Domingo, 17 de marzo de 2002 | Hoy
VALE DECIR
Con una rubia en el avión
Un abogado y una
rubia están en asientos contiguos, durante un largo vuelo de avión.
El abogado pregunta a la rubia si le gustaría jugar un juego muy entretenido.
Ella está cansada, sólo quiere dormir, declina amablemente la
oferta y se da vuelta hacia la ventanilla buscando tranquilidad.
El abogado insiste: “El juego es realmente fácil y muy entretenido:
yo te hago una pregunta, y si vos no sabés la respuesta, me pagás;
luego me preguntás vos, y si no sé la respuesta me toca pagar
a mí”. Una vez más, ella declina la oferta diplomáticamente
e intenta conciliar el sueño.
El terco abogado imagina que puede ganarle muy fácilmente, y mejora la
oferta: “Está bien, ¿qué tal si vos me pagás
sólo 5 dólares?, pero si yo no sé la respuesta te pago
100”. Temiendo que el tormento no tenga fin y seducida por la ventaja ofrecida,
la rubia acepta.
El abogado hace la primera pregunta: “¿Cuál es la distancia
entre la Tierra y la Luna”?
La rubia no dice nada, mete la mano en el bolsillo, saca un billete de 5 dólares
y se lo pasa al abogado.
Y ahora es el turno de la rubia. Pregunta al abogado: “¿Qué
sube una montaña con tres piernas y baja de vuelta con cuatro?”
El abogado la mira absolutamente perplejo. Saca su computadora portátil
y busca en todas sus referencias. Se conecta a Internet con el teléfono
de a bordo y rastrea por toda la red. Frustrado y furioso, envía e-mails
a todos los colegas y amigos. Todo es en vano... Luego de más de una
hora buscando alguna posible respuesta, se da por vencido. Despierta a la rubia
y le entrega un billete de 100 dólares.
La rubia toma suavemente el billete, lo guarda y se da vuelta para seguir durmiendo.
El abogado, que está realmente indignado, le pregunta: “Bien, ¿cuál
era la respuesta?”.
Nuevamente sin decir palabra, la rubia mete la mano en el bolsillo, le da un
billete de 5 al abogado, y cierra los ojos para dormir.
El
libro de Daniel
La revista Lea,
dedicada a la literatura, decidió homenajear en su número de marzo
a Dashiell Hammet, “el verdadero creador del policial negro”. O por
lo menos eso se desprende de las páginas que le dedican al autor de Cosecha
roja y El halcón maltés. Sin embargo, un velo de misterio lo cubre
todo al descubrir el lector que la revista menciona una y otra vez a un tal
“Daniel Hammet” como el sujeto de su devoción. ¿Se tratará
de una reveladora investigación en la que sale a la luz un oscuro hermano
responsable de las obras que consagraron a Dashiell? Nada lo indica. ¿Será
acaso una nueva embestida en pos de la defensa de los nombres en castellano?
¿Veremos dentro de poco sentidos homenajes al autor de El largo adiós,
el gran Ramón Chandler? ¿Resolverá el misterio Felipe Marlowe?
¿Qué decisión tomarán frente a Philip Dick? En todo
caso, como dice la gente de Lea hablando de Hammet: “Fue un hombre que
respetaba las palabras en los libros”. Estaría bien entonces respetar
el nombre con que los firmaba.
Plantita
dulce
No, no es un arbolito
despistado que ofrece divisas norteamericanas a valores pretéritos. Tampoco
es la largamente esperada planta de verdes que convertiría a este país
de tierra fértil en el granero del mundo. O quizá sí. Lo
cierto es que esta solitaria plantita que habita en el Parque Japonés
se ofrece a un precio bastante conveniente. Identificada como una planta que
da buena suerte, el dólar a 1,30 es casi casi, un milagro de la naturaleza.
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