Dom 24.01.2016
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EN LAS VISPERAS

Con su tercer disco Una comedia romántica, los platenses Valentín y Los Volcanes logran un salto de calidad capaz de acercarlos a un público más amplio. Influenciados por Pavement, Jesus & Mary Chain, el rock argentino, Silvio Rodríguez y por la literatura de Ray Bradbury, Easton Ellis y J. G. Ballard, la banda acaba de ser producida por Tweety González y se prepara para, este año, saltar el cerco de la escena indie.

› Por Walter Lezcano

“No sabemos hablar de otra cosa más que del amor, lo que no significa que sepamos algo al respeto”, dice el poeta y cantante de Valentín y Los Volcanes, Jo Goyeneche, y sus palabras suenan precisas para definir al tercer y exquisito disco de su banda: Una comedia romántica. Un trabajo que puede ubicarse entre lo mejor de la cosecha 2015 a nivel nacional, pero también nos puede dar una idea de cómo una banda que venía destacándose hacía tiempo en el circuito intenso del under pega un salto de calidad e intenta desestabilizar los cercos del indie para aterrizar en las mieles de ese artificio adorable llamado pop de masas.

Surgidos en el 2008 en la ciudad de La Plata, Valentín y Los Volcanes (Jo Goyeneche: guitarra y voz, Fico Baigorri: batería y voz, Nico Kosinski: guitarra, Panchito: bajo y espíritu, Pablo Doc Perazzo: teclados y trompetas) comenzó como una pandilla cohesionada por algo poderoso: los mismos gustos musicales. Cuenta Jo: “En La Plata era muy difícil no conocer al que escuchaba la misma música que vos, y también era altamente probable que terminaras formando una banda con ellos”. Influenciados por Pixies, Pavement, Guided by Voices, Sonic Youth, Jesus and Mary Chain, The Pastels, The Vaselines, Galaxie 500, pero también por Violeta Parra, Silvio Rodriguez, Eduardo Mateo, Nick Drake, Embajada Boliviana, Los Peligrosos Gorriones y Flema, Valentín y Los Volcanes encontraron para sus primeros discos otra clase de inspiraciones: “Puedo decir que en nuestros discos de estudio fue mayor la influencia literaria que la musical. Por ejemplo, Play al viejo Walkman blanco es un homenaje directo a Spencer Holst. Y Todos los Sábados del Mundo es un homenaje, un poco más invisible, a Ray Bradbury y, tal vez también, a Bret Easton Ellis y a J.G. Ballard”, confiesa Jo.

Ese primer disco, Play al viejo Walkman blanco, lo grabaron de un modo muy caótico, con un audio lo-fi y en condiciones algo precarias, pero “se lo mostrábamos a nuestros amigos como si fuera el álbum blanco de los Beatles”, dice un Jo sonriente y luego recuerda: “En general, incluso en un contexto receptivo, fue un disco que al principio nos criticaron bastante, que se escuchaba mal, que era desafinado, pero un pequeño grupo de gente lo bancó mucho”.

Hoy ese disco está agotado.

Si Play Al Viejo Walkman era una vindicación del homeless, una apología del linyerismo (“El tipo de la portada podría ser Beppo Ghezzi supongo, o dios, o Marx, o tal vez estas tres personas sean lo mismo”, dice Jo), Todos los Sabados del Mundo en cambio, es el descubrimiento del estudio de grabación por parte de la banda: “también es la primera vez que dejamos que alguien nos ayude a tomar decisiones. Es un disco que fue prácticamente compuesto dentro del estudio, durante casi un año, con Fico ya en la banda, lo que significó baterías más potentes y certeras y una voz nueva en los coros. Es, a diferencia del primero, un disco con muchísima producción y con un sentido del audio mucho más profesional. Si uno pudiera barrer las voces y guitarras que están en primer plano durante todo el disco vería levantarse un monstruo gigante con brazos y piernas de sintetizadores”, analiza Jo. En ambos discos hay una determinación estética muy clara y bien resuelta.

Una comedia romántica, un disco que sirve para determinar una red de filiaciones artísticas y sentimentales de la banda, llega luego de una experiencia de convivencia. Relata Jo: “En 2013 yo me había mudado a la casa de Panchito, una casa bastante ruinosa, muy grande y vacía, que tenía como único gran capital un ciruelo gigante y una discografía muy completa de rock nacional, la música que había sido banda de sonido de nuestras infancias y adolescencias: Charly, Fito, Virus, Los Redondos, Spinetta, Nebbia, Los Rodriguez”. No tenían comida ni dinero pero había música todo el día, y habían podido armar una sala de ensayo en el corazón de la casa. Ahí aparecieron esas canciones nuevas, emocionalmente muy ligadas a ese pasado familiar feliz. “Grabamos caseramente diez temas y se los mostramos a Tweety González, le gustaron nueve. Sabíamos de él que era excesivamente estricto como curador, así que fue una gran sorpresa confirmar que las canciones que a nosotros nos gustaban tanto, a él también.”

La aparición de Tweety González, ganador en el 2015 del premio Konex como Productor Artístico de la década, en los créditos del disco hace pensar en cierto interés de la banda de romper los perímetros, a veces engañosos, del indie. Explica Nico al respecto: “Creo que lo más interesante sería dejar de lado el miedo a creer que es pretensioso pensar que tenemos un legado. Porque de algún modo formamos parte de un gran rompecabezas. Eso que se llamó indie, es una nueva forma y una pieza más en el gran rompecabezas de la cultura argentina, o más específicamente del rock nacional. Es difícil pensar eso, porque parece siempre un bronce, algo intocable, algo que sucedió mientras nosotros íbamos al jardín de infantes. Pero tal vez ya podemos decir que todos colaboramos humildemente con sumar una pieza a la gran construcción colectiva del rock argentino, donde la escena alternativa de todas las décadas ya es un parte fundamental, o a veces, la que más nos gusta”. En ese sentido, es probable que un disco tan bello como este sea el vehículo perfecto que los haga llegar a una audiencia a la que antes no habían conquistado. Eso sí: para ellos no se trata de ninguna necesidad: “Una comedia romántica es una buena forma de definir nuestras vidas, como extras y como protagonistas, sabemos ejercer nuestras miserias y nuestra seducción, aprendimos del abandono y del romance. Nos gustan las vísperas, mucho. Siempre en las comedias románticas lo mejor es ese momento previo a la explosión, porque sobre los finales ya sabemos demasiado, todas las películas terminan igual, todas nuestras existencias terminan parecido. El disco iba a llamarse Una Comedia Romántica de bajo Presupuesto, pero nos pareció que era demasiado pretencioso o exagerado, así que le quitamos el final, ese fue nuestro chiste, quitarle el final”, dice Jo para concluir con este golpe al pecho: “En la universidad, en las guerras, en la Policía Bonaerense, en la real politik, en el jardín de infantes, en las ferias americanas, en las manifestaciones sociales, en las inmobiliarias, en los mundiales y en los clubes de aeromodelismo hay, por lo menos, dos elementos comunes en su tragedia: algún tipo de amor y la conciencia de que todos vamos a morir. La forma que encontramos nosotros, que tenemos una banda y hacemos canciones, de no pensar todo el tiempo en lo segundo, es hablar mucho de lo primero”.

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