Dom 28.10.2012
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VALE DECIR

Ideas para no ir a trabajar

El fin de semana no llegó lo suficientemente rápido para la fastidiada y fanática del ocio Sheila Baley Eubank, de San Antonio, Texas. Cansada de la espera, decidió hacer algo al respecto, pero, en contra de lo que podría imaginarse, no pidió licencia por enfermedad ni inventó excusas o imprevistos plausibles. La norteamericana de 48 años redobló la apuesta y, al momento de evadir la oficina, decidió fingir... su propio secuestro. Los motivos de la farsa ni siquiera fueron económicos (Eubank no pidió rescate por ella misma); a la mujer sencillamente la disparó la vagancia: quería un día libre y, según las fuentes policiales, llamar la atención de sus compañeros.

La crónica comenzó el miércoles 10 de octubre, cuando la policía de San Antonio encontró a la cuarentona atada con una cuerda en el asiento trasero de su automóvil. Tras ser “liberada”, Sheila explicó a las autoridades que un hombre no identificado la había secuestrado a punta de navaja y la había conducido a un cajero automático. Según sus declaraciones, luego la había obligado a hacer de chofer para él y llevarlo a distintos puntos de la ciudad para negociados de tráfico de drogas. No conforme con sus servicios, el supuesto malhechor habría intentando estrangularla y finalmente la habría atado y dejado a la buena suerte.

Eso según Sheila. Según la policía, la historieta resultó tener un principio, desarrollo y final muy diferentes. Ocurre que, haciendo su trabajo detectivesco, los agentes a cargo del caso descubrieron entre las pertenencias de la señora, un billete de lotería adquirido en las horas en las que ella dijo haber estado secuestrada. Sheila habrá pensado que era su día de suerte, pasando por alto que estaba siendo filmada por las cámaras de seguridad de la tienda, donde se mostró tranquila y agradable con el vendedor, sin nervios ni prisa. Como en un día de vacaciones.

Para colmo, la policía también revisó las imágenes del circuito cerrado de televisión del banco donde Sheila aseguró haber sido secuestrada. Y si bien corroboran que estuvo allí y, en efecto, retiró dinero del cajero, el tape la muestra sola. De hecho, no hay señales de que estuviese con alguien más en ningún momento.

Con esas cintas bajo el brazo, los agentes texanos increparon a la mujer y, acorralada, Sheila no pudo más que reconocer que había inventado el secuestro. Aunque se desconoce cuál es su trabajo, difícilmente logre conservarlo después de la mentirita. Para colmo, ahora deberá lidiar con cargos por perjurio agravado. ¿Un consejo para la próxima? Siempre es más fácil culpar a la gripe. O a la cena de la noche anterior. Las mentiras, menores, y la policía, alejada.

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