Domingo, 12 de septiembre de 2010 | Hoy
VALE DECIR
Los norteamericanos quieren poner gente en Marte en la década del 2030. La Agencia Espacial Europea, los rusos y los chinos tienen el mismo objetivo, en una nueva carrera espacial. El viaje al planeta rojo es una misión larga, peligrosa, que conlleva el riesgo de muerte. ¿Y qué pasa si alguien muere allá, en el espacio?
Mary Roach, una autora estadounidense de libros del género llamado “ciencia popular” —una manera de denominar el escribir de ciencia para un público mayormente lego— cuenta en su ensayo “Morir en el espacio” que un par de ecólogos suecos ofrecen una alternativa para la funesta eventualidad, algo que se llama promación.
Susanne Wiigh-Mäsak y Peter Mäsak son los inventores de esta técnica y su creación data del año 1999. Recientemente colaboraron con la NASA y con estudiantes de diseño en Suecia y Dinamarca para adaptar la promación para la misión a Marte.
El cuerpo del astronauta difunto sería puesto en un container especial llamado Body Back y, a través de la esclusa de aire, expuesto al vacío del espacio exterior. En esa situación, el cuerpo se congela en una hora. Luego, con la ayuda de un brazo robótico, el Body Back se somete a una intensa vibración que hace que su contenido se deshaga en miles de pedacitos. Sólo faltará usar microondas para evaporar el agua residual y listo: donde antes había un astronauta, quedarán veinticinco kilos de polvo.
De Suecia viene este milagro ecológico de la promación, llamada así por la mezcla de “promesa” y “cremación”, la promesa sería la de devolver a la Tierra lo que le pertenece.
El futuro ofrece desafíos a la vez excitantes y deprimentes: el brillante sol del espacio y las nuevas fronteras; la inquietante noche de los cadáveres que se apilan, en un mundo tan raro que hay que inventar nuevas formas de sacárselos de encima.
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