la Pasión Boquense queda en Brandsen 805 y está abierto todos los días de 10 a 19.
A los Amigos: tan acogedor que dan ganas de hacerse habitué
Comer en A Los Amigos es como sentarse un rato en el living de la familia de Hugo, dueño y heredero del local que abrió su abuelo hace 62 años. Distintos parientes se encargan de las tareas del lugar, como la atención, la comida y la limpieza. Las mesas y sillas, amplias, cómodas, parecen haber salido de la baulera familiar. La decoración combina al fútbol con otros referentes argentinos, como Fangio, Olmedo, Perón y Monzón. Las camisetas de Lazio, Boca, Napoli y All Boys, entre muchas otras, le ponen color a un local amplio, en el que nadie podrá quejarse por la cercanía del vecino. Las entradas descansan en unos fuentones cercanos a las mesas y resultan tentadoras: chambota, perdices al escabeche, vittel toné, bocadillos de acelga, aceitunas griegas y quesos esperan a ser servidos. Las pastas caseras son el punto más fuerte de la carta: sorrentinos, fucciles, ravioles y crêpes, siempre a $ 28, dejarán más que satisfecho a cualquiera que las pruebe. Los capeletini de pollo son riquísimos y también es muy recomendable la salsa Nigro, con crema, morrones y cebolla de verdeo. Hugo, que aparece en algunas fotos junto a Maradona, también sugiere el pollo a la Antelo, con crema y limón ($ 30), y el matambrito ($ 45). Las opciones para comer carne son algo limitadas pero mantienen la calidad de todo el menú. La chocotorta, más abundante que en los cumpleaños, es responsabilidad de la sobrina de Hugo y la abuela cocina una torta de mousse de chocolate y frutillas que es una delicia. La carta de vinos es amplia y mantiene precios razonables. La buena atención hay que ganársela: los habitués son tratados como si fueran de la familia, mientras que los desconocidos tienen que pagar derecho de piso.
A Los Amigos abre por la noche de lunes a viernes mientras que los sábados y domingos también atiende al mediodía. Queda en Loyola 701 y no hace delivery ni se aceptan tarjetas.
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