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Domingo, 30 de enero de 2005

TEATRO > LOS SUSODICHOS DESPUéS DEL TEATRO PARA CHICOS

Living la vida loca

Liberados del estigma del teatro infantil, definitivamente emancipados de tutores y/o encargados, Los Susodichos vuelven al ruedo con Magoya, su quinto espectáculo, donde la vida cotidiana, además de ridícula, se pone sorprendentemente caliente.

Por Fernando Pérez Solivella

“Vimos una escalera y pensamos: ‘Qué bueno lanzarnos los seis desde ahí arriba’.” Así, con esa alucinación espontánea de suicidio colectivo, nació Magoya, la última creación de Los Susodichos, compañía teatral que ya lleva 13 años pintando cuadros costumbristas desde el absurdo y la ironía, alejados de las convenciones teatrales y los clichés experimentales. Antes de Magoya, su quinta obra, estos ex enfants terribles de la escuela teatral de Hugo Midón sorprendieron con la exitosa Marea, improvisando con carisma un collage de situaciones playeras y estética setentista. Y en Total se independizaron de la directora Nora Moseinco, maestra del grupo, para arriesgarse solos a mostrar con ironía diferentes momentos juveniles y provocar con un recordado final donde las chicas luchaban fogosamente en el barro.

Magoya, su último “experimento”, como ellos prefieren nombrarlo, mantiene los elementos que estamparon una identidad propia original al grupo: personajes reconocibles en situaciones tan grotescas como cotidianas, diálogos o monólogos que bordean el ridículo, oscuras fantasías liberadas en escena (como la de un joven que se ratonea con su abuela), música equívoca pero coherente con la promiscuidad de la propuesta (abre la obra una versión para iglesia de “Aserejé” de Las Ketchup). Y cuadros calientes protagonizados por el histriónico trío femenino como la fiesta final, donde bailan desnudas un gato compuesto por Axel Krygier mientras se cachetean enardecidas unas a otras bajo la lluvia.

–Ese final, como toda la obra, fue el resultado de la improvisación –cuenta Azul–. Un día estábamos ensayando en la Ciudad Cultural Konex (donde presentaron algunas funciones el año pasado en el Festival Verano Porteño) y se largó a llover con todo. Entonces las tres nos pusimos a bailar desnudas ante la mirada atónita de los obreros.

La historia de Magoya se inicia con el deambular de seis personajes muertos que luego recuerdan distintos momentos de sus vidas. El zapping de algo más de 30 minutos tiene como hilo conductor el absurdo y la parodia. Así se suceden las escenas: una charla delirante entre Sandrita, una mucama sumisa (Cecilia Monteagudo), y su patrona (Azul Lombardía), una excéntrica que habla desnuda mientras se toca los pechos; una psicóloga social recién recibida (Lucila Mangone) relata su intento de separación en un registro irritante que recuerda a las protagonistas de las publicidades de Dove o de toallitas femeninas; un encuentro sexual bizarro vía Internet entre Ezequiel Díaz y Lucas Mirvois; y una caricatura de un oficinista (Federico Vaintraub) de chomba piqué y náuticos que veranea en Cancún. Todo atravesado por la música en vivo de la violinista Marilina Calos.

En el Centro Cultural Recoleta, donde estrenan la obra este viernes, los seis Susodichos planifican cómo trasladar la estructura de la fábrica de Konex al Patio del Tanque entre bizcochitos de grasa y reproches cruzados (“¡Hoy me despertaste a las 9 de la mañana!”). Es que algunos comparten casa y experiencias cotidianas, algo que los inspira tanto como el fanatismo por las sitcoms, el cine (“incluso el pochoclero”) y otras expresiones de la cultura pop.

Después de Marea, el desafío fue llevar adelante una obra (Total) sin la dirección de Nora Moseinco. ¿Cuál es el reto con Magoya?

–Al tercer año de Marea nos parecía que estábamos haciendo un infantil –dice Azul–. La obra nos quedaba chica: la habíamos creado a los 15 años. Con Total tuvimos una sensación de liberación. Queríamos hablar de otras cosas: nos habíamos enamorado, habíamos cogido, vivíamos solos, nos peleábamos con nuestros novios. También había mucha inquietud: era la primera vez que dirigía Ezequiel. Y Magoya fue el desafío de hacer una obra en sólo tres semanas, que era el tiempo que tuvimos para armarla. Pero el miedo que teníamos con Total ya no estaba. El experimento fue exitoso: en el Festival Verano Porteño, Magoya fue una de las obras más vistas, pese a ciertos conflictos con los organizadores, el escaso tiempo para ensayar y los pocos recursos.

–La experiencia nueva fue trabajar con ideas puntuales y desarrollarlas en ese tiempo –dice el actor-director Ezequiel Díaz–. Y también experimentamos con la forma de ensayar: no hace falta machacar tanto cada escena: cuando trabajás demasiado una escena se pierde la esencia. Queríamos ver qué pasaba cuando no había demasiada elaboración.

–Y nos gusta el concepto de una obra corta –dice Azul–. La verdad es que nos costaría mucho una obra de tres horas en el San Martín, o incluso de una hora y media. ¡Quedamos cansadísimos! Además te dan ganas de hacer pis en el medio, querés fumarte un pucho...

¿Vagancia juvenil? Para nada. Mientras estrenan Magoya, Los Susodichos ya están craneando su próxima producción: una obra para estrenar en octubre en la que por primera vez protagonizarán una historia lineal: seis personajes que pasan un fin de semana en una quinta.

¿Qué pasó con la escena del suicidio de Magoya?

–Estábamos tan apurados que compramos un colchón carísimo por teléfono –cuenta Lucas Mirvois–. Nos gastamos el 30 por ciento del presupuesto en eso para tirarnos de la escalera. ¡Pero casi nos matamos! Un amigo de Fuerza Bruta [un desprendimiento de De La Guarda] nos dijo que era una locura tirarnos ahí. Así que el suicidio te lo vas a tener que imaginar.

Magoya se estrena el viernes 4 de febrero en el Patio del Tanque del Centro Cultural Recoleta, Junín 1930. Funciones: los viernes y sábados a las 21.30 y los domingos a las 21. Entrada: $ 3.

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