Domingo, 23 de enero de 2011 | Hoy
VALE DECIR
El hombre de Florida, Estados Unidos, nunca supo explicar por qué lo hizo. El vecino le regaló una granada de la Segunda Guerra Mundial y él la usaba como adorno. De golpe un día, en ese mismo impulso que comparten la genialidad y la tontera, el buen hombre sacó la anilla de la granada; es decir, lo mismo que se hace en combate antes de lanzarla.
Volvió a poner la anilla en la granada, la dejó en la calle y llamó a la policía. Vino la brigada de explosivos y el hombre les dijo que también buscaran en la casa de al lado: el vecino regalón ya había muerto pero su viuda todavía conservaba la segunda granada souvenir.
Ambos artefactos explosivos fueron detonados en un campo baldío cercano, donde dejaron un cráter en el piso de sesenta centímetros de diámetro. No hubo víctimas, algo poco frecuente cuando la genialidad o la tontera se manifiestan así en este mundo.
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