VALE DECIR
“Mi memoria, señor, es como un vaciadero de basuras”, explicaba Ireneo en “Funes, el memorioso”. Y aunque Aurelien Hayman, un estudiante galés de 20 años, no haya asumido tal sentencia, las pruebas lo acercan al enunciado. Ocurre que el residente de Cardiff posee una memoria autobiográfica superior (léase, hipertimesia), un síndrome que le permite recordar qué vistió, comió, cuál fue el titular del diario o cómo estaba el clima cualquier día de la semana... de la última década.
Mientras su niñez se resume a una “vaga colección de recuerdos”, desde los 11 la situación dio un vuelco y la cotidianidad comenzó a fijarse. “No es algo que descubrí de la noche a la mañana. Recién a los 14 comprendí que era muy bueno para recuperar los sucesos de años anteriores”, explica el joven que –para corroborar su talento, consultado aleatoriamente por medios ingleses– cuenta que el 1º de octubre de 2006 fue un domingo nublado, escuchó “When You Were Young”, de The Killers, e invitó a una chica a salir (que le rechazó la propuesta).
“Sólo veinte personas en el mundo han sido diagnosticadas con hipertimesia y se cree que Aurelien es el único británico”, informa el Daily Mail. Y reporta que la condición de Hayman no es compartida ni por su padre, arquitecto, ni por su madre, francesa. “No tengo ningún método o técnica para recordar. No soy consciente de cómo se codifican mis recuerdos”, asegura el muchacho que, luego, habla de “un proceso muy visual”: “Es como si cada recuerdo, cada día de mi vida, tuviera fotos”.
Sobre los procesos generales, se sabe que la persona promedio recupera información –como fechas– de su memoria a largo plazo, ubicada en el lóbulo central derecho. Si bien Hayman acude al mismo sector, su capacidad aumenta al acudir también al lóbulo frontal izquierdo (que se ocupa del lenguaje) y áreas occipitales de la parte posterior del cerebro (donde se almacenan las imágenes).
Así y todo, este estudiante de Literatura Inglesa de la Universidad de Durham dice no tener la vaca atada a la hora de los estudios. “Mi condición no me ayuda en los trabajos académicos”, aclara. Quizá sea como contaba el narrador de Funes sobre el final del cuento: “Sospecho que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.
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