VALE DECIR
El fotógrafo inglés Nick Brandt iba caminando por el norte de Tanzania cuando se topó con una escena digna de ciencia ficción. O de la mitología griega, visto y considerando que el panorama hacía palidecer el cuento dorado del rey Midas. Y es que, frente a sus ojos, se extendía el –mortífero– Lago Natrón y un sinfín de animalitos que, tras tocar sus aguas, habían sido convertidos en perennes estatuas de sal. “El carbonato sódico y la sal hacen que las criaturas se calcifiquen y se conserven perfectamente a medida que se secan”, anotó el maravillado británico en Across the Ravaged Land, su libro de imágenes que, por supuesto, incluye la serie momificada. Momificada, valga el subrayado, por causa de los 60C de temperatura y el estado superlativamente alcalino del lago. “Tomé a estos bichos tal cual los encontré en la orilla y los coloqué en posiciones activas, devolviéndoles la vida”, explicó Brandt, eternizando así “murciélagos y aves muy bien preservadas, desde la punta de la lengua hasta la última pluma”. Un sombrío conjunto que no sólo es prueba indeleble del fenómeno, también es buen recordatorio de que es mejor no mojarse los pies en cualquier sitio. Nunca se sabe...
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