Domingo, 30 de octubre de 2016 | Hoy
VALE DECIR
A comienzos de año (fines de febrero, para más precisiones), diarios y revistas se hacían eco de cierto desnudo de Iggy Pop, publicando imágenes en las que yacía sobre una mesa en toda su despojada gloria. Se trataba de una sesión de dibujo a la que el reptiliano había accedido participar en carácter de modelo, mientras un puñado de artistas –22 de ellos, de diferente experiencia y preparación, con entre 19 y 80 años– lo bosquejaba en vivo, durante 4 horas. La jornada tuvo cita en un aula de la Academia de Arte de Nueva York, y fue pensada, organizada, convocada por el reputado artista conceptual Jeremy Deller, que convenció a la Iguana con sustanciosos argumentos; en sus palabras: “Iggy Pop tiene uno de los cuerpos más reconocibles en la cultura popular. Un cuerpo que es clave para la comprensión de la música rock, y que se ha paseado, celebrado y analizado a través de los años de una manera excepcional para un hombre”. Y luego: “La forma en que manipula, daña, dobla y hace alarde de su cuerpo se ha convertido en su forma de comunicarse. Su cuerpo interpreta la música, pero también toca su propia melodía”. Los especialistas, por cierto, asienten; reconocen en el torso desnudo un símbolo cultural tan fuerte como los labios de Mick Jagger o las caderas de Elvis.
Cuestión que, tras meses y meses de espera, desde el próximo 4 de noviembre podrán verse las 107 interpretaciones en grafito y óleo de la veintena de ignotos artistas en el Brooklyn Museum, de Nueva York, donde Iggy Pop Life Class –tal es el nombre de la exposición– debuta sonoramente. Para jolgorio de Deller, que ya había intentado convencer al músico de una empresa similar una década atrás, sin resultados. “Diez años atrás, era demasiado joven. Pensé que no tenía el peso suficiente. Ahora, mucho ha sucedido con mi cuerpo, y, por alguna razón, sentí que era importante para mí estar desnudo frente a un grupo de humanos y tener un intercambio”, explica el retratado Pop, cuyos variopintos bosquejos dialogarán, además, con objetos de la colección permanente, centrados en la figura masculina: desde esculturas de Egipto, África, India, hasta piezas de Egon Schiele y Max Beckmann, o fotografías de Jim Steinhardt y Robert Mapplethorpe.
“No hay nada narcisista sobre esta presentación”, se ataja Deller, y aclara que, en cambio, la muestra gira en torno a la expresión personal, el naturalismo, la aceptación del animal interior… “Ver a Iggy desnudo es como tropezarse con una criatura en estado salvaje. Es liberador y aterrador a la vez”, sentencia.
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