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Domingo, 8 de enero de 2012

SALí

A comer cerca del río

 Por Cecilia Boullosa

Encanto retro en la Costanera

Los Platitos: quiero tu cuadril.

Hubo una época en que la Costanera Norte era un mundo de gente. Los carritos se apiñaban uno al lado del otro –llegó a haber más de 60 de los cuales hoy quedan apenas 8–, los domingos al mediodía la zona se volvía intransitable y de madrugada incluso era necesario hacer cola para entrar en los más populares. Ese mundo, como otros, ya no existe más. “En Buenos Aires se vivía de noche, a las 5 de la mañana en 1972 esto estaba lleno, otra época”, rememora sin nostalgia Antonio Bianco, gastronómico con más de 50 años en la Costanera y dueño de Los Platitos (y antes de Los Patitos). Entre todos los que miran al río, su restaurante es uno de los que mejor resiste el paso del tiempo y de las modas, tal vez porque no intenta adaptarse desesperadamente a éstas y, en cambio, se deja ser, orgulloso de su aire anticuado. Los tres salones, que pueden albergar hasta 500 comensales, son lo que uno definiría como ochentosos: paredes recubiertas en machimbre, sillas de caño y cuerina marrón –feas pero muy cómodas–, algunas plantas de interior colgantes y barcos en miniatura a modo de detalle decorativo. A pesar de la amplitud de sus salones, el rincón de Los Platitos que más cotiza es su famosa barra de metal. Comer un choripán ($ 16) o un sandwich de cuadril ($ 37), uno de los mejores de la ciudad, encaramado en una de las banquetas y mirando cómo trabajan los asadores, es una experiencia que cualquier porteño debería probar al menos una vez. O recomendarla a un turista de esos que siempre están en busca de la Buenos Aires real. Por jornada, se despacha un centenar de cada uno de los sandwiches, además de los de lomo y los de molleja ($ 48 ambos), también emblemáticos de esta barra. Todo debe acompañarse, para hacerla completa, con una porción de papas rejilla y el vino de la casa con soda.

Los que elijan comer en las mesas se van a encontrar con una carta amplia que por momentos, y en otra fuga hacia el pasado, parece el índice del libro de Doña Petrona. Hay un ítem Fiambres, otro Huevos, mucha fruta en almíbar, carnes rellenas, además de todas las entradas de la mesa navideña, desde vitel thoné ($ 29) hasta palta con salsa golf ($ 29). No falta el clásico bife de chorizo ($ 95, medio $ 55) y la colita de cuadril entera con fritas ($ 130). Para los que no son muy fanáticos de la carne, las pastas son una gran opción. Caseras, llegan a la mesa con salsas frescas y buen queso recién rallado en hebras. Y no son nada caras. Un plato de ñoquis con salsa de albahaca cuesta $ 31.

Bajo la atenta mirada de Bianco, que a los 86 años no deja de asistir ni un día a su local, Los Platitos sobrevivió a su época y no pierde vigencia.

Los Platitos queda en Av. Costanera s/n puesto 57. Teléfono: 4781-1499. Horario de atención: todos los días de 11 a 4.


Con espíritu explorador

Captain Cook: a la vera del Luján.

La asociación con el agua comienza por su nombre, un homenaje al valiente explorador y cartógrafo inglés, que terminó asesinado y devorado –literalmente– por los nativos de las islas Hawai luego de navegar buena parte del mundo, hace casi 300 años. Pero el vínculo no se detiene allí: sigue por su ubicación, frente al río Luján, en la costanera de San Fernando, y dentro de los límites de la Marina del Norte. Y también por su carta, que indaga en la cocina del sudeste asiático, con una importante presencia de pescados y crustáceos.

Inaugurado hace nueve años como un servicio para quienes concurren a la Marina, Captain Cook va mutando de acuerdo al momento del día y de la semana. Funciona como delivery, mercadito, restaurante tradicional y, todos los jueves, viernes y sábados por la noche desafía el paladar argentino con platos oriundos de países tan remotos como Laos, Filipinas, Camboya y Tailandia. Si bien hay un salón muy prolijo, de estilo despojado y formal en la planta baja, en las noches estivales se impone la terraza, desde la cual se ven las embarcaciones y llegan la brisa y el aroma húmedo y cautivante del río. El deck es chico, con espacio para unas 10 mesas, y está ambientado con lo justo: unas velas, unas sombrillas y muebles de jardín. No hace falta más.

¿Por qué cocina del sudeste asiático? La chef a cargo, Marta Ramírez, una mujer afable y creativa, es una enamorada de la región desde chica, cuando sus padres volvieron de una travesía por el mundo y trajeron consigo fotos, filmaciones y anécdotas de estos países. Al decidirse por la gastronomía, Ramírez comenzó a investigar en libros, buscó recetas y rastreó ingredientes –la leche de coco, el galangal, los pescados secos– para recrear la culinaria asiática.

Algunos platos ineludibles son el Kûng Kharalos, langostinos caramelizados con mix de verdes ($ 59), el famoso Pad Thai ($ 93), que puede pedirse bien picante, o el pollo Hekka, de origen hawaiano y relleno con vegetales y bambú. Los sabores maridan bien con cerveza o un Pinot Noir, y también con algunos cocteles, una cuenta todavía pendiente en la carta de Captain Cook. Entre los postres, una opción segura es la degustación de helados caseros ($ 40), deliciosos y con sabores de maracuyá, banana al rhum, leche de coco y, el más extraño, queso azul y batata. El costo promedio de una cena ronda los $ 150.

Además de en auto o por río, a Captain Cook se puede acceder con el Tren de la Costa, que circula hasta las 24 horas, y tiene una parada a unos 300 metros de la Marina. La caminata por una linda calle arbolada, que muchos eligen para correr o andar en bicicleta, es una buena antesala para una velada en la que, desde el minuto cero, el agua está muy presente.

Captain Cook queda en Marina del Norte (Del Arca y río Luján), San Fernando. Teléfono: 4725-7760. Todos los días de 12 al cierre; jueves, viernes y sábados por la noche, platos del sudeste asiático.


La inmensidad del Plata

El Muelle: comer sobre el río.

Visitar este restaurante es una forma de ir contra esa idea que circula, casi un lugar común, de que los porteños le dan la espalda al Río de la Plata. Y es que no existe en la ciudad un sitio que se adentre tanto –unos 300 metros– en esa inmensidad color de león que muchos confundieron con mar. Ubicado en el centenario Club de Pescadores, El Muelle es ideal para las noches claras y de luna llena, cuando la visibilidad se amplifica, o para las de sudestada, que con sus vientos y olas enormes también suman atractivo. Las tardecitas en el balcón, tomando una cerveza ($ 16) y viendo los aviones despegar, un poco aislados del mundo, también resultan encantadoras.

El restaurante funciona en el segundo piso de la casona construida en 1903 en lo que era el muelle de los franceses. Para llegar hay que subir por una antigua escalera de caoba. El salón es amplio, blanco y luminoso y tiene algunos boxes para los que quieren mayor intimidad. De todos modos, si los toldos están levantados, conviene siempre elegir las mesas de hierro del balcón aterrazado. En invierno, este espacio se cierra y calefacciona, perdiendo parte de su atractivo, por lo que conviene apurarse para visitarlo en verano.

Con Martín Sclippa como chef, la carta pone el foco en los pescados de mar, que llegan todos los días frescos desde Mar del Plata, aunque también hay algunos ejemplares de río (pacú a la provenzal con papas al verdeo, un muy buen dorado con papas estrelladas). Entre los de mar sobresalen la chernia (a la plancha con papas bouchon y habas o a las brasas con pimientos y berenjenas) y la estrella de la carta, el pez espada con ajo y vinagre de jerez. Los precios van desde los $ 60 a los $ 100. También hay variedad de arroces con mariscos o langostinos (se pueden compartir) y pastas con frutos de mar, gambas y salmón, como los fettucini y los ravioles negros, los orecchiette y los lingüini. El paraíso de quienes aman los pescados. En el rubro dulce, sobresale la degustación de crème brûlée ($ 33) y los postres con chocolates.

Una opción más económica es ir a El Muelle fuera del horario de las comidas. Para tomar una medida de whisky, una cerveza o un café, y quedarse un largo rato mirando el río. Y así, de a poco, ir neutralizando ese dicho que tanta mala fama hace a los porteños.

El Muelle queda en Avenida Rafael Obligado y Sarmiento, Costanera. Teléfono: 4773-2216. Horarios de atención: martes a jueves, de 8 al cierre.


Fotos: Pablo Mehanna

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