VALE DECIR
En el cine Prince Charles, en Londres, las advertencias proyectadas previas al film no parecieran alcanzar a la hora de mantener quietos o callados a los espectadores. De allí que la administración optase por una práctica poco convencional: contratar ninjas que eviten que el público cruce cualquier línea de civilidad. Así, frente a cualquier sonido de celular o un masticar de pochoclo demasiado ruidoso, hombres y mujeres enfundados en trajes negros de spandex aparecen “de la nada” y obligan a que las molestias cesen. O, en el peor escenario, echan al molesto.
Ubicada en Leicester Square, la sala pareciera haber dado en la tecla con su innovadora propuesta. “Puede sonar ridículo: ninjas en un cine. Pero la medida ha sido un verdadero éxito. A todos nos molesta que nos interrumpan a mitad de una película con el sonido de un ringtone o la luz de la pantallita de los móviles”, explica Paul Vickery, jefe de relaciones públicas de Prince Charles. Y agrega que, aunque estaba previsto que fuera una experiencia temporal, les ha ido tan bien que no quieren ponerle fin. “El público la aceptó y ahora nos piden que sigamos con la política contra los ruidos molestos”, aclara el hombre.
La idea, sin embargo, no es suya sino de Gregor Lawson, cofundador de la empresa Morphsuits, de trajes de spandex (acaso los mismos que utilizan los inofensivos ninjas), que provee de voluntarios al cine que –a cambio de ver films en forma gratuita– se visten de pie a cabeza en su uniforme vengador y protegen los usos y costumbres de cinéfilos agradecidos.
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