Mar 04.01.2005
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PASTICHES - LA úLTIMA GUARRADA DE ALEX DE LA IGLESIA

Criminal mambo

En Crimen ferpecto, el ex niño trash del cine español bate a Hitchcock con Buñuel para contar los padecimientos de un fatuo vendedor de tiendas en manos de la enamorada más fea del mundo. Una comedia negra rodada en las condiciones más severas (como lo prueban los partes de rodaje que se reproducen a continuación).

por Mariano Kairuz

El referente cinéfilo más directo que exhibe Crimen ferpecto, la nueva película de Alex de la Iglesia, es un título de la etapa mexicana de Buñuel: Ensayo de un crimen. La cita no es gratuita. De la Iglesia se inspira parcialmente en la negrísima saga de (Archibaldo) De la Cruz, un tipo tan próximo a la muerte ajena que termina convenciéndose de que es una suerte de asesino serial poderosísimo, capaz de matar casi sin mover un dedo. Al principio del film de Buñuel, un joven De la Cruz amenaza a una monja con darle “la alegría de acercarla a Dios”. La religiosa, espantada, sale corriendo y se mata al caer por el hueco de un ascensor. Ésa es la escena que De la Iglesia incluye en Crimen ferpecto, y la que mueve a su protagonista, Rafael (Guillermo Toledo), ex amo y señor de un enorme local de indumentaria, a cometer un crimen de esos “que no pueden salir mal” cuando ya ha perdido todo control sobre su situación.
Control y azar: esa tensión ocupa el centro de Crimen ferpecto. Por un lado, un ambiente hipervigilado, el de un centro comercial, escenario en el que Rafael se mueve a sus anchas y consuma sus innumerables conquistas sexuales (casi todas sus compañeras de trabajo, hermosas y de cuerpos increíbles). Es allí, en el shopping, donde Rafael vio la luz (literalmente: allí lo parió su madre) y donde ha triunfado como el mejor vendedor de ropa femenina. Y por otro lado está el universo opuesto de Lourdes, la única fea de ese plantel de supermodelos, que desde siempre admiró a Rafael en secreto y ahora, convertida en la única testigo del asesinato accidental del veterano Don Antonio a manos de Rafael (Antonio es su único rival en la carrera por el puesto de gerente de la tienda), lo tiene atrapado en sus planes de extorsión sexual y matrimonial.
El plan de Rafael para eliminar a Lourdes es, por supuesto, el menos perfecto de todos: el de la película buñueliana, que descansa en la coincidencia y el azar. Alex de la Iglesia (que no parece ejercer, al menos como coguionista, el mismo nivel de control sobre la segunda parte de la película que sobre la primera, donde ostenta una puesta en escena impecable) hace resonar los recursos del suspenso hitchcockiano sólo para deshacerse de ellos, cambiar a Hitchcock por Buñuel y sumergirse en el absurdo infernal del descontrol: un plan homicida alimentado por la visión de una película demente e instigado por un fantasma –el de Don Antonio– en estado de putrefacción.

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