Dom 27.02.2005
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TARAS > GUERRAS DE PINTURA PARA EMPRESAS

El juego de la mancha

Se basa en milenarias estrategias bélicas. Equipara el mercado con un campo de batalla, al gerente con un general y a la competencia con el enemigo. Se practica en descampados o bosques embutidos en mamelucos blancos y provistos de armas cargadas de pintura. Y ahora buena parte de las grandes empresas argentinas ya lo usan para entrenar a sus empleados en la “experiencia vivencial” del libre mercado, el posicionamiento de productos y el robo de clientes.

Por Fernando Pérez Solivella

“No presiones al enemigo hasta acorralarlo. Cuando las bestias salvajes están acorraladas luchan con desesperación. ¡Cuánto más cierto es esto en los hombres! Si saben que no tienen opción, se batirán hasta la muerte.” Hace más de dos mil años, el general chino Sun Tzu escribió éste y otros consejos en El arte de la guerra, un clásico de la estrategia bélica que influiría sobre distintos campos, especialmente el de los negocios. Basándose en sus máximas militares, hace mucho que las empresas despliegan tácticas y estrategias de guerra y equiparan sin asco mercado con campo de batalla, gerente con general y competidor con enemigo. Llevando la analogía al límite, ahora se impone una nueva forma de training empresarial: el paintball, un juego que, siguiendo los consejos de Tzu, simula una guerra para simbolizar el descarnado combate por el mercado entre empresas. Por alrededor de 100 pesos, cada empleado se calza el mameluco y juega a ser Rambo por un día, cumpliendo la fantasía de dispararle al enemigo: el empleado de la competencia o... el propio jefe. Así, según sus creadores, se consolidan los liderazgos, se maximizan las ventas y se prepara al grupo para próximos desafíos.

Para los no devotos a los deportes alternativos, el paintball (o gotcha) es una especie de cruza sofisticada y para adultos entre “la mancha” y “la escondida”. Básicamente, consiste en la lucha “armada” entre dos equipos por capturar la bandera del contrario y defender la propia. Las pistolas (o “marcadoras”) disparan bolitas de gelatina rellenas con un líquido de color que revientan al impactar en el cuerpo. Si te dan en el blanco, quedás fuera del juego. Cada enfrentamiento dura unos 15 o 20 minutos, se juega en campos o fábricas abandonadas y puede estar ambientado con sonidos de bombas, helicópteros, tanques y metralletas. El juego nació en los años ‘70, cuando se desarrollaron en Estados Unidos las pistolas para marcar ganado y árboles a talar. La historia dice que a algunos granjeros algo aburridos se les dio por dispararse entre ellos y terminaron inventando el deporte, que en los ‘80 tendría sus primeras versiones pro y ahora su explotación empresarial.

“Las compañías europeas y norteamericanas lo usan muchísimo. Acá recién ahora están teniendo más onda para hacerlo”, sostiene Sergio Tato, coordinador de Deportes Alternativos, empresa que ya montó simulacros de guerra para Loma Negra (en los bosques de Cariló), Banco Galicia, Merks, L’oreal, Colgate Palmolive, Xerox, Keuhne&Naguel y Pepsi, entre otras grandes. ¿Qué buscan en el paintball? Una forma más efectiva y vivencial que las tediosas charlas de entrenamiento para optimizar el manejo de crisis, escenarios futuros, trabajo en equipo y liderazgo. El objetivo: compenetrar a los empleados con los objetivos de la empresa. “Tenés una fuerza de venta que debe conquistar un nuevo segmento del mercado con un nuevo producto. Entonces se arma una analogía de las misiones en el paintball con las misiones reales. Por ejemplo: hay que conquistar el 55 por ciento del mercado, conseguir más espacio en góndola, meter los productos en un territorio hostil. Entonces la misión es llevar cajas con determinados productos a una posición y enfrentar a una fuerza enemiga desconocida (formada por varios jugadores profesionales).” De paso, los organizadores estudian atentamente junto a psicólogos y sociólogos la integración del grupo y los roles de cada empleado: se detecta al solidario, al líder, al vago, al miedoso, y así.

Los objetivos pueden ser la liberación de un prisionero (en la misión “Rescatando al soldado Ryan”), la conquista de colinas con cajas de productos propios (o sea, ganar espacio en el mercado), el saqueo de banderas de la competencia (robo de clientes) o el tiro al blanco (para trabajar la administración de recursos). Al finalizar la batalla se hace una evaluación del desempeño de cada equipo y se entregan las medallas de honor a los vencedores. Algunos tildan al juego de violento y riesgoso, pero los promotores se defienden: “Nuestra idea no es hacer la guerra. Los que practicamos este deporte somos profesionales, ejecutivos, estudiantes universitarios y gente normal, con ganas de estar al aire libre disfrutando de la buena camaradería, la acción y el entretenimiento que nos brinda este deporte”, dicen desde el site www.lacolina.com.ar. De todas formas, los entendidos no recomiendan usar efectos de tanque ni helicópteros porque provocaría una estimulación extra que puede excitar demasiado a los jugadores. Dice Tato: “Uno lo ve de afuera y dice Éstos están todos locos. Pero una cosa es decirlo de afuera y otra es estar adentro. Cuando estás jugando se acabó el mundo”.

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