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Kaylin Ransom es de Lake County, un condado de Florida, en los Estados Unidos. Tiene 22 años y algunas malas decisiones en su haber, como todo el mundo, pero una de ellas la mandó a la cárcel: atacó a una mujer “rival” con un bate de béisbol y tiró a sus chicos del auto.

“Si hubiera ido directamente a la cárcel, habría perdido su trabajo y sus hijos”, dice el abogado Ben Boylston, explicándole al diario Orlando Sentinel cómo es que Kaylin consiguió algo especial: una sentencia de cárcel que sólo cumple los fines de semana.

“Mentalmente es terrible”, dice Kaylin. “Te entregás todos los fines de semana.” Ella tiene que manejar una hora para llegar todos los viernes a las cinco de la tarde; ahí le sacan una foto y la llevan a su celda. Kaylin usa sus fines de semana para “pensar acerca de cómo mejorarme como madre y como hermana”.

Como una forma de aligerar esos deprimentes viernes, Kaylin se produce para sus fotos carcelarias: se dibuja las cejas, se pone pestañas postizas y elige un peinado, siempre uno distinto, para que su foto de entrada a prisión sea como para la tapa de una revista.

Con pocas semanas para terminar la sentencia, Kaylin dice todas las frases correctas: agradece que la prisión de fin de semana la mantenga alejada de los clubes nocturnos, en donde “los problemas tienden a encontrarme”, y también agrega que “mi hijo es mi gran motivación porque tengo que estar bien para él”.

A sus 22 años, ella aprendió lecciones de vida que son esenciales: no importa lo que hagas sino cómo salgas en las fotos y cómo digas lo que todo el mundo quiere que digas.