Domingo, 23 de octubre de 2005 | Hoy
VALE DECIR
En la sucursal de la librería Cúspide en Barrio Norte, muy cerca de la caja, está instalado un exhibidor que reúne todos los libros que publicó Jorge Bucay, menos uno. En la estructura de cartón está impresa la singular figura del psicoterapeuta junto a una frase: “Tu mayor responsabilidad no está orientada hacia el afuera sino hacia ti mismo, para que alumbres tu vida con tu propia luz”. Es una frase extraída de su duodécimo libro, Shimriti, que –paradójicamente– es la única obra que no figura en el anaquel. El problema surgió cuando algunos pajaritos le contaron a la escritora española Mónica Cavallé, también dedicada al sospechoso género de la autoayuda, que la nueva obra del argentino tenía algunas coincidencias llamativas con su trabajo La sabiduría recobrada. Sesenta páginas (sobre un total de 270 que tiene su libro) fue el préstamo que Jorge Bucay tomó del libro español.
Bucay se mantuvo bastante evasivo a la hora de dar explicaciones. Como si hubiera sufrido un ataque de amnesia, quizá mimetizado con el título Shimriti, que quiere decir –en sánscrito– es esto lo que recuerdo: “No hay un libro copiado, hay sólo citas que no han sido correctamente acreditadas” (“correctamente” porque el libro de la española aparece referido en la bibliografía general que cierra la obra).
Y las consecuencias de la extensísima cita no se hacen esperar. En una nota publicada en Clarín, se comunicó que Bucay y el gran diario argentino decidieron “de común acuerdo” que el psicoterapeuta abandonara su columna en la revista Viva: “Soy un docente repetidor de cosas”, se despidió Bucay. “Yo aggiorno y modifico. No soy el gran pensador o sabio que se quiere hacer de mí.”
Pero lo interesante es que también en las librerías de Capital se puede percibir la sintomatología de este espectáculo. Los encargados de varias firmas consideran que el affaire del plagio no modificó sustancialmente las ventas de sus libros, aunque todos coinciden en que las ventas de Bucay vienen cayendo desde antes del escándalo. Ezequiel Leder Kremer, director de la librería Hernández, cree que las bajas ventas del argentino tienen mucho menos que ver con el plagio que con la idiosincrasia del género de la autoayuda: “A los lectores habituales de Bucay no les importa si es original o no, son lectores que no van a las fuentes, ven los libros como si fueran recetas. Hace tiempo que los libros de Bucay no se venden como un par de años atrás, pero no le pasa a él sólo, sucedió con todos los exponentes de este género, incluso con Tus zonas erróneas de Wayne Dyer, el primer mega best-seller de la autoyuda”.
Sin embargo, en las grandes cadenas de librerías –sobre todo aquellas ubicadas en algún shopping– el decaimiento de las ventas se notó un poco más. Y así las cosas, en Yenny del Alto Palermo los vendedores vivieron experiencias casi religiosas. Durante estas últimas semanas, las librerías devinieron una agencia preferida de información en lo que hace al plagio. “Mucha gente se acerca para preguntarnos qué pasó realmente, como si creyeran que nosotros, por el mero hecho de vender libros, manejamos información más precisa”, explicó una cajera de Cúspide. “Algunas señoras que son fans de Bucay desde la primera hora vienen muy exaltadas a defenderlo, repitiendo que nadie soporta que tenga tanto éxito. A una muy buena cliente, que decía haber asistido a todas las emisiones de El buscador, el programa que tenía Bucay en Canal 13, tuvimos que pedirle que se retirara porque comenzó a gritar y patalear desaforadamente, armando una escena increíble en el centro de la librería”, contó un vendedor de Yenny. “En la vereda contraria, muchos quieren hacer leña del árbol caído, y se erigen como detectives literarios encontrando plagios en casi todos los libros del médico. Y eso sí es una barbaridad, algo bizarro, porque los plagios que –aparentemente– encuentran van desde Ema Wolf hasta Chespirito.” Las anécdotas y opiniones de los encargados y vendedores se multiplican y multiplican. Algunos, incluso, recordaron haberle vendido a Jorge Bucay lo último en autoayuda. Pero el parámetro con el que coinciden varios libreros para medir las ventas es el del Día de la Madre, una de las fechas de mayor salida para los libros del psicoterapeuta: “Este año Bucay se vendió mucho menos en comparación con otros Días de la Madre, y –a su vez– se vendieron más libros de Coelho y hasta de Víctor Sueiro”, dijo Oscar Haag de Galerna. “Además, algunos ya están pidiendo La sabiduría recobrada, el libro supuestamente plagiado.”
Pese a que son los más espectaculares desastres naturales, los terremotos están lejos de ser los más peligrosos. El mayor asesino no biológico de la humanidad es la sequía, que entre 1980 y 2000 mató a 563.701 personas en todo el mundo. Le siguen las tormentas, con 251.384 víctimas, y las inundaciones con 170.010. Los temblores mataron a 158.551, los volcanes a 25.050, el calor o el frío extremos a 19.249 y los derrumbes a 18.200. Armados con estos números, los científicos de la Universidad de Columbia, en Nueva York, armaron un mapa de zonas peligrosas para el Banco Mundial. Las peores zonas son el Caribe, Centroamérica, el litoral venezolano y colombiano, y la costa oriental completa de EE.UU., hogar de los peores huracanes. También se destaca la franja ecuatorial de Africa, de costa a costa, territorio muy poblado y proclive a sequías calamitosas, y las regiones con fallas geológicas, como Turquía e India. En Sudamérica, el mapa se pinta de rojo alrededor de San Pablo, Brasil, lugar con sistemáticos derrumbes, y a lo largo de las áreas sísmicas andinas. Como detalle paradójico, las zonas más seguras del planeta son las que tienen menor población: la Patagonia, el Amazonas, Canadá y Alaska, el norte de Africa, Arabia Saudita, Siberia y casi toda Australia.
Pese a que prometió hace años no publicar más libros, Kurt Vonnegut acaba de editar A Man without a Country (del que hace unas semanas tradujimos un anticipo en la página 3), que reúne y elabora sus columnas regulares en el semanario In These Times. Entre otras perlitas, Vonnegut anuncia que le va a iniciar juicio a la firma que fabrica los Pall Mall que hace 64 años que fuma, por promesas incumplidas: “Hace muchos años que, en el mismo paquete, la firma Brown and Williamson me promete que me va a matar. Pero llegué a los 82 años. Muchas gracias, ratas de albañal. Lo último que quería en la vida era seguir con vida cuando las tres personas más poderosas del planeta se llaman Bush, Dick y Condi”.
A los padres de la televisión cada año les va mejor. Desde el proletario Pedro Picapiedra, que operaba una grúa en una cantera, hasta el economista ganador del Nobel y presidente de EE.UU. Jed Bartlet en The West Wing, en Estados Unidos los sueldos de los jefes de familia televisivos se multiplicaron. En los años ‘50, cuando se inventaron las sitcom y las series, papá ganaba un promedio de 75 mil dólares al año (ajustado a dinero del 2005). El promedio de la televisión de hoy muestra un ascenso de clase, ya que los padres ganan 195 mil anuales en promedio. Y encima las madres también trabajan. La tabla muestra el ascenso social de los padres catódicos y también la razón de tanta prosperidad: los personajes favoritos de hoy tienen mejores profesiones y hasta Homero Simpson tuvo que ir a la universidad para ser inspector de seguridad nuclear.
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