Domingo, 15 de agosto de 2010 | Hoy
DESPEDIDAS > ADIóS A ROBERTO CANTORAL
Por Angel Berlanga
“Murió Roberto Cantoral.” “¿Quién?”, preguntó mi padre del otro lado de la línea. Así contestaban todos alrededor, por acá, al contar qué había pasado. La noticia apareció el lunes en la primera plana de los diarios de México: que el autor de “El reloj” y “La barca”, dos clásicos del bolero, había muerto el sábado por la noche en Toluca, a los 80 años. En la Argentina del asunto casi ni se habló y no quiero hacerme el especialista, porque tampoco sabía quién era este hombre, que escribió varias canciones que fueron parte de la banda de sonido de mi infancia. “Reloj detén tu camino, porque mi vida se apaga”, y “Hoy mi playa se viste de amargura, porque tu barca tiene que partir” fueron versos muy utilizados en estos días por los medios para anunciar su final: es que cada una de esas piezas fueron grabadas por más de mil intérpretes. Como quería Yupanqui, la obra subsiste en el imaginario al tiempo que se esfuma el nombre del autor.
Tal vez Cantoral no acordara demasiado con la idea: hasta su muerte y durante 28 años, presidió la Sociedad de Autores y Compositores de México. Lo velaron en la sede de esa entidad: su tarea ahí en torno del cobro de derechos generó reconocimientos y también ásperas polémicas, como la de los herederos de Agustín Lara, que tras denunciar manejos turbios se retiraron de esa órbita. No parecían faltarle a Cantoral círculos influyentes en los que moverse: recibió un Grammy latino el año pasado, era amigo del capo del Concejo Mundial de Boxeo, José Sulaiman, y también asistía a reuniones con el presidente mexicano, Felipe Calderón, que se condolió públicamente por su muerte.
Arrancó en 1950 con el dúo Los Hermanos Cantoral, y siguió con Los Tres Caballeros: en YouTube puede verse al terceto de guitarristas en viejas presentaciones de televisión. Joan Baez hizo la versión más conocida de “El preso número nueve”, otro de sus temas con más de un millar de grabaciones. Es notable la cantidad de artistas que cantaron lo que escribió: Caetano Veloso (“La barca”), Joan Manuel Serrat (“Soy lo prohibido”), Plácido Domingo (“El triste”), Pablo Milanés (“Demasiado tarde”), Luis Miguel (“El reloj”), Linda Ronstadt (“El crucifijo de piedra”). Escribió más de trescientas piezas. Algunos otros intérpretes más o menos conocidos por aquí: Lucho Gatica, Los Panchos, Pedro Vargas, Olga Guillot, Mina, Sara Montiel, María Martha Serra Lima. Era, Cantoral, un grande entre lo que se llama “canción romántica”.
Con los mandatos de la Iglesia en auge durante los ‘50, posguerra mundial, Cantoral supo abordar en muchas de sus letras una zona caliente: cómo me gustaría, lástima que... Algo que pasó y ya no podrá volver a ser, algo que nunca pasará por hache o por be, qué lindo fue aquello y ahora mirá. Ideal para el franeleo, contenedor de la moral cristiana puesta en jaque por el deseo. Mi padre, que era el vocalista de la orquesta Alegría, en su Vega de Espinareda natal, andaba con los bolsillos llenos de coplas transcriptas en papeles, que iban de pueblo en pueblo. Algunas eran de Cantoral, pero él no lo sabía. A España, y también aquí, llegaban los discos de Javier Solís o Miguel Aceves Mejía con sus temas; la versión de “El reloj” de Feliciano ocupó el primer lugar en los rankings en la Argentina. Mi padre nunca entendió –y creo que todavía le parece incomprensible– que las parejas bailaran “sueltas”. Le daban algo de razón los marcadores de nivel de testosterona cuando pegaban un brinco en los boliches, en los ‘80, en el ratito en que pasaban lentos. Que no eran boleros, claro: hubiera sido un sacrilegio. Las voces finitas de los Bee Gees, en perspectiva, dan un poco de risa en torno de las ideas de lo in y lo out, que diría la revista Gente.
Cantoral escribió sus temas más conocidos en dos días de 1956, frente al río Potomac, en Washington, al final de una gira con Los Tres Caballeros por Estados Unidos. “Fue un romance muy bonito, un enamoramiento a primera vista con una muchacha que trabajaba en el show –contó–. Ella se volvía a Nueva York y yo a México. Me dijo, el día de la despedida, que tenía que marcharse a la mañana siguiente porque tenía compromisos con otra persona, que la perdonara. Sentí muy feo, son cosas que llegan muy al fondo del alma. Y entonces vi un reloj, en una pared, y pensé: ‘Qué pasaría si se parara’. Con todo respeto, con todo cariño, empecé a escribir el tema. Al día siguiente escribí ‘La barca’.”
Cantoral recordó la historia a una radio colombiana cuando tenía 70 años: dijo, ahí, que sus letras estaban hechas para la mujer. Mientras promocionaba un disco con versiones de varios autores de sus temas, vaticinaba que seguiría enamorado del amor hasta el último minuto de su vida. Cantó a capella esa vez: “Regálame esta noche, retrásame la muerte”.
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