Domingo, 16 de noviembre de 2014 | Hoy
VALE DECIR
“Las discotecas, símbolo del hedonismo de los ’80 y ’90, falsos templos de mármol con estatuas griegas de yeso de imitación, espacios futuristas de lo gigantesco, suficientemente grandes para contener los sueños de éxito, dinero y diversión de miles y miles de personas”, anota el fotógrafo italiano Antonio La Grotta a cuento de Paradise Discotheque, serie donde documenta lo que entonces fuera “el centro de la cultura nocturna” en su país natal. Diseñadas para festejar la opulencia en las afueras de las grandes ciudades tanas, hoy “los sueños se han ido, las personas se han ido y estos sitios se han convertido en ruinas abandonadas, vacías ballenas de concreto, lugares habitados por el eco y la melancolía”. Culpa del fin de una era, cuando el chiste emigró a bares y clubes metropolitanos con DJs y bandas en vivo, otra forma de goce, según explica el artista de Torino. A merced de actos vandálicos, fiestas underground o raves, las otrora reinas de la noche languidecen en las afueras, a la espera de la demolición inminente. Porque, como explica La Grotta, “representan el ciclo completo de la vida y la muerte, y sus misterios”. Aunque con bandas sonoras upbeat, sin lugar a dudas.
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