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Domingo, 9 de octubre de 2016

TEATRO > CéSAR BRIE

EL HOMBRE QUE VIAJA DEMASIADO

El dramaturgo, director y actor argentino César Brie está otra vez de visita en Buenos Aires, presentando nada menos que cuatro piezas de su autoría en la cartelera local. Pionero en la formación de centros sociales ocupados en Italia, director de la compañía Teatro de los Andes en Bolivia e integrante de la mítica y experimental Comuna Baires, Brie repasa su andar inquieto, que hoy lo tiene instalado ante el Adriático, en Italia, su patria adoptiva.

 Por Guadalupe Treibel

“Yo he sido siempre un migrado, un exiliado, y aunque de chico no amaba viajar, no he hecho más que viajar toda la vida. No tengo una raíz, y las tengo todas”, dice el dramaturgo, director y actor César Brie, en su nueva, última visita. Donde, como sucede en cada retorno, llega dotado de un batallón de piezas, que vuelven a depositarlo en la escena porteña, mientras mantiene –momentáneamente– su residencia estable en la Rimini de Fellini, con el Adriático (“una sopa horrible realmente, repleta de algas”) a los pies.”Mi intención es regresar a la Argentina e intentar crear una realidad similar a la del Teatro de los Andes en un galpón cerca de Saladillo. Hacer allí un teatro separado, lejano, que no moleste; porque nunca se está a salvo de los envidiosos, y pisarles los pies es inútil. Quisiera seguir siendo, como lo he sido hasta ahora, un huésped grato”. Así pasa aviso sobre su proyecto venidero que, de concretarse, lo tendría definitivamente instalado en coordenadas locales desde el próximo abril.

El Teatro de los Andes es la compañía boliviana que fundó en el 91 y que dirigió durante casi dos décadas, donde sus integrantes lo aprendían todo (desde cosechar hasta hacer luces), logrando significativos éxitos y ecos internacionales gracias a piezas como Ubú en Bolivia u Otra vez Marcelo. Hasta que, por diversas razones, Brie decidió abandonar Bolivia; entre ellas, haberse vuelto “el enemigo número 1 de Sucre” por sus documentales Humillados y Ofendidos y Morir en Pando. No fue,sin embargo, su primera experiencia en compañías.

A sus 17, cuando César se vuelca al teatro (tras haber trabajado, “primero, como soldadito de un estudio jurídico; después, como periodista de una revista llamada Argentina, dirigida por Raúl Urtizberea”), comienza a estudiar en lo que entonces era el Centro Dramático Buenos Aires, que luego devino la mítica Comuna Baires. Un centro-laboratorio de experimentación teatral que rechazaba el arte burgués, y no era ajeno a situaciones límite que ponían la tilde en la violencia emotiva. Algunas tan radicales que, como anota Brie en La vocación, su autobiografía de 2007, le valieron –por ejemplo– un diente roto. Además del exilio en Italia, en el 74, hacia donde escaparon varios miembros de la Comuna tras el secuestro y tortura de uno de ellos.

En Milán, en 1975, Brie funda il Collettivo Teatrale Tupac Amaru, en lo que fue el primer centro social ocupado del norte de Italia, donde Briel dirigía, con 20 años, la parte cultural. “Es allí donde, tiempo más tarde, hice la que considero una de mis mejores obras, Persiguiendo el sol, sobre el trayecto de un joven al suicidio, que preveía, instintivamente, el fin del movimiento juvenil que acaecería años más tarde. Una pieza dura, extrema, honesta, que causó mucho revuelo en el ambiente del teatro experimental tano, donde pasé a ser considerado parte de la vanguardia”. Presentando la obra en un festival organizado por Odin Teatret, se inicia lo que sería un nuevo capítulo en su trayectoria. Porque entonces conoce a Iben Nagel Rasmussen, su gran maestra y primera esposa, creadora del grupo Farfa, que él pasa a integrar. “Tras ver la obra, Iben me preguntó si quería trabajar con ella, y yo le dije: ‘No me animo a hablarte de tanta veneración. Entonces, sí, no sueño otra cosa’. Ella me enseñó a volcar las acciones, las técnicas a la vida escénica”.

Acerca de su extendida costumbre de fundar o asistir en la fundación de compañías, Brie reivindica esta tendencia, siempre y cuando los grupos no se vuelvan endogámicos, autorreferenciales. “No digo que sea lo mejor; digo que uno hace lo que puede”, aclara. Y en un rapto introspectivo, manifiesta que el gesto repetido acaso responda a “intentar reproducir inconscientemente el vínculo con mis cinco hermanos”. Con ellos, rememora, atendía las librerías costeras que su padre abrió en Pinamar y Valeria del Mar en veranos de antaño, cuando los chicos tenían entre 8 y 13 años. “Mis padres hacían teatro independiente en forma amateur. La compañía Candilejas de Dolores la dirigían ellos”, agrega y recuerda que creció viendo piezas de Bertolt Brecht y Tennessee Williams.

A diferencia de sus hermanos, que subían a escena en puestas de sus padres, César –tímido hasta la médula– evitaba poner los piecitos sobre el escenario. No así anotar palabras, volcándose hacia la poesía. A la timidez, desde luego, la combate; al pudor –que entiende “como un valor, como un comportamiento ético, una campana que advierte qué es lícito decir, qué es privado y qué puede pertenecer al otro”– también lo reivindica. “Ahora mismo, mirando hacia atrás, siento que no he hecho sino volver al origen, porque con mi teatro continué haciendo poesía: con el cuerpo, la voz, los objetos, los textos, el espacio escénico”.

Para corroborar tal axioma, alcanza con acercarse a la sala Santos 4040, donde están en cartelera 3 de sus piezas: El paraíso perdido, que se postula como “un mapa de situaciones que permite entender qué sienten y piensan los chicos de entre 18 y 30 años”; ¿Te duele?, obra de teatro en 15 rounds que presenta una casa como un ring, y sumerge en un tópico tan vigente como la violencia familiar, donde Brie además actúa; y Fui, unipersonal donde el artista revisa su propio Edén perdido.

En Timbre 4, mientras tanto, presenta La voluntad, donde acompañado por la actriz Florencia Michalewicz, se imagina como el posible enfermero que cuidó en su recta final a la genial filósofa francesa Simone Weil (1909-1943). “Una mujer excepcional, cuyo cuerpo está atravesado por el dolor de su época. Que ejercita como un mantra la solidaridad. Que ejercita la lucidez, porque escribe y lee todo el tiempo. El don más importante del ser humano, dice, es la atención, y nadie le es indiferente. Comandar la naturaleza obedeciéndola, esa debería ser la biblia de nuestra época, considera. Y es la primera en criticar seriamente el marxismo desde un punto de vista atinado, publicando sus polémicas con los comunistas en periódicos obreros. Tratando de no banalizar su obra, sinteticé su pensamiento, no sin cierto esfuerzo”.

El paraíso perdido (los domingos a las 17), ¿Te duele? (los sábados a las 20.30) y Fui (los domingos a las 20.30) se pueden ver en Santos 4040, Santos Dumont 4040, hasta fines de octubre. La voluntad se puede ver en Timbre 4 (México 3554) los martes a las 20.30 hasta el 11 de noviembre.

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