Domingo, 4 de octubre de 2015 | Hoy
TELEVISIóN > BS. AS. BAJO EL CIELO DE ORIóN / CROMO
Por Mariano Kairuz
La verdad está ahí afuera. En algún lado, en algún barrio de Buenos Aires. Como Fox Mulder, el incansable investigador de los Expedientes secretos X que sostiene la mirada en el espacio sideral, contra la incredulidad y la falta de fe de los demás, Darío Ríos, el reportero de lo paranormal interpretado por Daniel Hendler, también está un poco solo. Durante años ha estado recolectando las evidencias de esos otros mundos que están en este, pero hasta su mujer le dice: “Basta, te quiero mucho, pero hasta acá te acompaño”. Ocasionalmente, Ríos puede conseguir la atención y el interés de un guardia de seguridad, uno de esos personajes que, atrapados en un trabajo solitario y alienante también empiezan, más tarde o más temprano a creer.
Pero los verdaderos protagonistas de Bs. As. bajo el cielo de Orión, la nueva serie de Gabriel Medina –el director de Los paranoicos y La araña vampiro, dos grandes films independientes que pueden verse cada tanto en I.Sat– son los adolescentes. Un grupo de chicos que cursa el final de quinto año en un colegio secundario, y que, justo en este momento crítico, son testigos y protagonistas involuntarios de un “evento”, de un fenómeno de esos que desvelan a Darío Ríos. Un destello de luz en el cielo parece detener el tiempo por un breve instante; desde entonces, cada uno de estos chicos ha empezado a experimentar sensaciones extrañas y bizarros cambios en sus cuerpos. Mientras tanto, tienen que lidiar con los síntomas y las ansiedades propias de ese estado extraño y bizarro, siempre un poco convulsionado, que es la adolescencia.
Bs. As. bajo el cielo de Orión es el primer encargo de estas características –una serie de 13 horas en total y no pocas ambiciones narrativas– que asume Medina, tras dos películas de fuerte impronta autoral. La historia se basa en una idea escrita originalmente por Martiniano Cardoso y Ricardo Ottone que, por razones de producción –y esencialmente presupuestarias, explica Medina– debió someterse a una reescritura. “Así que lo sumé a mi hermano, Pablo, que es filósofo, agente de prensa, y guionista, para que reescribiera”, cuenta Medina. “Fue un proceso veloz, una zapada acelerada, en la que estuvieron presentes Ottone y Cardoso, pero que dio como resultado un guión que se parece en un 10, tal vez solo un 5 por ciento al original. Cuando acepté hacerme cargo del proyecto pedí tener libertad absoluta para trabajar y para darles forma a los contenidos, y la verdad es que me la dieron”.
Una de las decisiones fundamentales que tomaron Gabriel y Pablo Medina en el proceso de reescritura del guión fue justamente la de bajar la edad de los protagonistas. Los chicos no son un grupo de amigos sino que hay manifiestas diferencias entre ellos, y se ven reunidos forzosamente por las circunstancias. Está Bruno (David Szechtman) el chico gordito y fóbico, poco sociable; secretamente enamorado de Romina (Tamara Liberati), la-chica-más-linda-del-colegio, a la vez novia de Lucas (Tomás Raimondi), el muchachito punk que se ha empezado a meter en problemas debido a sus actividades como dealer barrial. También están Carla (Magdalena Capobianco), la chica que vuelca en sus prácticas de kung fu toda la tensión que arrastra de su problemática vida familar; Vicenta (Laila Maltz); y Adrián (Nicolás Gentile). Cuando “lo extraño se introduce en sus vidas” (sic) los chicos empiezan a experimentar breves e intensos ataques que los remiten a aquel episodio común, pero que también parecen directamente vinculados con sus estados hormonales: Romina sufre una pesadilla dentro de otra pesadilla, de la que despierta sacudida y teñida en rojo como si se hubiera desangrado por causa de una menstruación, y Carla manda al hospital a una chica de la clase de kung fu sin tocarla, como si toda la energía negativa que trae de su desgraciada vida doméstica se escapara sin control de su cuerpo. Si al principio todo está narrado en un tono serio, casi solemne, eventualmente van asomando dosificados golpes de humor: uno de ellos a cargo del siempre divertido Iair Said, quien interpreta a un astrónomo instalado en San Juan cuya presencia queda circunscripta a una pantalla de Skype, y que les dice a los chicos, en referencia a la manera tambaleante en que se comportan, que están “un poco pelotudos”. Un comentario que resulta gracioso y genuino a la vez, porque la adolescencia puede ser a veces eso, estar un poco pelotudo, y los eventos sobrenaturales que sacuden sus vidas de inminentes egresados solo parece estar potenciando ese estado vibrante y vacilante, repleto de inquietudes y ansiedades de cara al futuro.
Con el correr de los primeros tres o cuatro episodios, los chicos van descubriendo los diversos tipos de secuelas que “el evento” ha dejado en ellos. Adrián tiene cierta conexión telepática con la corriente eléctrica; Vicenta adquiere una limitada forma de videncia; Romina se encuentra con que puede multiplicar físicamente algunos objetos. Por un instante la serie parece estar ingresando en el terreno tan trillado del relato de súper héroes, pero no, es otra cosa, que en todo caso recuerda más a dos producciones que funcionan como la contracara contemporánea del súper héroe: la serie inglesa Misfits, y la película Chronicle (Poder sin límites), que se preguntaban qué pasaría si los súper poderes los recibiera alguien que no está necesariamente interesado en hacer el bien. ¿Qué pasa si estos grandes poderes los recibe un adolescente, hormonal, irresponsable y un poco inconciente? Vicenta y Adrián se van al casino a usufructuar los poderes de adivinación de ella. Lucas usa a Romina para multiplicar mágicamente las pastillas que vende. Y esto es el comienzo; mientras, Darío Ríos, el Fox Mulder rioplatense, les sigue la pista.
“Y es que la idea no va por el lado de la historia de súper héroes”, aclara Medina. “Lo que me importaba era hablar de estos chicos de 17 años, es decir, ubicados en un momento crítico de sus vidas, y cómo este cambio físico que sucede por haber entrado en contacto con material extraterrestre los obliga a tomar una decisión muy importante. Ese es el trayecto de la historia, y su propósito es hacer un planteo libertario; cuestionar el poder desde adentro: sus protagonistas se preguntan qué pasa cuando tenemos poder; si eso nos permite efectuar un cambio, o si el mismo poder te corrompe inevitablememte. Es el transitar de estos chicos no hacia un dogma ni un ejército, sino hacia la libertad, la reflexión y la búsqueda individual, sin seguir parámetros ajenos ni líderes. La idea fue desde el primer momento, usar la ciencia ficción para darle forma a un argumento que confluyera en una visión del mundo”.
Rodada en El Palomar, con algunos exteriores en Ezeiza y en un club de Colegiales, a lo largo de poco más de 50 intensas jornadas –en las que Medina supo desde el comienzo que debería trabajar contrarreloj e improvisar mucho debido a las limitaciones de producción–, Bs. As. bajo el cielo de Orión fue una de las series ganadoras del Concurso Prime Time 2013 de Fomento TDA, organizado por el Ministerio de Planificación Federal, junto al Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), lo cual debería haber garantizado su emisión a través de un canal de televisión abierta. Sin embargo, y sin que nadie les avisara a Medina ni a sus colaboradores, hace unas semanas empezó a darse, de a un episodio por semana, en la plataforma http://cda.gob.ar/. La situación le resultó particularmente ingrata a Medina, principalmente porque limita los alcances de un trabajo que, aunque para él surgió como un encargo, lo asumió con mucha responsabilidad: “No estoy de acuerdo con que se destinen fondos públicos para hacer porquerías, creo que deben destinarse a contenidos culturales así que es algo que critico mucho. Y por eso mismo yo me rompí el alma para hacerlo como lo hago con mis películas. Hubo que lidiar con muchos problemas porque se hizo con muchas limitaciones, con los tiempos que rigen para la television, y puedo decir que hubo mucha entrega y amor de parte de todo el equipo. Y esto es definitivamente un trabajo de equipo, algo que no hubiera sido posible si no hubiera contado con el trabajo extraordinario del montajista, que fue editando a medida que grabábamos, del director de fotografía, de todo el mundo”, dice Medina, que por estos días ajusta detalles del guión de la que, si todo sale bien, habrá de ser su próxima película, una historia con fantasmas –y “una mujer que sufre una tragedia”, adelanta– que debería filmar en el verano. Y agrega: “Por eso también es que pasada esta instancia de amargura en la que se lanzó en internet sin promoción, empecé a difundirlo por Twitter y Facebook para que la gente pueda verlo, mientras esperamos que llegue a la televisión abierta”.
Bs. As. bajo el cielo de Orión puede verse por ahora en cda.gob.ar/, y en el sitio de la serie bajoelcielodeorion.com.ar/
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