VALE DECIR
“¿Qué hacer con las pruebas de amor, materiales e inmateriales, recopiladas durante nuestra relación?”, se interrogaron los croatas Olinka Vištica y Dražen Grubiši?, pareja durante cuatro años, tras separarse. Pues, a diferencia del grueso de los humanos, decidieron no tirar o encajonar los recuerdos; en cambio, los volvieron exitosa muestra itinerante que ya ha visitado 33 ciudades en 21 países, sumando –en el ínterin– objetos que anónimos donan como testimonio de sus corazoncitos partidos (entre ellos, esposas forradas en piel, una tostadora robada por despecho, un hacha utilizada para destruir los muebles del antiguo amante, lo… ¿típico?). En la ruta desde 2006, en 2010 –sin embargo– establecieron residencia estable para su Museum of Broken Relationships, en Zagreb, y desde el próximo mayo, harán lo propio en Los Ángeles, Estados Unidos, donde inaugurarán segunda sede del mentado museo, exhibiendo ítems de locales y otros donados por el mundo, “amén de lidiar de manera funcional con la pérdida, el dejar ir, las emociones fuertes”. Finalmente, ¿hay mejor modo de procesar una ruptura que exponer los senos falsos que un ex serbio regaló a su otrora novia para que ella usara durante el sexo? ¿O un mechón de cabello del interés romántico de antaño, procedente de Skopie, Macedonia? Lo mismo corre para, por caso: una tanga comestible, un cajón con mixtapes, una bolsa con remera y desodorante, revistas Playboy en estado inmaculado, un bouquet de flores de papel, entre muchos, muchos objetos; en fin, otras historias, otras relaciones, otras separaciones. Almitas rotas que han ido a parar al mismo lugar.
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