ARTE > ROBERTO PLATE
Con la muestra Buenos Aires-París-Buenos Aires, Roberto Plate –además de artista plástico, escenógrafo– vuelve al país y al Museo Nacional de Bellas Artes: la exposición, con curaduría de Raúl Santana, reúne la recreación de dos instalaciones importantes, videos y un centenar de pinturas de los últimos cincuenta años del artista, que acaban de llegar de Europa. Entre las instalaciones se encuentra la famosa “Baño público”, que terminó con clausura policial y revolucionó la historia del Di Tella, en Experiencias 68, cuando el público espontáneamente lo llenó de pintadas en contra de la dictadura de Onganía y, ante la censura, los artistas retiraron sus obras y las destruyeron frente al Instituto, en la calle Florida .
› Por Marina Oybin
Comenzó la prueba de agua en la fabulosa instalación Reflejo, una pileta con leds devenida literal espejo de agua. Es la primera vez que en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) se hace una instalación de este tipo. Llenar la pileta demandará unas seis horas. Los especialistas de montaje explican que es necesario hacerlo lentamente para conservar intacta la estructura. Hay expectación en la sala.
Roberto Plate sube a un andamio. Luego conversa con uno de los montajistas que engrampa un lienzo en la pared siguiendo sus indicaciones. Sus pinturas escenográficas, de colores intensos, luminosos, son como murales. A ritmo vertiginoso, se ultiman detalles de Buenos Aires - París - Buenos Aires, la muestra antológica de Roberto Plate. Es la primera exposición bajo la gestión de Andrés Duprat, el nuevo director del museo.
La exposición, con curaduría de Raúl Santana, reúne la recreación de dos instalaciones clave, videos y un centenar de pinturas de sus últimos cincuenta años que acaban de llegar de París. Las obras viajaron de París a Amsterdam y luego en avión de carga hasta Buenos Aires. Se trabaja contrarreloj. En pleno montaje, el aroma a pintura y cera impregna el ambiente. Están terminando de retocar la gran instalación que será un caleidoscopio de reflejos. En la sala, los lienzos están en el piso listos para que los cuelguen directamente en la pared, sin marcos ni bastidor. Falta colocar aún las puertas de Los ascensores (expuestas por primera vez en 1967, en el museo de arte moderno, cuando funcionaba en el Teatro San Martín) y el famoso Baño público que terminó con clausura policial y revolucionó la historia del Di Tella, en Experiencias 68. Ahora, en el MNBA, se recreó “Baño público” con candados y fajas.
Plate cuenta que hizo aquellos ascensores, que muchos esperaron en vano, con la intención de “invisibilizar la figura del artista”. La gente hizo cola frente a las puertas de los falsos ascensores cuyos tableros tenía las luces encendidas como si funcionaran. “Mi padre pasó por la exposición y cuando volvió me dijo no encontré tu obra; todos pusieron rótulo en las obras indicando el nombre del autor, yo simplemente hice los ascensores que parecían reales; la intención era que la gente pensara que podía subir por ahí”, cuenta el artista a Radar, en un alto del montaje. El público se topará con los ascensores fuera de la sala de la muestra.
La famosa instalación del Di Tella simulaba un baño mixto al que se entraba por puertas señalizadas con las clásicas siluetas de hombre y mujer. Se ingresaba a un espacio para seis escusados sin artefactos sanitarios y con paredes blancas que el público comenzó a cubrir con dibujos y frases contra el gobierno de Onganía. En ese baño que terminó con faja policial “hubo una descarga emocional en lugar de física”, dice el artista.
Es curioso que la muestra no fue clausurada por las obras más políticas como La familia obrera, de Oscar Bony, u otras en su concepción mucho más contestatarias que los baños como El mensaje, de Roberto Jacoby, que incluía un manifiesto escrito por el artista. Como sostiene José Emilio Burucúa, en Experiencias del 68 se clausuró “la respuesta del público”, ese acto espontáneo de la gente (una consecuencia no buscada al concebir la obra) que llenó de grafitis y mensajes contra la dictadura las paredes del baño.
Según los diarios de época, el baño fue clausurado por orden del Juez López Lecube, que se negó a dar el nombre del denunciante. El sumario fue caratulado “Exhibiciones obscenas y averiguaciones”. Romero Brest, director del Di Tella, contestó: “Aunque parecerá extraño a muchos que no alcanzan a comprender las experiencias, estos creadores están motivados por un ansia de verdad, queriendo ser ajenos a cualquier forma de retórica. Por lo cual apelan unos a personas reales para que participen en ellas, otros eligen la colaboración del público para perfeccionarlas, otros plantean una problemática que obliga a volver sobre los pasos consabidos para desembocar en lo más obvio, y hubo quien se negó a realizarla atacando la institucionalidad del lugar”.
Brest sigue: “Con una nota curiosa en todos, que no deja de ser fecunda: que dicho acercamiento del arte con la vida se realiza a la par en términos fuertemente intelectuales. Sabemos que por tales motivos las Experiencias 1968 no son fácilmente aceptadas, por los prejuicios que destruyen, pero tampoco hemos querido abundar en explicaciones”.
Las autoridades colocaron en las puertas del baño fajas judiciales, la policía se instaló para controlar que nadie entrara. Ante la censura, los artistas retiraron sus obras y las destruyeron frente al Di Tella, en la calle Florida. La declaración de repudio de los artistas a la decisión judicial fue contundente: “Esta es la tercera vez en menos de un año que la policía suplanta las armas de la crítica por la crítica de las armas, atribuyéndose un papel que no le corresponde: el de ejercer la censura estética”.
El texto firmado por los artistas sigue: “Pero los artistas e intelectuales no han sido los principales perseguidos la represión también se dirige contra el movimiento obrero y estudiantil; una vez logrado esto, pretende acallar toda conciencia libre en nuestro país”.
Cuenta Plate que a partir de ese momento, junto con diez amigos que hacían teatro en el Di Tella, decidieron irse de la Argentina. Plate pasó de hacer instalaciones, teatro y happenings a dedicarse de lleno a la escenografía con el grupo de teatro TSE, entre los que estaban Marucha Bo (pareja de Plate), Facundo Bo, Alfredo Arias y Juan Stopani. El primer destino fue Caracas. Luego Plate fue invitado a participar en una muestra en Nueva York con Warhol, Oldenburg y Stella. En 1969 hizo pie en París para hacer la escenografía de Eva Perón, de Copi. “Después de que la derecha peronista atacó el teatro con una bomba lacrimógena, volvimos e hicimos de nuevo la función. La obra se transformó de acontecimiento artístico a tapa de todos los diarios”, recuerda Plate. Y agrega: “Con TSE reinamos en París desde la década del setenta a los ochenta”.
Plate hizo más de un centenar de producciones de ópera, teatro, ballet y cine por el mundo. Realizó proyectos para el Teatro Colón; la dirección, escenografía y vestuario de la ópera Juana de Arco en la hoguera, y la escenografía de la ópera Muerte en Venecia, dirigida por Alfredo Arias. Conoció a Marguerite Duras cuando vivió en el altillo de la casa de la escritora, en Francia, donde también paró Copi. Plate hizo la escenografía de varias de sus obras.
“Cuadro de escena me parece más justo que el término escenografía”, dice Plate, que piensa cada producción como una gran pintura que el espectador contemplará largo rato. Como escenógrafo, colaboró para productores de teatro y ópera como Claude Régy, Marcel Maréchal, Pierre Constant, entre otros. Su primer acercamiento al texto siempre es oral, antes de leer el argumento necesita que le cuenten de qué se trata “para percibirlo como un pintor más que como un lector, y tener mayor margen de libertad a la hora de crear”.
Del arte conceptual a las instalaciones, Plate asegura que nunca dejó de pintar. En los años ochenta, comenzó a exponer nuevamente en Argentina. Jamás abandonó su trabajo como escenógrafo, que, en su caso, está íntimamente relacionado con su obra.
Plate desciende de una familia de la nobleza alemana; dirá que es noble “sin querer”, sonríe. Hoy sigue actuando, aprendió por su cuenta como lo hizo con la pintura. En 1965 se recibió en la Academia de Bildende Künste, en Munich. “Me inscribí como artista libre, podía conseguir las pinturas a mitad de precio, tenía un atelier para trabajar, y un jardín enorme. Si quería algún comentario del profesor, tenía que ir a buscarlo a los ateliers, en otro piso. Yo nunca fui. Experimenté y pinté libremente”.
Con pinceles largos, algunos hechos con cañas de pescar, Plate pinta sus enormes lienzos apoyados en el suelo. Son pinceles especiales, como los que usan los escenógrafos, para trabajar parado y moverse en grandes superficies. También hay un espacio en la muestra para el pequeño formato: en la serie De la calle al museo, el artista reprodujo y pintó las imágenes y textos de los anuncios que se pegan en la calle en los que se promocionan sitios de prostitución. Le impactaron tanto esos textos e imágenes que vio en sus viajes a Argentina que decidió pintarlos.
Desde joven, Plate se pinta a sí mismo en el taller. Tiene la singular capacidad de pintar la pintura misma: el acto de pintar y en un mismo movimiento el goce que provoca la materia, la textura, la forma zigzagueante, el color deslumbrante que hipnotiza la retina. Hay placer en esos tonos saturados, fulgurantes y en el gran formato. En París, llegó a hacer una obra de más cien metros de largo en un rollo de tela que le regalaron, luego la expuso con decenas de biombos que la sostenían. En sus pinturas se ven pomos y chorros de colores, su mano que sostiene la paleta, el carmín que se eyecta con extraña virulencia. Los colores son potentes, luminosos. Son protagonistas, copan el espacio, crean nuevos mundos. Plate pinta la pintura.
Buenos Aires-París-Buenos Aires se puede ver en el MNBA, Avda. del Libertador 1473, martes a viernes de 12.30 a 20.30, sábados y y domingos de 9.30 a 20.30. Lunes cerrado. Hasta el 27 de marzo. Gratis.
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