SALí
› Por Martin Auzmendi
Bodega Cervecera, un refugio refrescante
Cuando se piensa en las bebidas que, a lo largo de la historia, formaron el paladar nacional, aparecen los vinos de España y Portugal, la ginebra de Holanda, la caña de Paraguay, la cachaça de Brasil y el vermouth italiano, todas arribadas a esta tierra en los años de la Colonia. Pero por aquellos tiempos también hubo cervezas, principalmente británicas. Pronto, este fermento de cebada y lúpulo comenzó a elaborarse en el antiguo Buenos Aires, iniciando una tradición que no sólo nunca se detuvo, sino que creció de manera significativa. Así, pasó de ser un refresco de verano a convertirse, en los últimos 10 años, en la bebida alcohólica más consumida del país. En esto ayudó la diversificación de la escena cervecera, con el surgimiento de decenas de estilos distintos. Cientos de productores artesanales, chicos y medianos, comenzaron a elaborar cervezas a la sombra de los gigantes industriales, y aunque el fenómeno es pequeño en volumen, es intenso y moviliza a miles de fanáticos. Hay etiquetas elaboradas en todas las provincias, se suceden los torneos de elaboradores y se organizan reuniones de cerveceros en fechas emblemáticas. Un verdadero fenómeno, al que sólo le falta mejorar las vías de distribución y comercialización. En este punto, aparece Bodega Cervecera.
“El lugar nació medio de casualidad. Abrimos vendiendo productos de la Patagonia, y ofrecíamos las cervezas Araucana y El Bolsón. Como ambas rotaban mucho, nos fuimos especializando en el tema”, cuenta Sebastián Piñol, creador del proyecto. Las cervezas pasaron entonces a ser el principal atractivo, ahí nació la idea y necesidad de mudarse, agrandar el proyecto y pasar de ser una proveeduría a sumar mesas y sillas para beber en el lugar. “Ofrecemos unas treinta marcas, pero en el país hay como trescientas”, agrega Sebastián, dando cuenta de la magnitud de la producción artesanal local. El nuevo local tiene una barra de madera en el interior, pero lo mejor pasa por las mesas en la vereda y una terraza con lugar para veinticinco personas. Escondida y casi secreta, es perfecta para los que quieren escapar del lugar común Palermo sin tener que irse del barrio. Entre las marcas presentes, Sebastián destaca la Triskell IPA, elaborada en el oeste del conurbano; la Die Eisenbrucke estilo belga, hecha en Entre Ríos; la Imperial Stout de La Logia, que se hace en Tortuguitas, o la IPA Guillón, que se hace en Luis Guillón.
A las cervezas embotelladas suman canillas con varias tiradas (una cerveza cuesta entre $ 25 y $ 30) entre las que están la Triskell rubia o IPA, la Antigua Quimera Trapense, la Ketzal Stout o la Jeromé Diablo, que llega desde Mendoza. “Guardo siempre una canilla libre para ir rotando cervezas ocasionales”, dice Sebastián, y agrega que pronto comenzarán con clases y degustaciones a cargo de productores artesanales. Para acompañar las birras hay picadas, pizzetas o nachos, una cocina simple pero suficiente para una cena informal de verano bajo las estrellas.
Bodega Cervecera queda en Thames 1759. Teléfono 4833-3770. Horario de atención: martes a sábados, de 17 al cierre.
Fondo Club, un lugar de amigos
“La idea de El fondo fue porque estábamos con lo último y sentíamos que no podíamos caer más”, dice serio, pero mordiendo una sonrisa, Juan José Estaurino, junto a Noelia Okuna, creador y socio de Fondo Club. Este bar tiene ya unos meses de vida y crece a puertas cerradas, conocido por recomendaciones que circulan de boca en boca, y por clientes que siguieron a Juan desde los dos años en que estuvo trabajando en la barra del Tree House de Gibraltar, otro rincón secreto de San Telmo.
La casa chorizo estuvo tomada y derruida durante años, fue también espacio de clases de teatro y tiene más de un siglo de vida. “El cuarto plano es de 1909, así que la casa debe ser aún más vieja”, cuenta Noelia, de padre japonés y madre correntina, mientras se prepara para ensayar unos boleros de Javier Solís, una de sus pasiones. Fondo Club nació con el plan soñado por ella de armar una casa de té. Para eso alquiló el lugar y armó en el frente un local de venta de objetos de decoración traídos de Japón. Con todo listo, el proyecto quedó interrumpido por la dificultad de importar los productos que planeaba vender. Así, comenzaron a armar cenas para ocho comensales en una de las salas de la casa. Y con lo que recaudaron lograron revitalizar el lugar.
La propuesta comienza cada día a las 19, al fondo del Fondo, y se maneja con la lógica de un club de amigos. “Vienen colombianos o franceses y se ponen a tocar música. Después se arman comidas, y todo fluye acá”, dice Alejandra, fiel habitué desde la apertura. La casa tiene un gran espacio cerrado con dos mesas grandes de madera, y dos patios. “Es como era mi casa”, dice Juan, y recuerda sus orígenes en Guaminí, en el oeste de Buenos Aires, y la vida en el campo donde se crió. Un espacio abierto al cielo de San Telmo y a la gente del barrio, sin pretensiones ni formalidades. La gente que llega toca el timbre, dice que le hablaron del lugar, entra, se acerca a la barra y pide lo que ofrecen en la pizarra.
Para comer preparan pizzas, pastas caseras o cocina japonesa según la noche, con algunos cocineros invitados ocasionales (se puede comer por unos $ 40). Para tomar hay cerveza The Mula (rubia y roja, 2 x $ 40) y tragos clásicos bien preparados ($ 35), desde Negroni a Gin & Tonic pasando por Bloody Mary y Dry Martini. Entre los cócteles “de la casa” están el Negrasso (gin, vermouth rosso, bitter, jugo de limón, Hierroquina y tónica) o Un tal Lee Harvey (tequila, Cynar y tónica).
A unos metros del corazón turístico de San Telmo, Fondo Club recorre su propio camino. El de una casa transformada en club. El sueño de una pareja de crear un espacio diferente.
Fondo Club queda en la calle Humberto Primo, San Telmo. Para conocer la dirección exacta, hay que llamar al teléfono 6883-1090. Horario de atención: todos los días de 19 al cierre.
Coco Marie, pacífico y relajado
Los cientos de locales que transformaron Palermo en un centro comercial a cielo abierto ocultaron también muchas de las viejas construcciones del barrio. Pero, por suerte, muchas subsisten. Casas chorizo y viejos PH que se convirtieron en bares y restaurantes. El caso de Coco Marie es especial: nació hace un par de años, como un local angosto donde se venden trajes de baño. Y ahora, desde hace unas pocas semanas, abrió la parte de atrás, un patio con aroma a jardín, que funciona como un restaurante diurno.
“La tranquilidad del lugar llama a la gente”, cuenta Nacho, quien está a cargo del servicio y atiende vestido con bermudas y remera, muy lejos de cualquier uniforme. El lugar es encantador, con cocina a la vista, un espacio abierto con mesas de madera, un gran sillón con almohadones y puertas-ventana de madera que se abren al patio. Al aire libre hay seis mesas con sillas de hierro retorcido y mármol, idénticas a las que sobreviven en muchos otros patios de la ciudad. Hay también lámparas de mimbre, enredaderas y un clima tan agradable como pacífico. Ubicado en el centro comercial de Palermo, el reparo es ideal para hacer un alto en el paseo de compras.
Entre más opciones, la carta ofrece un sándwich de pastrami, pepinillos, queso blanco, cebolla morada, horseradish y mostaza dijon con pan integral de molde; otro abierto de salmón, Philadelphia, rúcula, gomae y salsa satán (lima, soja y jengibre) en pan de bagel, o ensalada de arroz yamaní, rúcula, tomates cherrie, brotes y maíz crocante con vegetales grillados y aderezo de salsa de soja, levadura y aceite de oliva. Todos los platos cuestan alrededor de $ 40, y salen supervisados por la cocinera Jessica Scarpati, quien también tiene un lugar en San Isidro.
Hay opciones de desayuno y merienda con tostadas, scones, croque madame, muffins de jengibre, panqueques de dulce y bananitas quemadas, pomelos asados con jengibre y azúcar y helado de crema americana. Para beber exprimen jugos de pomelo y naranja en el momento, hay cerveza y una exquisita limonada “Marroquí” con jugo de limón, albahaca y pepino ($ 22). Hay también licuados (todos $ 24) de frambuesa, arándano, frutilla, mora, naranja y menta; otro clásico de banana con leche con agregado de caramelo y coco tostado, y uno de manzana verde, leche de coco, yogur natural, almendras y miel. Frescos y nutritivos, son un bálsamo para las tardes de calor primaveral.
Recién abierto, Coco Marie es ya uno de los lugares más lindos en Palermo para comer y beber al aire libre. Para sentarse a tomar algo y planear las próximas vacaciones.
Coco Marie queda en Armenia 1764. Teléfono: 4833-0950. Horario de atención: lunes a sábados de 11 a 20; domingos de 12 a 20.
Fotos: Pablo Mehanna
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