Marion Webster, una señora británica de 78 años, tiene que trabajar un poquito sobre esos pensamientos paranoicos que se apoderan de ella a menudo y sobre los comportamientos furibundos que éstos han impulsado en más de una oportunidad. Eso al menos es lo que dictaminó la ley, tras encontrarla culpable de “daño criminal”. Convencida de que su vecino de al lado había entrenado a una ardilla para que se infiltrara en el jardín de su casa todas las noches y le arruinara las flores a las que tantos cuidados y afecto suele prodigar, la señora Webster no tuvo mejor idea que vengarse destrozando las plantas del “colindante”.

Aunque poco y nada se sabe sobre el supuesto animalito criminal, sí se conoce el errático comportamiento de Marion, a quien la gente del barrio describe como “una vecina del infierno”. El exabrupto que la llevó a juicio, argumentó la fiscal Kaya Ball ante la Corte de Magistrados de Solihull, no fue un hecho aislado: en los últimos diez años, la policía local ha recibido más de 40 quejas sobre el comportamiento de Webster, incluida una denuncia por gritos e improperios proferidos contra los transeúntes de manera presuntamente arbitraria, sin que mediara provocación alguna.

“Ella está muy orgullosa de su jardín y se le ha metido en la cabeza que alguien está tan pero tan celoso de sus flores que ha entrenado a una ardilla para destrozárselas tras la caída del sol”, explicó un vecino, sumando el caso Webster a una epidemia de “vecinos infernales” que, según registra el Huffington Post, estalla por todos lados: el pasado mes de septiembre, por ejemplo, una mujer de Rhode Island (Estados Unidos) fue acusada de entrenar a su cacatúa para maldecir a su ex marido y la nueva novia, que vivían en la casa de al lado. En noviembre, una mujer de Louisiana entró en una disputa con la vecindad tras decorar su casa en vísperas navideñas disponiendo las luces en forma de un Fuck You. “Es la única manera que tengo de expresarme con estas personas”, explicó la autora del profano mensaje.