VALE DECIR
Es indispensable que los malos comportamientos tengan consecuencias: de no ser así, no hacen más que repetirse, y no hace falta ser un Premio Nobel para darse cuenta.
En 1993, George Akerlof escribió un trabajo acerca de la crisis bancaria norteamericana de los años ‘80. El New York Times lo resume así: “Los inversores saquearon. Alguien tratando de hacer dinero honestamente hubiera operado de forma diferente. Los inversores mostraron un desdén total por los principios más básicos de cualquier prestamista, al no verificar los datos de los clientes; en algunos casos, ni siquiera los pedían”.
Joseph Stiglitz ganó el Premio Nobel de Economía en el año 2001 junto a George Akerlof. Ambos coinciden en que la crisis económica no podrá resolverse a menos que los banqueros terminen en la cárcel; los llamados “rescates financieros” no son más que un incentivo para que continúe este comportamiento criminal. Dan el mensaje de que en Wall Street se puede hacer cualquier cosa, que ya vendrá el dinero del Estado a resolverlo todo.
Stiglitz propone algo más, muy sencillo, y es que las multas por estos crímenes sean el triple del daño económico que hayan hecho. “La gran lección hoy en día es que si te portás mal, el gobierno se queda con el 5 por ciento o el 10 por ciento de tus ganancias malhabidas; así y todo te vas a tu casa con millones de dólares. Nadie aprende nada, y nada cambia.”
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