Domingo, 12 de junio de 2016 | Hoy
FAN UN ESCRITOR ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: NICOLáS DOMíNGUEZ BEDINI Y KODAK ‘74 DE MENOS QUE CERO
Por Nicolás Domínguez Bedini
Voy a hablarles un momento sobre Menos que Cero, la banda que tuvo Manzanita, mi guitarrista y songwriter –y también ¡soundwriter!– preferido de género power pop en castellano. ¿Menos que Cero? Sí, Menos que Cero, influyente banda del circuito underground porteño entre los años 1993 y 2001, con varios cambios en su formación pero siempre manteniéndose inalterable su compositor principal y líder, Mariano “Manza” Esain, actualmente músico de Valle de Muñecas y productor artístico musical. Pero volvamos a los Menos que Cero. Su nombre es un guiño a un tronco de resonancias líricas: un dicho inglés que deviene en canción con letra tremebunda de Elvis Costello and The Attractions y que recogió un novel autor a mediados de los años ochenta –nada menos que un tal Bret Easton Ellis en Estados Unidos para titular su primera novela– y así terminar saliendo catapultado en forma de boom y de nuevo Salinger... Pienso en los fanáticos que hurgaban cada pie de página en busca de estos datos, en la otrora Cultura Rock pre google nuestro de cada día.
Mi formación de Menos que Cero favorita fue la que llega hasta los albores de mi verano fatal de 1998 –pena sin caducidad de fan– donde se termina por disolver el power trío con el que grabaron su primer CD titulado con el mismo nombre del grupo, donde a un joven Manzanita lo secundaban Fernando Minimal en batería y Diego “Toni” Vila en bajo y coros. De más está decir que los tres tocaban muy bien, tenían buenas canciones energéticas del calibre de “Hasta caerme”, “Cartas”, “Septiembre”, “Todos los días grises”, “Trenes”, “Recuerdos de invierno” y medios tiempos de grueso calibre como “Si pudiera”, “Tobogán” y “Mar”. También se caracterizaban por hacer covers de sus canciones favoritas (de bandas como los Beatles, The Who, Small Faces, The Supremes, Buzzcocks, Wire, Magazine, Joy Division, Blondie, The Romantics, Katrina and The Waves, etcétera y etcétera) en los bises de sus inolvidables shows –auténticas bocanadas de aire fresco–, siempre breves y emotivos. Y que aquel look preferentemente de raíces británicas y estilizado que tenían me acompaña hasta hoy –jeans, borceguíes, remera, suéter escote en V– salvándome no sólo con su música de mis días muertos “entre el suburbio y la ciudad” al haberlos conocido, sino también del estrafalario cambalache de feria americana que yo portaba como indumentaria cotidiana sin saber muy bien por qué.
Una de mis canciones favoritas de todos los tiempos es de ellos y lleva un título enigmático: “kodak ‘74”. La escuché tocada en vivo por primera vez, un domingo muy tarde, exactamente en la noche del domingo 22 de junio de 1996, en una disco que quedaba por el Camino del Bagre. Así llamábamos con mis amigos de antaño, viejos compañeros de ruta que fui dejando de ver con el trajín del indiscutible paso del tiempo, al tramo de Hipólito Yrigoyen que conducía desde El Dorado hasta el Morocco. Pero no podría volver por ahí; yo ahora soy otro, y el mismo lugar es otra cosa...
Retomando lo que quería contarles sobre aquella canción y grupo por los que –conste aquí– no puedo ser nada objetivo dado que sigo siendo muy fan como el primer día– al punto que mencioné las nueve canciones que contenía su CD debut–: escuché “kodak ‘74” cuando Manzanita la cantó por primera vez en vivo en El Dorado. Me acuerdo como si fuera hoy de aquella noche de 1996. Había tocado la banda Chiquero y la apertura de la noche había estado a cargo de 90 Sapos; éramos 30 personas, tal vez menos, la entrada costaba $5 e incluía pizzas y cervezas por doquier, al otro día rendía Embriología por tercera o cuarta vez, porque aún seguía insistiendo con el mandato familiar de estudiar Medicina, como mi papá. Pero ese domingo supe al instante, cuando Manzanita tocó aquellos primeros acordes, que todos los presentes estábamos frente a una canción atemporal e imperecedera; sí, frente a ese tipo de canciones que llegan para quedarse y te hacen compañía, abrigan la vida de uno y se tararean solas en los momentos más insospechados. A la mañana siguiente no fui a rendir aquel examen. De la disco me fui solo, como había llegado, caminando más de lo que podía andar, desde la esquina de Avenida de Mayo y 9 de Julio hasta Puente Saavedra. Recuerdo que tarareaba sin cesar la canción de Manzanita que acababa de conocer, sí, aquella canción de Menos que Cero con título enigmático, “kodak ‘74”: “Agua turbia, agua escéptica/ agua oscura, olvidada; perfume fugaz de libertad./ Más allá de las seis se confunde la mañana con tu piel,/ y a la hora de volver/ el silencio se hace inmenso sin querer.”
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