Domingo, 31 de julio de 2005 | Hoy
PáGINA 3
Por Rodrigo Fresán
UNO “No tengo personalidad propia. Por eso jamás podré llegar a ser una verdadera estrella. Soy un actor de personajes. No podría ser Peter Sellers del modo en que Cary Grant es Cary Grant, porque no tengo una imagen concreta de mí mismo. Me miro al espejo y lo que veo allí es a alguien que nunca creció del todo: un tipo sentimental e imprevisible que alterna las grandes alturas con las más oscuras profundidades. Puede sonarte divertido, pero cuando estoy preparando un determinado rol es como si el rol hiciera el rol; no sé si me entiendes. Así que cuando alguien me dice ‘Estuviste genial en tal película’, yo siento que tendrían que decírselo al personaje y no a mí. Es por eso que cada vez que termino un film me invade una terrible sensación de pérdida de identidad. Entonces no sé quién soy ni qué hacer. Si alguna vez hubo alguien detrás de la máscara, me temo que, para bien o para mal, lo extirpé hace tanto tiempo mediante cirugía mayor.”
DOS Así habló Peter Sellers en una entrevista recogida en The Life and Death of Peter Sellers de Roger Lewis, publicada originalmente en 1994 y recientemente reeditada y corregida y aumentada con la excusa del film de igual título y dirigido para la HBO por Stephen Hopkins. El libro de Lewis –neo-biógrafo poco ortodoxo quien también se lanzó sobre Lawrence Olivier y Anthony Burgess– necesita de más de 1100 páginas para contar la vida de un hombre que fue demasiados hombres (y, en ocasiones, mujeres) porque no tenía la menor idea de quién era él. Uno de esos libros apasionantes que –de ser ficción– podría estar firmado por Patricia Highsmith o por Martin Amis. Leyéndolo, se entiende la carrera de Sellers como, sí, una carrera: un hombre corriendo a lo largo de películas geniales o malísimas que no se atreve a detenerse porque no tiene del todo claro si persigue o si es perseguido. Un improvisador genial –no olvidar que fue el único a quien Stanley Kubrick le permitía hacer lo que quisiera; pero que también advertía que “Peter Sellers no existe”– y un improvisado mediocre. Un payaso más iracundo que triste. Una fuerza de la naturaleza. Mala salud (nueve infartos antes del último) y buen físico para la comedia física. Un british psycho que primero fue una voz en la radio y después un alarido en la pantalla.
TRES Recordarlo así: The Ladykillers (1955), The Mouse That Roared (1959), I’m Allright, Jack (1959), Lolita (1962), Dr. Strangelove (1963), The World of Henry Orient (1964), The Party (1968), The Magic Christian (1969), Hoffman (1969), Being There (1980). Añadir unas pizcas de Clouseau y fragmentos rotos y escenas sueltas de todas sus otras y demasiadas películas así como esos malvados y cínicos comerciales para la Banca Barclays porque, claro, necesitaba dinero. Fue pobre y rico. Fue gordo y flaco. Fue amigo de Los Beatles y de los Windsor. Le gustaban las mujeres, los autos, los aviones, las terapias alternativas, las drogas, la buena vida y se sabe que nació actuando: llegó al escenario de este mundo para suplantar a un hermanito muerto de nombre Peter. Por estos días se cumplen 25 años de su último ¡corten! Y fueron varios los que, cerca del final, aseguraron que Peter Sellers se había vuelto loco. O que, tal vez, siempre lo había estado. Como Hamlet. Sólo que en lugar de preguntarse eso de “Ser o no ser”, Sellers –mucho más definitivo y terminal– se preguntaba “Soy o no soy”.
CUATRO Bill Murray, Mike Myers, Adam Sandler, Jim Carrey, Steve Martin (el nuevo e inminente Inspector Clouseau), el Johnny Depp de Ed Wood y Pirates of the Caribbean, Billy Cristal, Christopher Guest, Ben Stiller, Owen Wilson, el Geoffrey Rush que ganó un Globo de Oro haciendo de Peter Sellers en la película de más arriba, el primer Tom Hanks, el último Robert De Niro, y algún otro. Unos son muy buenos, otros no tanto. Es lo que hay, lo que queda. La atendible diferencia es que ninguno de ellos podría ser todos los Peter Sellers que fueron y Peter Sellers podría ser todos ellos. Y queda espacio, correrse al fondo.
CINCO “A veces me aburre, a veces me da miedo. La mayoría de las veces me asombra. En ocasiones me desconcierta, y en otras estoy seguro de que está chiflado”, dijo Peter Sellers refiriéndose a Peter Sellers. Después se miraba al espejo. Y se preguntaba qué hacía ahí ese desconocido de siempre. Y se ponía a contar los minutos que faltaban para empezar la próxima película, para poder volver a ser alguien.
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