Domingo, 27 de noviembre de 2011 | Hoy
VALE DECIR
Doris Birch, una abuela de 73 años de Canterbury, Gran Bretaña, está teniendo problemas para dormir; pero su problema no se resuelve con pastillas ni té de tilo. Para recobrar la paz nocturna, Doris necesita desesperadamente de un... cazafantasmas. Es que, según ha reportado, los últimos cuatro meses ha sido víctima de una presencia paranormal que, apenas ella apoya la cabeza en la almohada, aprovecha para manosearla. “Es como un pulpo”, se desespera la señora que, aunque patee y grite, no logra deshacerse del espíritu. Y eso que intentó: probó durmiendo sin edredón pero no sirvió de nada; su colchón comenzó a sacudirse. Probó también con una cama nueva, pero tampoco hubo caso. Las pervertidas manos fantasmagóricas siguen apareciendo.
Mientras su nieta de 16 cree que la nona está delirando, ella misma teme que –con su denuncia– la gente desconfíe de su salud mental y su habilidad para vivir por su cuenta. Sin embargo, los que se han hecho eco de la noticia, quieren ayudarla. Un periódico local, por ejemplo, le ha ofrecido pagar los servicios de los cazafantasmas Ray y Beryl Herne y la municipalidad verá a Birch para discutir sus preocupaciones aunque haya anunciado que “no se han recibido reportes similares de otros vecinos”.
Para la especialista en investigación paranormal Alexandra Holzer, es necesario averiguar más sobre la casa de la señora y contratar a un médium. Sin embargo, arriesga una hipótesis sobre el transparente acosador: “No es tanto una entidad poltergeist como una especie de personaje demoníaco que quiere salirse con la suya con la abuelita. Seguramente fuera así en vida; la gente mantiene su personalidad cuando se convierte en un fantasma”. La diferencia es que la orden de restricción sólo funciona con humanos de carne y hueso.
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