Domingo, 4 de mayo de 2014 | Hoy
VALE DECIR
En principio, lo que tienen en común Black Bart, Aileen Wuornos, Ed Gein, Andrea Yates o Pablo Escobar es evidente: todos han sido infames forajidos que marcaron la historia criminal. Ya sea dejando poemas en sus sofisticados atracos, asesinando en forma seriada, robando y conservando cuerpos, ahogando a cinco hijos en una bañera o simplemente por ser Pablo Escobar, el panteón de los bandidos les dedica su piedra pulida. Asimismo, a ellos (y a otros tantos) los une un sumado y visible factor: todos han sido bellamente retratados por el artista canadiense Sean Lewis en preciosas pinturas sobre madera. En su serie de desencajados, el ilustrador de Toronto decide, sin embargo, dejar de lado la faceta más reconocible de estos personajes (el crimen) y conectar con su costado melancólico. “La condena de estas figuras bastardeadas no me pareció un enfoque interesante. Después de investigar sus historias, sentí pena por ellos y sus circunstancias. Enfermedades mentales sin tratamiento, crianzas negligentes, manipulaciones, marcaron sus vidas tristes. Por eso quise dar un paso atrás y mostrar un poco de empatía por quienes nunca la recibieron”, destacó quien —sin glorificar la brutalidad— opta por humanizar a ciertos “demonios”. Lo que se dice, un fuego.
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