Dom 09.08.2015
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ENTREVISTA BARBARITA PALACIOS

UN CUARTO PROPIO

Hija de la aristocracia musical y de la bohemia más elegante –su madre es Egle Martin, su padre Jorge Palacios, sobrino de Alfredo, su cuñado Gustavo Santaolalla–, Barbarita Palacios eligió un camino artístico que recorrió veinte años en el más estricto under. Desde la Catedral de Almagro hasta colaboraciones con Mariana Baraj y Charo Bogarín, prefirió un relativo anonimato hasta que este año lanzó Si va, producido por Santaolalla, un trabajo donde se cruzan el folklore y el rock en un territorio personal, único, marcado por su recorrido vital, que va desde pasar Año Nuevo en casa de Gilberto Gil hasta ser una pionera del electro folk local; la música de una mujer latinoamericana a quien le gustan la chacarera y el rock.

› Por Mariano del Mazo

En la contratapa del segundo long play de Color Humano se lee, entre los agradecimientos: “A Egle (Negra) Martin y a su futuro bebé”. Egle hizo un solo de berimbau en la canción de Edelmiro Molinari “Sangre del sol” que abría aquel disco y es hoy una madre orgullosa: 42 años después, el futuro bebé tiene disco nuevo. Morocha de rasgos fuertes, Barbarita Palacios toma agua con gas y se debate como todo el mundo entre certezas e inseguridades. “Qué calor, ¿lloverá?”, “¿viste lo de Melingo en Encuentro?”, “quiero un café en jarrito”, dirá en el lapso de dos, tres minutos. Ahora duda ante la primera y más o menos obvia pregunta de por qué este debut solista tardío. Piensa y dice: “Es un debut y no es un debut”.

La cavilación tiene su razón de ser: antes de este Si va, la obrita de treinta y dos minutos que presentará el 27 de agosto en Caras y Caretas, fue integrante de propuestas que fraguaron electrónica y folklore, pop y canción, raíz y grunge. Barbarita Palacios es una veterana novedad. Junto a la banda Semilla, en el cenit del electro folk de hace unos quince años, creó La Peña Eléctrica y El Semillero de La Catedral en Almagro. Integró la troupe de Terraplén, de Gaby Kerpel, Daniel Martín y Diego Vainer. Y movilizó Tiento, “un cuarteto power folk de dos parejas: Javier Casalla y yo y Laura Ros y Federico Gil Solá”. Con Sofía Viola desarrolló un repertorio propio bajo el proyecto Las Huevas. Y más: Trenzadas junto a Mariana Baraj y Charo Bogarín, etcéteras.

Es un debut y no es un debut. Mucha canción pasó bajo el puente. Esta sucinta síntesis, un CV apretado y frío, ocupó casi veinte años de una vida artística consagrada al más estricto under. Aunque provenga de la familia de la que proviene, aunque Semilla haya sido producido por Santaolalla y los ex Arbol Pablo Romero y Edu Schmidt. Es que en Barbarita parece confluir rebeldía y ubicuidad, los más humosos templos under del despuntar del siglo y los mejores estudios de Los Angeles.

Nació, como se desprende de la dedicatoria del disco de Color Humano, en 1973. Merced al don de gentes de sus padres –el encanto de Egle Martin, pero también el de Lalo Palacios, un conversador memorable, sobrino de Alfredo Palacios–, pasó su infancia rodeada de personajes de la aristocracia musical, un desperdigado club de la bohemia más elegante. En el medio, siempre, Egle: una mujer de belleza extrema, vedette, actriz y música. Alrededor de ellas orbitaban geniecillos, ególatras y cultores de la dolce vita. Un happening constante. “Fue la mejor infancia posible. Hermeto Pascoal, por ejemplo, era mi osito de peluche... Jugaba con él, lo peinaba, lo paseaba por toda la casa. Me despertaba para ir a la escuela y estaban los Abalos tocando chacarera en el living... Todos pasaron por la casa de mamá. Los que te imagines: Javier Martínez, Dizzy Gillespie, el Chango Farías Gómez, Caetano Veloso, Gilberto Gil. También venía Abelardo Castillo. Mi vieja siempre fue muy dada, muy querida... Papá también. El tuvo la sabiduría de comprender y dejar fluir el candombe de mamá. Un Año Nuevo lo pasamos en la casa de Gil, en Bahía. Estaba Caetano... Después de las doce de la noche Gil abría las puertas de la casa y entraba el que quería.”

Otra marca musical en la piel curtida de influjos de Barbarita viene por el lado de su hermana mayor. Alejandra Palacios es fotógrafa e hizo sus primeros pinitos en revistas como Pan Caliente, Cerdos & Peces, Pelo, Twist & Gritos. Cubría conciertos de Sumo, Virus, Soda Stereo y trabajaba con Hilda Lizarazu y Andy Cherniavsky. Los famosos ochenta. Recorrió un circuito de la noche porteña no menos intenso que el de los personajes de su madre. El estudio de fotografía de Cherniavsky era frecuentado por Charly García, Andrés Calamaro, Miguel Zavaleta. Ahí estaba, con diez, doce años, Barbarita. Siempre rodeada de gente mayor, dato que galvanizó su tierno nombre de pila en diminutivo, como huella de identidad. Dato que seguramente ocupó algunas sesiones de los siglos de psicoanálisis que concede haber hecho. “Escuchame: ¡con la vida que tuve! –dice–. Mi hermana me llevaba a los conciertos. Yo flasheaba... Cuando Alejandra empezó a salir con Gustavo Santaolalla igual: conocí a un montón de gente interesantísima. Se conocieron en la gira de De Ushuaia a La Quiaca y todavía están juntos.”

El célebre cuñado –hombre de actividad febril, entre música propia y ajena, cine, vinos; máquina de hacer pájaros y éxitos– está detrás de Si va. Junto a Daniel Martín, ex Terraplén, es el productor artístico y toca en la mayoría de los temas. Manda mail: “Barbarita Palacios es una artista que conozco desde hace bastante tiempo. La búsqueda de un lenguaje musical en donde convergen el folklore y el rock es algo que siempre me ha acompañado y encontré en Barbarita a una artista comprometida con esa estética. Tanto en la composición como en sus interpretaciones marca un territorio verdaderamente personal y único”.

Una de las claves del “método Santaolalla” apunta al trabajo o, mejor dicho, a la disciplina del trabajo. “Me ha formado. Es mi maestro. El trato familiar es bien diferente al laboral, y está bien que así sea. El me puso a componer, y hacer temas y más temas. Y yo, que soy una obrerita de mis proyectos, cumplí al pie de la letra. Sé lo que quiero y adónde voy. No tengo una relación espontánea con la música; me gusta que me obliguen, me gusta trabajar.”

¿Cómo fue el proceso que derivó en el disco?

–Largo, hace unos tres años comencé a demear canciones. Algunas las hacía con Javier (Casalla). Después se las mandaba a Daniel Martín, que elegía y producía. Luego era el turno de Gustavo (Santaolalla).

Como capas y capas de filtros...

–Y sí, así se fue armando. Una vez que estuvo encaminado el disco salí a armar la banda.

La banda quedó integrada con su pareja Javier Casalla en violín y guitarra, Hernán Burset en batería y Nicolás Martín Rainone en guitarra. Los productores Santaolalla y Martín aportaron un buen volumen de instrumentos, desde ronrocos y campanas tubulares hasta teclados y programaciones. También participan clásicos de la factoría Santaolalla, como Tilín Orozco y Fernando Barrientos, Adrián Sosa (baterista de Bajofondo), Aníbal Kerpel y Alejandro Terán, que se luce en los arreglos de cuerdas. Si va se grabó en los Estudios Fader Records de Mendoza y en La Casa de Los Angeles, y fue masterizado por Tom Baker (30 Seconds to Mars, Beastie Boys, Café Tacuba) y sale el 21 de agosto, editado por Sony.

Son nueve canciones portadoras de un misterio extraño, diáfanas y al mismo tiempo algo oscuras. Cada tema tiene un tratamiento singular. Pero se puede decir que más allá de la rítmica de “Hombre sereno” y su bombo omnipresente, no hay señales del folklore que Barbarita venía abordando al menos oblicuamente, a su manera. Son más bien canciones de autor con densidad rockera y gesto de pop indie. No agradan a la primera escucha: piden una decisión del oyente, un compromiso. Sólo así la red cancionística tendida por Barbarita Palacios finalmente atrapa. Temas como “Espejos rotos” se deslizan por un romanticismo áspero. Otros, como “Más allá”, conmueven por su sencillez: es una balada dedicada a su hijo adolescente, Lucero Carabajal. “Aprendí / aprendiste / a tropezar sin quebrar”, canta la madre. Y dice: “Lucero es un bombisto tremendo... De hecho participa en el disco”.

Opina Santaolalla: “Sus temas más íntimos se intercalan con otros poderosos y hasta salvajes, de forma orgánica. Resulta muy atractivo el hecho de que el eclecticismo y la diversidad se vean aunados, en un primer disco solista, por su identidad como artista”.

Hay una palabra que Barbarita repite a lo largo de la entrevista: reinvención. “Siento que con este disco me estoy reinventando”, vuelve a decir, en un loop que apunta tanto a su pasado como al futuro, una suerte de ambición de cambio permanente.

¿Por qué hablás de reinvención?

–Siento que al fin estoy encontrando mi camino, pero que ese camino tiene curvas, muta. Me gustaría que Si va se escuche como el disco de una mujer latinoamericana que busca sus raíces pero que fue pasada por arriba por el grunge. Que se haya reflejado en las canciones ese ir y venir permanente.

Cuenta, finalmente, que a los 18 se fue a recorrer los Estados Unidos. Fue el viaje que la configuró, que definió sus perfiles estéticos e ideológicos. Estaba fascinada por la música negra: el jazz, el blues, el soul y el hip hop. Fue a cada uno de los boliches de música negra de Nueva York. En un momento sintió la revelación. Barbarita vio la luz. Una epifanía nac & pop. “Me di cuenta que yo no tenía nada que ver con ese mundo.” ¿Qué hago acá?, me pregunté una noche. ¡Hasta hablaba un inglés de mierda! Cuando volví el país estaba en llamas todavía... Me fui derecho a una peña. Me compré un montón de cancioneros y me largué a componer chacareras. Sentí que había encontrado un lenguaje para explorar, que tenía que ver con lo que soy. Muchos chicos amigos míos se iban de la Argentina por la crisis... Yo sentí que me tenía que quedar, y pelear por lo que creía... Con ese espíritu nació La Peña Eléctrica. Entendí la frase de la chacarera: ‘Estaba donde nací lo que buscaba por ahí’.”

El folklore ya es un lugar de pertenencia, más allá de lo que haga. Fue una búsqueda y ahora es un punto de partida. Y, siempre, es y será una tensión. Por eso la pregunta final; por eso su respuesta.

¿Y el grunge? ¿Dónde quedó?

–Está, está. No soy Roxana Carabajal. Soy urbana. Soy esto que ves. El rock está. Me mata Nirvana, P. J. Harvey... Pero ganaron Los Manseros Santiagueños.

Barbarita Palacios presenta Si va el jueves 27 de agosto en la Sala Caras y Caretas, Sarmiento 2037, a las 21. Entrada: $ 120.

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