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Domingo, 23 de enero de 2011

VALE DECIR

Falsificador pro bono

Llegó en un gran Cadillac rojo y se presentó como el padre Arthur Scott. En la universidad Hilliard, en el estado Louisiana, en los Estados Unidos, se mostraron encantados por la donación que había ido a realizar: una pintura de Charles Courtney Curran. El padre Scott explicó que iba a donarla en memoria de su madre, oriunda de Lafayette, el mismo condado de la universidad.

La pintura se veía auténtica: sin marco, envuelta en celofán, con la gastada etiqueta de una galería de arte de Manhattan que ya no existe más. El padre Scott inclusive se ofreció a pagar por un marco nuevo y dio a entender que podía haber más donaciones. Cuando el director del museo se puso a charlar un poco y le preguntó acerca de sus conocidos en la Iglesia, el padre se puso un poco nervioso. “Viajo mucho”, fue la vacilante respuesta.

Es el falsificador más extraño del mundo, ya que no lo hace por dinero. Su nombre real es Mark Landis: pintor de toda la vida, inclusive supo ser propietario de una galería de arte. Desde 1987 viaja por todos los museos de Estados Unidos ofreciendo donaciones extraordinarias que resultan ser excelentes reproducciones de su autoría. Nunca se lleva nada a cambio; apenas algún que otro souvenir o que lo inviten a almorzar.

En el museo de la universidad de Hilliard tuvieron suerte: descubrieron la falsificación enseguida con la ayuda de un microscopio. “Es un hombre leído, que sabe mucho de historia del arte, así que resulta muy convincente”, explica el director del museo al The New York Times.

No queda claro si está infringiendo la ley. Los únicos que pierden son los museos: gastan dinero para analizar la donación y luego, cuando descubren que es falsa, gastan más dinero mandando al laboratorio el resto de sus obras.

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