TARAS
Sonamos
Al servicio de frívolos impenitentes capaces de cualquier cosa con tal de escuchar antes que nadie la canción del momento, compositores desesperados, DJs con horror vacui y –sobre todo– gerentes de marketing con pocas ideas y billetera grande, una empresa de Barcelona acaba de lanzar el Hit Song Science, un software capaz de escuchar una canción nueva y pronosticar si va a ser un éxito o no. Escuchemos qué tienen para decir.
Por Ariel Magnus
Después del escepticismo de Pirrón, que niega el saber y recomienda el silencio, la doctrina filosófica más simpática de la historia es sin dudas la de Pitágoras: cada cosa tiene su número, y todo es números. A esta revelación matemática llegó el griego de Samos tras descubrir que los principales intervalos musicales podían ser expresados como las relaciones numéricas entre los cuatro primeros números (octava = 2:1; quinta = 3:2, cuarta = 4:3). Lo que vale para la música, ese arte divino, debe valer para todo el universo, propuso Pitágoras, y él mismo, o más probablemente los Pitágoras Jr. que luego heredaron su empresa, fabularon en base a esta revelación la doctrina de la “Armonía de las esferas”. Según esta extensión doctrinaria, también el movimiento de las estrellas respondería a aquellos patrones numéricos, produciendo una música que nosotros no alcanzamos a escuchar porque su melodía ya está en nuestros oídos desde que nacimos: en nuestro idioma, música de las estrellas se dice silencio.
Aunque absurdas hasta la ternura, las fantasías numerológicas de los pitagóricos no dejaron de tener adherentes a lo largo de toda la historia. Pero lo que sin dudas hizo carrera y se convirtió en un verdadero hit teórico es la equiparación entre música y matemática. Que el arte más abstracto puede decirse muy concretamente en cifras es hoy una verdad que a nadie se le escapa; no hace falta ser musicólogo, no hace falta siquiera saber tocar Escalera al Cielo en la guitarra para intuir que una canción no es más que una ecuación. Y si aún queda por ahí algún escéptico, llegó el Hit Song Sciencie. Y a callar.
Puros números
El Hit Song Science (HSS) es un software que toma una nueva canción y pronostica si va a ser o no un éxito. Las premisas para esta tesis son simples, incluso simplistas: la música (tiempo, tacto, pulso, ritmo, armonías, etc.) es reducible a números, esos números encierran ciertos patrones, esos patrones son reducidos en número. Tomando como base unas 3,5 millones de canciones, incluidos los hits de los charts británicos y estadounidenses desde principios del 60 a esta parte, el HHS tiene analizada la música exitosa según parámetros que van desde el brillo musical de un tema hasta la cantidad de copias que vendió, con esa prodigiosa memoria compara el nuevo producto con sus (deseables) antecesores y da su veredicto en forma de un algoritmo. Advierte Mike McCreadyel, gerente de marketing de la firma –con sede en Barcelona– Polyphonic HMI, en una entrevista que se hace a sí mismo en la página web de la empresa: “Históricamente, lo que es agradable para el oído humano no ha cambiado desde que el hombre empezó a hacer música”. Según McCreadyel, “el country, el rock, el punk, el grunge, etc., todos presentan los mismos patrones matemáticos” y lo mismo vale para los hits de esos géneros. Algunos hits de U2, por ejemplo, presentan patrones similares a ciertos conciertos de Beethoven, y This Night de Billy Joel tiene exactamente la misma melodía que la Sonata número 8 del clásico alemán, sólo que tocada con mayor lentitud.
Como precedente histórico de esta tecnología “maravillosa y realmente revolucionaria”, la empresa menciona al francés decimonónico Georges Polti, quien definió las “36 situaciones dramáticas” que nos tienen agarrados de nuestros asientos (venganza, crimen de amor, remordimiento, etc.). “Todas los libros y todas las películas, desde las blockbuster hasta las intelectuales, siguen por general estas reglas, las únicas capaces de captar la atención de los humanos.” Estas reglas ya existían antes de Polti, aclara Polyphonic, “pero al identificarlas, él ayudó a los escritores a hacerse creativos según pautas que los conecten con su público”. Aunque los beneficiarios del software “incluye a las personas que crean, tocan y consumen música”, el HSS está pensado en primera línea para quienes la venden. “Puede que todo esto suene a ciencia ficción y quelos resultados parezcan no tener sentido, pero no hay que olvidar que nosotros ya estamos trabajando con grandes discográficas de ambos lados del Atlántico.”
Pura lógica
Las discográficas, nos aleccionan los padres de HHS, “toman un montón de riesgos” en lo que vendría a ser su juventud, pero después crecen y se ven obligadas a hacer plata, pues “tienen más infraestructura con personas trabajando que tienen familias que alimentar”. Ahí, cual departamento propio o enlace matrimonial, es donde entra el HSS (¿Hogar Seguridad Solidez? ¿Hijos Serenidad Sosiego?). El sistema permite reconocer no sólo las novedades que suenan igual a hits anteriores (negocio seguro), sino también las que sin ser idénticas responden a patrones matemáticos que garantizan que el tema va a pegar (el mismo negocio seguro, pero con otro olor). Maximizando así sus inversiones, el HHS ayuda “a que los sellos ahorren dinero y lo inviertan fomentando artistas nuevos, mejores y más innovadores”.
¿Significa esto –se autopregunta el apocalíptico McCreadyel– “el fin de los productores”, el principio de una música determinada por computadoras? “En absoluto –se responde–. Esta tecnología no es más que una herramienta que permite a los productores maduros y experimentados hacer mejor su trabajo. La herramienta nunca será usada para tomar decisiones por cuenta propia y nunca reemplazará al oído de oro y al buen gusto.” Para tranquilizarnos del todo, el integrado McCreadyel se pone apocalíptico, pero para el otro lado: “Hay similitudes entre las canciones. Eso es real y está basado en la ciencia. Pero las computadoras no pueden crear música y no tienen ningún lugar en su producción. Los criterios ‘humanos’ y el feeling necesario para crear un CD no pueden ser sustituidos por la inteligencia artificial. Las computadoras nunca inventaron nada, igual que el telescopio no creó el universo”.
¿Un escéptico, el pitagórico vocero del HHS? No, un producto de marketing hecho por computadora. Aunque sus “patrones atemporales genética o culturalmente adquiridos” sean de un esencialismo absurdo, aunque con sus inocentes telescopios se gane el título de tierno positivista, el padre del HHS se esmera por improvisar una filosofía políticamente correcta con alarmantes rasgos escépticos. Es como si a HSS en realidad no le gustaran los hits, como si en el fondo de su corazón digital se diera cuenta de que los charts están manipulados y de que la ciencia numerología fuera un poquititito reduccionista pero él, obediente como un soldado, debiera hacer su trabajo casi a su pesar. Eso es lo maravilloso del HSS: que lo subyace el no menos maravilloso SPP o Sistema Pirrón Pitágoras, o sea: te la vendo en papel de regalo Pirrón, pero por abajo te la hago bien Pitágoras.
Nada en contra de los negocios de McCready & Co. En serio. Pero a ojo de buen cubero, y no para producir hits sino para evitar golpes, nuestro análisis nos arroja un pronóstico desolador: cuando en contra de su voluntad y de sus mejores intenciones toda la música suene igual, los hijos de los que trabajan en las discográficas ya no podrán escucharla. Gracias al HSShhhh, nacerán con ella en los oídos: la música de las estrellas será la forma de su silencio.