Domingo, 15 de septiembre de 2013 | Hoy
VALE DECIR
Cuando Marianne Theresa Johnson-Reddick, una madre estadounidense de 78 años, falleció el mes pasado, sus hijos tomaron la birome (o, en su defecto, el teclado) y garabatearon las palabras finales con las que la despedirían. Y aunque, de buenas a primeras, cualquiera adivinaría frases de consuelo, el obituario publicado el pasado martes en el Reno Gazette-Journal dista del honroso formato tradicional. Muy por el contrario, se trata de la necrológica más virulenta de todos los tiempos, donde la descendencia de la señora aprovecha la oportunidad para sacar los trapitos al sol y vengarse de quien —se adivina— fue una pésima madre (o tuvo niñitos muy rencorosos).
Dice así: “Marianne Theresa Johson-Reddick nació el 4 de enero de 1935 y murió sola el 30 de septiembre de 2013. La sobreviven seis de sus ocho hijos, a los que se pasó la vida torturando en todas las formas posibles. No sólo descuidó y agredió a sus hijos pequeños; también se negó a que otros mostraran compasión hacia ellos. Todo el mundo que la conoció, adulto o niño, fue torturado por su crueldad, su violencia, su vulgaridad y su odio hacia el espíritu humano. Celebramos su muerte y tenemos la esperanza de que, en el más allá, viva en carne propia cada gesto de violencia, crueldad y vergüenza que cometió en vida. Sus hijos sobrevivientes ahora van a seguir adelante con la tranquilidad de saber que la pesadilla por fin tiene algún tipo de cierre”. Lo que se dice un Edipo pésimamente resuelto. Un terapeuta en Reno, ¡urgente!
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